Capítulo 71

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Dipper

Por favor, no llores mi pequeño y lindo Pynbeam.

Sin importar que, mi corazón siempre estará contigo.

Te amo sin importar que, incluso si mi cuerpo se destruye mi corazón seguirá latiendo por ti.

Mi amado Pinetree.

Levante la mitad de mi cuerpo con un jadeo sintiendo mi cuerpo pesado, mis pulmones haciendo demasiada fuerza por tratar de respirar, las lágrimas que descienden de mis mejillas.

Estoy cansado de esto. —pensé aferrandome a mi cabello alterado, lo peor de todo levantándome temprano.

Todos los días sin descanso, escucho la voz de Bill lamentándose, pidiendo disculpas o diciéndome que me ama, y duele tanto saber que solo es mi mente tratando de conciliar el sufrimiento de no tenerlo cerca.

Salí de las sábanas a paso despacio y llegue al baño, necesitaba una larga ducha. Una vez salí, me vestí y aliste mi bolso para el comienzo de la secundaria.

—¡¡Dipper!! —grito alegre mi hermana entrando de golpe a mi cuarto.

—¡¿Cuántas veces te he dicho que no entres de esa forma a mi cuarto, Mabel?! —la regañe molesto.

—Oh, ya estás listo. —me dijo impresionada omitiendo por completo mi regaño.

—Lo estoy y deja de entrar de esa forma a mi habitación. —le recordé de nuevo.

—¡AHG! ¡¡Cariño aleja a pato!! —escuchamos el grito aterrado de nuestro padre. 

—¡Niños, el desayuno! —le siguió nuestra madre, sin darle importancia al grito de antes.

—¡Papá! ¡No te exaltes mucho o lo patareas de nuevo! —reclamó mi hermana antes de correr al comedor, donde seguramente estarán todos.

Solté un largo suspiro antes de seguir a mi hermana, una vez llegue tome mi asiento en la mesa.

—¿Emocionados por su primer día? —nos preguntó nuestra madre con una gran sonrisa amistosa.

—Si. —les respondió muy feliz. —Estoy realmente emocionada, espero hacer muchos amigos.

—¿Qué hay de ti, Mason? —me preguntó mi padre, interesado tratando de ignorar a pato que mastica su pantalón.

—Creo que sí. —murmure empezando a comer el desayuno de tostadas y huevos.

—Espero que hagas algunos amigos. —exclamó mi padre dándome una sonrisa mientras revolvía mi cabello.

Eso me recordó que no tenía mi gorra o más bien la de Wendy.

—Si. —murmulle, comiendo más rápido.

—Oh, no. ¡Esa es la hora! —gritó mi padre levantándose de golpe en la mesa. —Niños, váyanse antes que se les haga tarde. —dijo apresurado terminado su comida en dos bocados antes marcharse a prisas.

—¡Es cierto! ¡Debemos llegar temprano en nuestro primer día! —afirmó fuertemente mi hermana, metiéndose toda la comida a la boca y tomándome de la mano para sacarme a rastras de la casa.

—Buena suerte, niños. —nos despidió nuestra madre.

—Mabel, espera mi gorra. —trate de detenerla, arreglando mi cabello para tapar la marca en mi frente.

—Después. —me dijo después de tragar.

—¡¿Como que después?! —le pregunté extrañado.

Contrato: UniónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora