Capítulo 39

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Mason

El último mes de mis vacaciones se basaron en la búsqueda sin fin, preguntas a los pobladores y pesadillas.

Unas semanas después de empezar a buscar terminamos en la conclusión de inspeccionar el bosque, no tardamos en crear métodos para no perdernos dentro de éste, ya conocemos gran parte.

Mientras hacía eso cuando estaba en casa investigaba dentro de la mansión el paradero del demonio azul, pero cuando mi Tío Ford me descubría me gritaba que dejara de comportarme como un niño de cinco años, cosa que me molesto mucho la verdad.

Mientras que mi tío Stan me daba una mirada de lástima y me decía que me detuviera.

En conclusión no he averiguado nada en todo este tiempo, mis vacaciones están a punto de terminar y no he encontrado nada de la persona y el demonio que me ayudaron a "sobrevivir" en este pueblo.

Sin mencionar las pesadillas eran una tortura para mí corazón.

Veía a Bill siendo golpeado cada día, amordazado, humillado incluso a veces era torturado por un sujeto que no lograba ver, pero había algo que no podía soportar y eran sus pensamientos.

Hasta esa noche, donde empezó de una forma tan tranquila.

—Bill. —lo llamé al verlo sentado esperando en esa banca donde siempre nos encontramos.

—Mason. —me dio una gran sonrisa. Me abrazo fuertemente, solo me deje sentir sintiendo su cuerpo cálido. —Bill, tengo que contarte muchas cosas...

—No puedo… simplemente no puedo. —escuche su murmullo lleno de dolor separándose de mí, no podía ver su expresión. —No quiero que te olvides de mí, no quiero que todos esos momentos se desvanezcan, te amo más de lo que debería. No debí acercarme ese día, pero no me arrepiento de los momentos que pasamos, de tus sonrisas, tu mirada, tus besos, no quiero que olvides nada porque no nos volveremos a ver.

—Bill, ¿Qué…? —traté de hablar, pero él me interrumpió, se notaba desesperado.

—Mason, te amo por favor quédate solo con eso, quédate con mi corazón aún si mi cuerpo sucumbe. —murmuró sollozando, deseaba verlo y consolarlo, pero no podía mover mi cuerpo.

Tomo mi mano, sentía sus dedos temblar contra mi piel, me dejo algo en la palma, era incapaz de lograr ver lo que me daba.

—Bill… —lo llamé preocupado.

—No me llames Bill, no sabes cuanto me duele eso. —me susurró con impotencia. —Por favor, quédate con esto. —me dijo cerrando mi mano. —Incluso, aunque me vaya de aquí, incluso cuando no te vuelva a ver por favor… Sé propiedad de William Cipher. 

—¿Will? ¿De qué estás hablando?

—Adiós, Mason. —me susurró, su mirada transmitía tanto sufrimiento y anhelo.

De repente desapareció como humo azul, dejando allí con las palabras en la boca.

—¡¡Will!! ¡¡Bill!! No entiendo a quién llamar, pero por favor, regresa. —gritaba, pero todo mi sueño tan dulce de colores suaves se rompió dejando la oscuridad rodear todo.

—Will, Bill. —volví a llamar, los colores empezaron a volver, pero todo era tan opaco y oscuro… conocía este lugar, el lugar de las torturas de Bill.

—Por favor, ven. ¡¡Will!!

—¿Por qué tan callado? —preguntó ese sujeto tomando un martillo, mientras Bill estaba en una silla con su respiración pesada, su camisa rasgada dejando ver moretones, rasguños y una que otra herida profunda. —¿Ya no volverá esa personalidad tan temerosa? —preguntó con una sonrisa retorcida acercándose al chico. —Ocultaste muchas cosas, ¿Acaso hay más? —preguntó dando un golpe que la mano del peliazul que soltó un ligero quejido. —¿No hablaras? —preguntó aburrido. —Bueno, solo queda escuchar tus quejidos. —bufo con fastidio. 

—¿Hasta cuánto contaremos? —preguntó de nuevo sabiendo que no recibiría respuesta. —¿20 o… 30? Na, mejor 40. —decidió divertido.

Bill mantenía su mirada al suelo, una mirada tranquila que sin importar que hacía volvía a esa.

De esa forma ese hombre empezó a contar mientras golpeaba algún punto del cuerpo de él, su mano, brazos, piernas, estómago, espalda con cada número un golpe que sonaba desagradable al chocar contra su carne y sangre.

Lo estás haciendo por Mason, lo estás haciendo por Mason, es la única forma de tenerlo cerca, aunque sea un momento.

Se repetía una y otra vez como un mantra, por más que quería despertar no lo lograba como si algo me mantuviera allí para ver su tortura.

Solo hasta que él se vaya.

Logré escuchar antes de despertar al momento en que el hombre se fue, eran las 4:22 de la madrugada, mis lágrimas no paraban de salir, esas pesadillas eran tan reales que me daban tanto miedo.

¿Bill está sufriendo de esa forma? ¿Por mi? ¿Por qué tiene que ser así? Ni siquiera nos vemos, ¿Por qué dice que es la única forma de mantenerme cerca? ¿Qué pasará cuando me vaya?

Mi mente daba vueltas, eso solo debía ser pesadillas trataba de convencerme, pero algo en mi decía que eso era real.

Lo último que escuché es nuevo, así que si me voy… ¿él estará bien? —pensé dejando fluir las lágrimas y el dolor que Bill no soltaba.

—Mason, ¿Sigues dormido? —escuché la voz de Soos mientras tocaba mi puerta, al parecer había caído dormido de nuevo. —¿Estas bien? Ya es hora del almuerzo. —escuché su voz preocupada abriendo la puerta.

Me destape de las sábanas, esa fragancia a lavanda seguía presenté en mis sábanas, al principio tenía mucha curiosidad por la repentina aparición del olor, pero después lo dejé ser, tenía la sensación que si lo descubría no podría sentir ese aroma nunca más. 

—Centellas, ¡¿Qué te pasó?! —me preguntó preocupado. —Tienes los ojos rojos e hinchados. —exclamó acercándose a mí al ver que me levantaba. —Te quedas allí. —afirmó tumbandome a la cama. —Te traeré comida y algo para esos ojos. —me dijo antes de dejarme solo con mi único consuelo el aroma a lavanda.

Abrí mi mano viendo el medallón en mi mano, ¿Lo que pasó en mi sueño fue real? ¿Bill y Will son la misma persona? 

Él quiere que yo sea... ¿Propiedad de William Cipher?

Contrato: UniónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora