Día 6

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Lunes, el día que más odiábamos ya que teníamos que volver a verle las caras a las personas en esta odiosa preparatoria, y peor si los odiábamos y para hacerlo peor para los que tuvimos un fin de semana loco.

La profesora de Química iniciaba su clase con la misma pregunta de los lunes: ¿Cómo pasaron su fin de semana? ¿Muchos besos? Nadie respondía porque todos sabían lo que habían hecho y todos sabían con quien se habían liado y sinceramente a los demás no nos importaba que habían hecho.

— Tarah, te odio — dijo Anya entre dientes.

— ¿Por qué? — le pregunté desconcertada.

— Timothée era mío ese día — se cruza de brazos y se siente delante de mí pupitre.

— Anya... — empecé a decir sintiéndome culpable.

Grandioso, James, jodiendo todo como siempre.

— Luego de que te fuiste, él también lo hizo — dijo Sophia interrumpiendo y me miró mal.

— Chicas tengo que decirles algo.

Ambas me miraron curiosas, tomé un lápiz que había sobre la mesa y comencé a decir con emoción y nerviosismo.

— Timothée quiere que tenga una cita con él — a Anya casi se le mete una mosca a la boca de tan abierta que la tenía

— ¿Qué? — me preguntaron las dos sorprendidas.

— Pues ayer me lo encontré en el centro comercial donde trabaja y me dijo eso.

— ¿Por qué a ti? — preguntó Anya y Sophia sin darle importancia a su pregunta, me tomó del brazo y me pregunta susurrando. — ¿Qué hay de Cameron?

— ¿Qué tiene?

— Yo quería que Timothée me invitara a salir — susurra Anya enojada y celosa.

— Tarah se supone que tienes que conquistarlo... — dejé el lápiz en la mesa y la miré.

— Teniendo una cita con Timothée es obvio que serán más que amigos y comenzarán a salir — Sophia terminó y Anya asintió de acuerdo con ella. — Creo que tendrás que negarle la cita — sugirió la asiática — ¿O quieres ser nuestra esclava cuando terminen los cien días?

— Señoritas ¿tienen algo que compartirle a la clase? — dijo la profesora Sallow y toda la clase gira sus cabezas para vernos.

— No, solo me estaban explicando un problema que no entendí. — le dije un poco nerviosa.

— Eso espero — contestó entrecerrando los ojos a nuestra dirección para después darse media vuelta y ponerse a escribir en el pizarrón.



Ya en mi casillero tomé mis cuadernos y dejé las cosas que no iba a necesitar, cerré mi casillero y la cara de Buchanan apareció después de haberlo cerrado.

— Hey — saludó sonriendo con esa característica sonrisa suya.

— Hola — respondí algo sorprendida.

Ya no traía los lentes oscuros con los que lo vi el domingo, debió de haberse puesto un poco de maquillaje para tapar el moretón.

— Quiero agradecerte, Sarah.

— Primero que nada, es Tarah y lo sabes y en segundo ¿Por qué? — pregunté viéndolo como si le hubiese salido un tercer ojo, él sonrió mientras yo me di vuelta y le puse el candado al casillero.

— Lo de la fiesta, llamaste a mi hermano y gracias a mi tuviste tu primer golpe por parte de un chico — rió.

— Eres un idiota.

La apuesta de los 100 días (Sin Editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora