Capítulo 77

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Narrador 

Si la familia Harris tuviera algo que decir es que esa fue la comida más incómoda que alguna vez tuvieron en la vida.

Las miradas molestas que le enviaba la castaña a su hermano, mientras que este solo comía sin mirarla aferrándose al libro en sus brazos como si fuera un ancla que lo mantenía a flote en el mar.

Cuando el atardecer llegó la señora Harris los obligó a sentarse a verlo, pensando que tal vez lograría calmarlos de esa forma.

Todos se quedaron en silencio viendo al sol despedirse tranquilamente con la esperanza de volverlo a ver el día de mañana y saludando a la luna y las estrellas que les daban la bienvenida a ese campamento.

Un jadeo les llamó la atención, todos miraron de quién provenía ese sonido.

Nadie más que Mason Pines, también conocido como Dipper o Pinetree.

Algo dentro de todos se estrujó al ver su mirada vidriosa, la nariz y mejillas rojas con la mano en su boca tratando de ocultar esos sollozos, pasó su mano por sus mejillas tratando de detenerlas esas lágrimas sin mucho éxito.

Algo dentro de todos se estrujó al ver su mirada vidriosa, la nariz y mejillas rojas con la mano en su boca tratando de ocultar esos sollozos, pasó su mano por sus mejillas tratando de detenerlas esas lágrimas sin mucho éxito

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(Créditos a su respectivo autor) (Ignoren su gorro de pino)

Sus recuerdos sobre los atardeceres al lado de Bill acurrucados en el tercer piso de su habitación llegaban de golpe, cada sonrisa, palabras dulces, miradas soñadoras, ojos rosados, besos golpeaban su mente atormentandolo.

Apretó con fuerza el libro entre su brazo y su pecho sin parar de lloriquear. Sin poder aguantarlo más se levantó de golpe corriendo a prisas a la habitación compartida con los Harris.

Entró de golpe y se dejó caer en la cama donde aún lado estaban sus maletas, sin darle importancia al camarote de un lado.

—De verdad lo siento, no soy tan poderoso como los Cipher's, mi magia está a punto de colapsar y Will no ha traído lo único que puede devolver tu tranquilidad. —murmuró un demonio escondido entre las luces y sombras de la habitación, no quería que el Agapē del demonio al que le debe la vida lo viera, pero se le estaba haciendo imposible.

Era extraño ver como sus poderes se deterioraban con el pasar del tiempo mientras que la magia que mantenía el collar de Dipper seguía intacto, era una lástima que esos poderes no tranquilizaran al pobre chico.

El muchacho estaba atormentado con los recuerdos de su amado, de esos momentos tan felices que vivieron.

Cada momento pasaba por su mente fracturando su roto corazón cada vez más, pronto él no sería capaz de aguantar, mucho menos ese demonio que apenas y era capaz de volar en la habitación.

Antes de que lo notara Dipper había caído a los brazos de morfeo, todo por sus continuos malos hábitos de mal sueño.

Mientras que afuera una castaña se debatía entre la desesperación de saber lo que sucede con su hermano emocionalmente, lo que sucede con la magia de Bill Cipher o mantener el perfil bajo y preguntar después o incluso mañana.

—No, no, no. —se negaba a sus propios pensamientos la castaña. —Tengo que hablar con mi hermano con calma y paciencia. —se dijo así misma caminando de un lado a otro. —¡Pero necesito saber las respuestas! —se contradijo deteniéndose de golpe. —Pero mi hermano nunca me responderá si le preguntó de golpe. —volvió a decir gimiendo frustrada antes de continuar dibujando en el suelo un círculo sin fin.

—¿Hace cuanto está así? —preguntó la señora Harris preocupada acercándose a sus protegidos que veían dar vueltas a su amiga.

—Dos horas. —respondió Alex con un largo suspiro.

Eric por otro lado soltó un sonido muy parecido al estrangulamiento. —¿Desde cuándo se fue Dipper?

—También dos horas. —respondió de nuevo Alex con una mueca dibujandose en su rostro.

—Bueno… ya está la cena, podrían decirle a los gemelos. —pidió suavemente se sentía culpable por haber hecho llorar de tal forma al castaño.

—¿Ya está la cena? —preguntó asombrado e incluso animado Eric.

—Wou, son las ocho. —soltó impresionado Alex mirando su reloj. No le quedó de otra que acercarse a la chica que cada vez estaba más desesperada.

—Yo iré por Dipper. —alegó Eric antes de correr hasta la habitación compartida. 

Al entrar a la habitación se quedó shockeado al ver a su amigo acurrucado con el libro en su pecho dormido, si tuviera que decir algo sería que se ve de alguna forma angelical.

Se acercó a despertarlo pero se detuvo al sentir un peso en sus hombros.

—No lo hagas, acaba de dormirse. —escucho un suave murmullo de una voz agotada.

—¿Quién eres? —trato de parecer serio, pero fracaso inevitablemente, no tenía miedo ni siquiera un poco, pero su voz que pensaba hacerla sonar autoritaria salió más como un suave arrullo para bebés.

—No necesitas saberlo, no ahora. —fue lo único que escuchó antes de sentir un calor envolverlo, esa fragancia que tanto había percibido en su amigo ahora provenía de él.

Eric miró unos segundos las mejillas rojas con lágrimas secas en las mejillas de su amigo antes de darse la vuelta y confiar en el extraño ser que escuchó, tenía la sensación que debía confiar en esa voz.

—Dipper está durmiendo. —fue la única excusa que puso el chico cuando volvió, los demás prefirieron dejarlo dormir, tal vez así se despertará de mejor humor al día siguiente.

Que equivocados estaban.

Las cosas no podían ser peores.

A las 10 de la noche los adultos mandaron a recoger a los chicos, pero como todavía no querían dormir decidieron jugar a cartas en la habitación compartida alejados de Dipper para no despertarlo y esta vez sin apuestas.

—Boom, baby. —exclamó animada Mabel al haber ganado.

Por suerte para los chicos esta vez ganarán una que otra ronda.

—¡Niños ya son las doce a dormir! —gritó el señor Harris molesto.

Cosa que estremeció a los chicos Harris que empezaron a recoger todo a paso veloz.

Mabel se despidió de los chicos, su sonrisa rápidamente se ensombreció, se sentía mal por lo que le hizo a su hermano.

Debía mantener la calma, pero no, se precipitó y lo arruinó todo.

—¡Ahg! —soltó irritada llevando las manos a su rostro.

Un jadeo acelerado atrajo su atención. —¡¿Quién es?! —preguntó alarmada, sacando su gancho volador de sus ropas, había sido un regalo de navidad de parte de sus tíos-abuelos, al parecer habían estado en el amazona cuando lo enviaron.

Ahora estaba mejorado y ahora solo se ve un cilindro que con solo oprimir un botón se abría.

—He, calma estrella fugaz y escúchame. —murmuró una voz frente a ella, las sombras no lo dejaban ver quien era.

—Primero preséntate. —gruño con fastidio.

—Síguelo. —afirmó alarmado esa voz.

Mabel gritó al sentir como caía estrepitosamente al suelo cuando alguien la empujó al pasar por su lado.

El extraño ser siguió a la figura logrando ver su extraña forma.

—Es… ¿Forma Amorfa? —se preguntó a sí misma. —Del Raroarmagedon.

—¡¡Mabel!! —gritó Alex acercándose a ella para ayudarla a levantarse.

—¡Tenemos que seguirlo! —gritó Eric llegando a su lado.

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