Cameron
Desperté con una leve sensación de incomodidad. A mi lado, una chica de cabello castaño descansaba, abrazada a mí, envuelta solo en una delgada sábana. Su respiración era tranquila, ajena a mi presencia. Me levanté lentamente, procurando no hacer ruido, y me vestí con el mismo traje de la noche anterior. Mientras lo hacía, recordaba vagamente los eventos: la boda, la música, las risas... y las chicas. Ocho, tal vez diez, todas buscando mi atención, entregándome sus números como si fueran trofeos. No los necesitaba, nunca lo hacía. Los guardaba un rato y luego los desechaba.
—¿A dónde vas? —murmuró la chica adormilada desde la cama, su voz era apenas un susurro.
No respondí. Cerré la puerta tras de mí, sin mirar atrás. Jamás volvería a verla. Esa era mi forma de actuar, sin ataduras, sin complicaciones.
Caminé por los pasillos del lugar donde se había celebrado la boda. La fiesta había terminado, pero el desorden delataba la intensidad de la noche anterior. Afuera, el aire frío de la mañana me golpeó el rostro. Me subí al coche y conduje hacia casa.
Al llegar, Nick me recibió con una sonrisa burlona en los labios.
—Debiste pasar una buena noche anoche —comentó, al verme entrar.
—Excelente —respondí, dejando caer las llaves sobre la mesa—. ¿Y tú?
—Bien, conocí a una chica, pero a diferencia tuya, no me lié con ella —se rió.
—Oh, tal vez era la misma —dije sarcástico, sin mucho interés.
Nick negó con la cabeza y, con una sonrisa, añadió:
—No, ella se llama Cissy. Ah, y por cierto, las chicas con las que te acostaste fueron diez.
—Ocho —corregí, dejándome caer en el sillón.
—Diez, te lo aseguro. Las conté.
—Claro —respondí sin darle importancia, cerrando los ojos.
—¿No me crees? —dijo levantando mis piernas para hacer espacio y sentarse.
—No.
—Las conozco a todas —insistió.
—Ajá, como digas.
Hubo un silencio breve, hasta que Nick lanzó una observación que me hizo abrir los ojos.
—Lo que me sorprende es que, de todas esas chicas, ninguna fue la que te salvó en la playa...
Tarah. Su nombre resonó en mi cabeza como una campanada, aunque lo mencioné con indiferencia.
—Oh sí, Tarah —Nick continuó—. Es buena chica. Ayer estuvimos hablando.
Fruncí el ceño, sin poder evitar sentir una punzada de molestia.
—¿Hablando de qué?
—De cómo sería estar en una relación, ambos.
Me incorporé, ahora completamente interesado.
—¿Qué? —pregunté con el tono subiendo de golpe—. ¿Hablas en serio?
Nick se rió alzando las manos.
—Relájate, hermanito. Era una broma, solo quería ver si te importaba.
Me hundí de nuevo en el sillón, tratando de ocultar mi irritación.
—No es para tanto —murmuré, aunque sabía que me había molestado.
—Es buena persona, eso es todo. No te preocupes —dijo Nick, y luego, con una sonrisa burlona, añadió—. Aunque, claro, parece que te afecta más de lo que crees.
—La chica solo quiere liarse conmigo porque soy lindo —dije, evitando su mirada.
Nick se rió a carcajadas.
—¿Tú, lindo? ¡Qué egocéntrico eres!
—Hablo en serio. Me lo dijo.
Nick dejó de reírse, pero aún sonreía.
—Bueno, a mí no me dijo nada de eso. De hecho, solo mencionó que eres un patán.
—Eso te dijo a ti. A mí me dijo otra cosa —repliqué, encogiéndome de hombros.
Nick me miró pensativo por un momento.
—Es linda. Podrías estar con ella si quisieras.
—Ya te lo he dicho, no soy una persona de relaciones.
—Lo sé, lo sé. Era solo una idea. Además, no creo que esté tan interesada en ti. Ayer mencionó a un chico que le gusta.
Sentí una punzada de celos, aunque no estaba seguro de por qué.
—¿De verdad? —pregunté, tratando de sonar indiferente.
Nick me observó con curiosidad.
—¿Estás interesado en ella o no? Porque actúas como si no te importara, pero cuando menciono su nombre, parece que te cambia el ánimo.
Lo miré fijamente, antes de responder.
—¿Quieres saber la verdad? No, no me interesa en lo absoluto.
Dicho eso, me levanté y me dirigí a mi habitación. Las chicas de la noche anterior eran solo un borrón en mi memoria, y el cansancio me pesaba en los ojos. Pero, por alguna razón, el nombre de Tarah seguía revoloteando en mi cabeza.
ESTÁS LEYENDO
La apuesta de los 100 días (Sin Editar)
Romance¿Qué pasaría si tus amigas y tú hicieran una apuesta para humillar a uno de los playboys de la preparatoria? Pues eso hice yo junto a mis amigas. Debo enamorarlo en cien días, pero yo no debo enamorarme. se rumorea que él es peligroso y a mi me gust...