39. NAGAIDESU

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Llegamos a la cabaña justo cuando el cielo comenzaba a nublarse.

—Escuché que iba a llover en estos días— le comenté a Matt en tanto descendíamos del coche.

—ah, sí. Yo también lo escuché—corrió hacia el lado del copiloto y sostuvo mi puerta para que pudiese bajar tranquilamente. Después me rodeó los hombros con un brazo y caminamos hacia la puerta del lugar— pero descuida— se agachó lo suficiente para depositar un beso en mi sien— en la cabaña tengo linternas y velas. Además, ya descargué las películas en la computadora.

—Sí que pensaste en todo...— lo observé abrir la puerta y me dejó entrar primero.

—lo que sea para que estemos cómodos nena...

— ¿Matt?

— ¿si, caperuza?— estaba encendiendo las luces y se giró hacia mí

—Me hace muy feliz estar contigo— me avergoncé tanto que preferí mirar hacia otro lado. No se me daba muy bien ser cursi.

Tiró de mí hacia su cuerpo y me abrazó fuertemente. Cómo si nunca deseara soltarme.

— Tú no te das cuenta Emme, pero eres lo más preciado que tengo en la vida— susurró contento

Me apreté todo lo que pude contra su cálido abrazo y enterré mis manos debajo de la camisa azul que traía puesta. Su piel era cálida y familiar. Adoraba esa sensación de felicidad que me embargaba cuando estaba junto a él.

— tú también lo eres Matt, yo...— enterré mi rostro en su pecho— te quería cuando teníamos diez, y te quiero ahora, eso jamás podría cambiar. — me aferré a su cálida piel y arañé la parte baja de su espalda

—Maldición Emme— me encerró aún más fuerte entre sus brazos y pude notar cierta dureza creciente, contra mis caderas

— ¿Qué sucede?— si los movimientos ondulantes que hacía con su cuerpo me estaban enviando las señales correctas, sabía claramente lo que sucedía

—Creo que veremos la película mucho más tarde...— murmuró insinuante

Con ese último comentario me cargó, tan fácil como si no pasara nada, y me llevó hasta el sofá de dos piezas de la pequeña sala. Sus manos danzaron por las curvas de mi cuerpo, tan lentamente que, cuando se deshizo de mi vestido, yo ya me encontraba perdida en el limbo de sensaciones casi irreales.

— ¿sabes cuantas veces tuve que tocarme durante la noche tan solo recordando tu sabor, la forma en que tu cuerpo se apretaba alrededor mío, las veces que gemías mi nombre en voz alta? Te extrañé bastante...— su voz estaba agitada y rasposa

Esta vez me torturó de forma lenta y delicada, su movimientos eran insinuantes y depredadores, sus piernas me negaban la satisfacción de cerrar las mías y, se tomó su tiempo para hacerme llegar al momento exacto de la euforia.

Sus manos vagaron por cada parte de mi cuerpo, y sus labios, recorrieron a su vez, cada espacio en el que anteriormente habían estado sus manos. Cuando su boca llegó a aquel lugar íntimo y húmedo, mis bragas ya no servían de nada para ocultar la prueba de lo que sus dedos y boca provocaban en todo mí ser. Se deshizo de éstas y de mi sostén en segundos y hundió su cara en mi entrepierna, sus manos apretujaron firmemente mis senos desnudos y excitados. No pude evitarlo más y, removiéndome como si estuviera hechizada, solté un grito lleno de éxtasis.

Mientras tanto, mis manos se habían hundido en su sedoso cabello, lo alejaba y lo acercaba a mi cuerpo, desando que continuara y que parara al mismo tiempo. Cuando mi cuerpo se encontraba dando los últimos espasmos en nebulosa consciencia, Matt se alejó de mi cuerpo, me enderezó en el sofá y comenzó a quitarse la camisa y a desabrochar su cinturón. Yo no hacia otra cosa más que mirarle fijamente desde mi posición. En poco tiempo se deshizo de su ropa, excepto de sus calzoncillos en los que, era evidente, se encerraba su miembro erecto.

COLOREA MI CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora