49. BEST MAN

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— ¡Oh! —Lía me quitó el teléfono nuevamente —ya contestó

— ¿qué? ¿De verdad? —intenté asomarme para ver la pantalla de mi celular

Es increíble que haya contestado

De repente, Lía puso mala cara y la escuché gruñir molesta

—El hijo de perra escribió: Lía, devuélvele el celular a Emme, déjala en paz. Y agregó una mano con una seña bastante ofensiva —su ceño se hizo más profundo. Me entregó el celular y resopló —Nadie dirá que no lo intenté —se encogió de hombros y recogió la caja que yo había dejado a mis pies —Te veo abajo Emme

Sacudí la cabeza divertida, sabiendo que, tanto Matt como mi mejor amiga, eran imposibles.

—De acuerdo— tomé otra de las cajas del suelo y salí de la habitación —. Aquí vamos...

Cuando terminamos de subir todas las cajas en la camioneta, me subí en el asiento de copiloto de ésta y Daniel en el asiento del conductor Lía había traído su propio auto y también tenía un par de cajas en el asiento trasero y del copiloto. Me explicó que le faltaba por llevarse otras cosas de su casa, pero que su padre se había ofrecido a llevárselas más tarde. Mi madre seguía encerrada dentro de su habitación y no había querido salir a despedirse de mí.

Desvíe mi mirada hacia la casa de demasiado molesta

— descuida Emme, yo hablaré con tu madre más tarde

Incliné la cabeza contra el respaldo y asentí completamente desmotivada

—gracias...

Aunque sé que será una pérdida de tiempo

Unos minutos más tarde llegamos a lo que sería nuestro nuevo hogar; la casa dúplex estaba ubicada en una contra esquina del vecindario, pintada de color rojo ladrillo y con puertas y ventanas cafés. Sólo la parte de arriba era nuestra y, en la parte de abajo, vivía la dueña del sitio. Era una joven mujer que trabajaba como veterinaria en los ranchos de los alrededores, puso la parte de arriba en renta debido a que creía que era demasiado espacio para ella sola.

¡Gracias a Dios que lo hizo!

Cuando bajamos de los autos, Carol, la dueña del dúplex, nos estaba esperando afuera de su puerta, con las llaves de la casa en mano.

Carol era una mujer curvilínea y de estatura alta, de aproximadamente unos cuarenta años; tenía el cabello bastante corto y el color se asemejaba al de un caramelo de miel, su tez era de color crema, aunque un poco tostada por el sol. Tenía unos ojos verdes que reflejaban amabilidad y una sonrisa bonita y relajada.

Al llegar a su altura la saludamos e hicimos la presentación con Daniel. Éste último la saludo amablemente y le ofreció una pequeña sonrisa.

—Si gustan, las llevo arriba —se ofreció atenta y la seguimos con un corto 'gracias'

Las escaleras eran de concreto sólido, amplias y con plantas en los escalones, cerca del barandal. Estaba bastante arreglado y limpio. Hice una nota mental de seguir manteniéndolo así.

—Me alegra que se hayan decidido a rentar la casa —comentó Carol al abrir la puerta del lugar.

—Nosotras somos quienes estamos agradecidas contigo Carol —dijo Lía con una brillante sonrisa —el lugar es perfecto.

Y tenía bastante razón para pensar así. El sitio, como bien sabíamos, era lo suficientemente amplio para dos personas; con sus dos habitaciones, un baño, la cocina con estufa y refrigerador y un lobby con dos sofás. Todo estaba decorado con un estilo nórdico y elementos cafés, que lo hacían mucho más cálido a la vista.

COLOREA MI CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora