El timbre suena y guardo mis cosas lista para salir corriendo directamente a mi casa.
Siento las piernas débiles y, tal vez, en cualquier momento me fallarán y caeré. Siento los nervios en el estómago y la sudoración en mis manos no para. Las últimas tres clases estuve obligándome pensar que no pasará nada, pero de la nada imaginaba un ojo morado en mi rostro. En cierto modo, no me molestaría traer un ojo morado, el problema era que mi mamá lo viera... sin duda.
Me pongo la capucha de la sudadera y comienzo a caminar por los pasillos de la escuela como si fuera un bicho raro al que nadie se le acerca. Saco mi celular y le mando un mensaje a Anya.
Ya voy para el estacionamiento.
4:40
Comienzo a trotar por los pasillos de la escuela hasta la salida, adonde llego sin problema alguno y me siento más relajada.
Suena mi celular y me detengo a leer la respuesta de Anya:
NO LLEGUES, LEAH ESTÁ AQUÍ BUSCÁNDOTE, ELLA SABE QUE TE VAS CONMIGO.
4:42
Me detengo en seco y, como si se tratara de una película de terror, levanto la vista lentamente, esperando no ver a Leah, pero por desgracia la realidad promete ser el infierno: la rubia está mirándome, la bolita de personas igual, y las chicas a lado de Leah parecen niñas debiluchas que apuesto son más fuertes que yo. Se me cae el alma a los pies e intento correr, pero hay dos chicas detrás de mi que me empujan hacia Leah.
Busco a Anya o a Fred pero no los encuentro.
- Te dije que no escaparías- me dice en cuanto estoy cerca de ella.
Me bajo la capucha de la sudadera e intento respirar con normalidad.
Sólo recuerda: si le vas a dar un puñetazo, cierra bien el puño o te dolerá la mano.
Leah se quita las zapatillas, quedando de mi estatura y las lanza por ahí. Me quito la mochila de la espalda con las manos temblorosas y la pongo detrás de mí.
- ¿A qué hora habrá golpes?- grita un chico.
- No te dejes de ella, chica rara- grita otro.
Leah se abalanza hacia mí y no hago más que retroceder, pero tropiezo con la mochila y ella cae encima de mí. La empujo con las manos, pero opone resistencia. Amaga con darme una cachetada, pero alcanzo a detenerla de la muñeca. Aprieto el hueso que tiene en la muñeca haciéndola jadear de dolor pero eso solo logra enfurecerla más. No lo veo venir, pero siento un dolor agudo debajo del ojo izquierdo; me ha dado un puñetazo.
Sonríe satisfecha y yo me siento una pequeña indefensa.
- Te dije que quedarías con el ojo morado, cielito.
Intento no llorar e ignorar el dolor. Por fin me quito de encima a Leah, quien cae de espalda y su mini vestido se levanta permitiendo ver su calzón azul. Me levanto y me lanzo encima de ella.
Sin prepararme, le doy un puñetazo con todas mis fuerzas en la mejilla y una vez más mis dedos truenan al hacer contacto. Suelta un chillido y la vuelvo a golpear con el otro puño. Intenta defenderse y su mano vuela para estamparse en mi mejilla, pero me cubro la cara y hace contacto en mi antebrazo. Alguien me hala de la cintura y me aparta de la pelea. Me topo con la mirada preocupada de Cam. Siento mi respiración agitada y las manos frías, las lágrimas corren por mis mejillas y los ojos me arden. Los pulgares de Cam limpian mis lágrimas y me examinan el rostro. Me toma de la mano y se da la vuelta, hacia Leah, quien se arregla la falda y sus amigas la ayudan a reponerse.
- ¿Qué demonios te sucede, Leah?- escucho su tono de voz y creo que está molesto- ¿Quién crees que eres para golpearla?- Leah únicamente lo mira, pero no dice nada- ¿Crees que con eso lograrás alejarla de mi?- Cam me da un apretón de manos como para corroborar que sigo ahí- Creo que necesitaré estar más tiempo con ella, para que perras locas no la intenten agredir. Eres una loca si crees que esto es una solución. ¿Acaso el maquillaje en exceso no te deja pensar con claridad?
Leah se sorprende, se molesta y, por último se avergüenza y enrojece del coraje.
- Ella se puede defender sola- dice- No creo que necesites abogar por ella.
- ¡Cierra la maldita boca! - Exclama Cam molesto. - La defiendo porque es mejor persona que tú y tiene lo que tú no: respeto y dignidad. Y al parecer no te diste cuenta pero todas las personas aquí vieron tu ropa interior, más humillada no puedes estar. Al parecer, Tarah tenía razón con eso de que quedarías peor que ella.
Leah junta los labios en una fina línea y, por su expresión, está claro que se contiene de gritarle algo. Cam toma mi mochila y salimos de ahí. Con mi cabello, intento tapar mi ojo, pero creo que no funciona. Al llegar a su auto, se pone frente a mi.
- ¿Te duele?- pregunta mientras pasa la mano por el moretón, lo que provoca que me aparte un poco.
Entiende que, en efecto, me duele.
- Lo lamento mucho, muñeca... esto es mi culpa.
- No lo es- me muerdo el labio e intento no comenzar a llorar.
Agacho la cabeza y limpio las lágrimas que acaban de brotar. Sin previo aviso, los brazos de Cam me rodean; yo también lo abrazo y recargo mi cabeza en su pecho.
- Si quieres, llora; pero ten por seguro que ya no te molestarán.
Lo abrazo más fuerte y le digo:
- Gracias por sacarme del apuro.
En su pecho, escucho el eco de su risa.
- Para la próxima, tú debes dar el primer golpe... aunque no niego que me siento bien al saber que ella salió peor.
Se me escapa una pequeña risa.
- No creas que voy a volver a meterme en otro asunto como ese.
Se separa un poco y limpia las pocas lágrimas que quedaron en mis mejillas.
- Entonces... ¿aún sigue en pie eso de estudiar juntos? Asiento levemente mientras intento olvidar lo qué pasó unos segundos atrás.
- Sólo tengo que avisarle a mi mamá.
Me aparto y marco el número de mi mamá.
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La apuesta de los 100 días (Sin Editar)
Romance¿Qué pasaría si tus amigas y tú hicieran una apuesta para humillar a uno de los playboys de la preparatoria? Pues eso hice yo junto a mis amigas. Debo enamorarlo en cien días, pero yo no debo enamorarme. se rumorea que él es peligroso y a mi me gust...