Dia 91

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Ya llevo un mes en la universidad, y aunque estoy rodeada de rostros nuevos y oportunidades emocionantes, la sensación de vacío me persigue. Cada día es una mezcla de nuevas experiencias y recuerdos dolorosos que no puedo sacudir. Cameron, su imagen atormenta mis pensamientos, y su ira sigue resonando en mi mente. No sé nada de él, pero lo que siento es una carga que no puedo dejar ir.

La última vez que lo vi, sus palabras me atravesaron como una cuchillada: "Eres como todas las demás, Tarah." La decepción en su mirada fue como un golpe en el pecho, un recordatorio de que no solo rompí su corazón, sino que también traicioné lo que teníamos. Estoy en una nueva ciudad, intentando dejar atrás el pasado, pero la sombra de Cameron es una carga que no puedo soltar.

Anya ha estado haciendo lo posible por animarme, organizando actividades y fiestas, tratando de sacarme de mi concha. Pero a pesar de su apoyo, la ansiedad comienza a apoderarse de mí. Esta noche, mientras ella se prepara para salir, yo me siento atrapada en la habitación. La presión en mi pecho aumenta, y el aire se siente espeso.

—¿Tarah? —me llama Anya, notando que no me he movido—. ¿Vas a venir? La fiesta va a empezar.

—No puedo, Anya. No me siento bien —mi voz apenas sale, temblando por la presión que siento.

Ella se acerca, sentándose a mi lado, su expresión se torna seria. —¿Qué te pasa? A veces solo necesitas salir y distraerte.

Siento que las lágrimas amenazan con salir. —Es que... todo esto... la universidad, los recuerdos de Cameron... No puedo dejar de pensar en él. A veces, me siento tan perdida.

Anya me mira con compasión. —Es normal sentirse así. Has pasado por mucho. Pero no puedes dejar que eso te consuma. Estoy aquí para ti.

La ansiedad se intensifica. Empiezo a hiperventilar, y la habitación se siente cada vez más pequeña. Sin poder soportarlo más, saco mi teléfono y, en un impulso desesperado, busco el contacto de Cameron. Al instante, siento que lo que estoy a punto de hacer es un error, pero ya es demasiado tarde.

La llamada va a su buzón de voz, así que envío un mensaje de texto: "Cameron, lo siento. No sé por qué te llamé. Estoy teniendo un ataque de ansiedad y solo necesito hablar con alguien."

Poco después, mi teléfono vibra. Su respuesta es rápida, pero fría. "No quiero hablar contigo, Tarah. Deja de intentar arruinar mi vida."

El dolor de sus palabras se siente como una bofetada. La angustia que ya me consume se vuelve más intensa. Anya observa desde la distancia, sintiendo la tensión en el aire.

—¿Qué pasó? —me pregunta, notando mi expresión de angustia.

—Él... no quiere hablar conmigo —mi voz se quiebra mientras me cubro la cara con las manos.

Anya se mueve, abrazándome. —Lo siento, Tarah. No puedo imaginar lo difícil que es esto para ti. Pero tienes que recordar que tomaste decisiones, y ahora él está lidiando con su dolor a su manera.

A medida que la ansiedad crece, empiezo a sentirme atrapada en un torbellino de emociones. —No sé cómo seguir adelante. Me siento tan sola aquí. Todos están disfrutando y yo solo... solo quiero desaparecer.

—No puedes pensar así —me dice Anya, tratando de calmarme—. Tal vez si hablas con él de nuevo, podría ayudarte a aclarar las cosas.

Con un nudo en el estómago, me doy cuenta de que tiene razón. Tal vez, enfrentar a Cameron es lo que realmente necesito para sanar. Pero la idea de que él me odie, de que su mirada esté llena de desprecio nuevamente, me aterra. Sin embargo, sé que tengo que intentarlo.

Con un poco de aliento, decido enviarle otro mensaje, intentando encontrar las palabras correctas. "Cameron, lo siento de verdad. No debería haberte llamado. No quise incomodarte. Solo estoy tratando de lidiar con esto y me siento perdida. Espero que puedas perdonarme."

Espero lo peor, pero su respuesta llega pronto: "No quiero tu perdón. Ya no importa."

Las palabras son como cuchillos, y no puedo evitar que las lágrimas fluyan. Anya me abraza más fuerte, y aunque su apoyo es reconfortante, siento que el peso de la culpa y el arrepentimiento me están consumiendo.

—Lo siento, Anya. No sé qué hacer. Todo esto es tan complicado —le confieso, sintiéndome vulnerable y expuesta.

—Está bien, Tarah. Solo tienes que seguir adelante. Tómate tu tiempo, pero no dejes que esto te consuma. Hay más cosas en la vida que este dolor.

A medida que el reloj avanza y la noche se convierte en un susurro, sigo sintiendo que estoy atrapada entre el dolor y el deseo de redención. Cameron es parte de mi pasado, pero su odio me mantiene anclada a un tiempo que desearía poder olvidar.

La ansiedad se disipa lentamente, pero la angustia persiste. En esta nueva vida, las cicatrices del pasado siguen frescas, y aunque estoy rodeada de nuevos amigos y experiencias, el camino hacia la sanación se siente largo y solitario.

Sin embargo, tal vez el primer paso sea enfrentar la verdad. Tal vez, en algún lugar de esta tormenta, encuentre la paz que tanto anhelo.

La apuesta de los 100 días (Sin Editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora