Capítulo 40

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Mabel

Nunca me he considerado como una buena hermana, he dejado a mi hermano a su suerte en muchas ocasiones por mi beneficio.

Algunas veces me arrepiento de haberle dado la espalda cuando nuestro padre nos gritaba, pero creo que fue la mejor forma para sobrevivir en esa casa.

A mi hermano no le gusta el apodo "Helado", yo lo sé soy su hermana gemela por algo.

Sin embargo, tiendo a decirle de esa forma para que no olvide, sin importar que pase en este verano volveremos a esa casa que llamamos hogar, el infierno en vida donde lo único que se escucha son gritos y golpes.

Si alguno de los dos llegara aunque sea un poco diferentes, nuestro padre las cobraría contra nosotros.

—Soos, ¿Qué sucede? —preguntó el Tío Stan preocupado al ver al joven llegar de forma nerviosa.

—Mason… se encuentra algo enfermo. —respondió antes de entrar en la cocina.

—¿Qué? —soltó consternado el Tío Stan antes de seguirlo.

—Déjenlo seguro se sabe cuidar solo. —comentó el Tío Ford sin hacerle mucho caso.

Es increíble lo parecido que es con nuestro padre. —pensé con dolor. —Pero hay una diferencia… ¡No es mi padre! —pensé decidida antes de ir a la cocina.

—¿Qué vas a hacer? —me preguntó fríamente.

Esa pregunta y esa frialdad me hizo detenerme en seco. —No es tu padre, no es tu padre, no es tu padre. —me repetí una y otra vez hasta calmarme. —¿A dónde crees? Con Mason. —le devolví su frialdad.

Al ver a Soos y el Tío Stan salir de la cocina tomé la bandeja de comida. —Yo me encargo de esto. —dije antes de encaminarme al cuarto de mi hermano.

—Hey. —salude al bulto en las sábanas.

—Hermana. —me llamó en un hilo de voz sacando su rostro de la crisálida o lo que sea que intentaba hacer.

Sus ojos rojos e hinchados, su nariz roja y el rastro evidente de sus lágrimas me estrujaron el corazón, no recordaba la última vez que lo vi así, no.

Si lo recordaba la primera vez que le di la espalda y le di como única alternativa hacer lo que nuestro padre decía, esa fue la primera y última vez que se desmoronó. Pero aquí estaba, hecho un desastre.

Apreté fuertemente mis puños, sabía que si seguía así podría terminar por sangrar.

Siempre me ha parecido ridículo la gente que se hiere el cuerpo por alguna cosa, ahora entiendo porque les da igual, el dolor de su corazón duele mucho más que el de su mano y la ayuda a desviar, aunque sea un poco ese dolor.

Pero…

Solté un suspiró antes de relajar los dedos, lo último que quería era ver el dolor en las expresiones de dolor en mis allegados. 

Mis amigas en este pueblo.

Mi Tío Stan.

Mi madre.

Mi hermano.

Me niego a darle el gusto de verme herida a ese sujeto que se hacía llamar "Padre".

—Hoy… no soy tu hermana. —le dije dejando la comida en el escritorio para acercarme a su cama. Ante la mirada de confusión de él me senté en la cama. —Hoy soy solo Mabel, no tengo ningún apellido por lo que… —dije tragándome un sollozo al ver su almohada completamente mojada. —Voy a escucharte y te consolarte. —dije abriendo mis brazos.

Mason tembló antes de tirarse a mí, aferrándose en mi estómago fuertemente mientras yo acariciaba su cabello. 

—Puedes empezar. 

—Bill desapareció. —fue lo primero que alcanzó a decir después de cuestionarse si hablar o no. —Aunque eso ya lo sabías, ¿no?

—¿Qué? No lo sabía. —le respondí desconcertada.

Mi hermano se había visto mal las últimas semanas, pero jamás pensé que fuera por ese chico.

—¿Eh? Pero… si lo has estado persiguiendo desde que lo conocimos. —me dijo sorprendido, llevando su mirada para dar con la mía.

—Si, pero él nunca me hizo caso, además conocí a un chico lindo, tiene cabello blanco su nombre es Gideon. —comenté de forma soñadora.

—Ah, vale. —su voz descolocada me trajo de vuelta a la realidad. 

—Entonces. —hable aclarándome la garganta. —¿Lo has buscado? Eres muy bueno en esas cosas.

Él suspiró acomodándose de nuevo en mi estómago. —Lo he hecho, pero no lo he encontrado, no hay pistas, no hay nada como si Bill nunca hubiera existido.

—¿Qué? Pero eso es una locura. —dije impresionada.

—¿Verdad que si? —afirmó molesto.

—Mason. —lo llamé para que me mirara, quería saber algo y no quería que me mintiera.

—¿Mm? —tarareo dándose la vuelta para poder mirar mi rostro. 

—¿Te gusta Bill? —le pregunté de forma directa.

Me dio una mirada sorprendida antes de que sus mejillas tomaran con un ligero color rosa. —Si. —me respondió casi al instante, sus ojos no mostraban ninguna duda. —Y Bill me besó. —continuó. 

Esta vez era mi turno para sorprenderme.

—¡¿Qué?! ¡¿Cuándo?! —pregunté impresionada sacudiendo un poco a mi hermano.

—Antes de desaparecer, me besó y me dijo que le gustaba, luego me dijo que no necesitaba una respuesta, lo último que vi de él fue una triste sonrisa.

—Eso puede significar que sabía que no volvería a verte y por eso decidió sincerarse. —murmuré entre pensamientos.

Al verlo apretar los dientes y desviar una de la comisura de sus labios hacia abajo, supe que había algo más.

—¿Hay algo más? —pregunté.

Mi hermano miró al techo dudando entre su decírmelo o no, pero al final soltó un suspiró antes de hablar. —He tenido muchas pesadillas.

—Pero siempre has tenido pesadillas. —le dije, era bastante habitual desde que tuvieron conciencia.

—Si, pero este tipo de pesadillas son diferentes. —murmuró frunciendo el ceño. —Se siente tan real que incluso a veces siento la sangre salpicar, Bill está siendo torturado por una persona y se repite una y otra vez qué es la única forma de estar cerca de mi, no sabes como duele verlo sufrir tanto. Es tan extraño cuando me despierto siento la necesidad de correr a algún lugar.

—¿Eso es lo que te tiene así? —le pregunté preocupada.

—Si. —respondió con la voz tambaleante, sus ojos cristalinos. Nunca lo había visto mostrar tantas emociones. —Podía sentir su desesperación porque acabará, sus gritos internos que se negaba a soltar, las lágrimas que se rehusaba a derramar, sentí que… debía hacerlo yo. 

Al verlo a punto de llorar de nuevo, me alejé de él saliendo de la cama tomando mi porte habitual. —Hermanito, ¿Quieres que te lo quite? —le pregunté con una sonrisa prepotente.

Él me miró sorprendido, para después cambiarla por una mirada de molestia. —No, es mío.

—Entonces sube la cabeza hermanito, este no eres tú. —le dije dándole una mirada a su cuerpo de verdad luce como un desastre.

—En eso tienes razón. —habló mi hermano mostrándome una gran sonrisa superior pasando su flequillo hacia atrás dejando ver una marca de la Osa Polar en su frente.

Algo muy lindo y curioso, que odia con locura nuestro padre.

—Esa es la aptitud, seca tus lágrimas y esperemos nuestra fiesta mañana. —le dije guiñandole un ojo antes de marcharme.

Contrato: UniónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora