Dia 97

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El fin de semana había pasado lentamente, llena de momentos tensos y silencios incómodos. Mi madre había tratado de mantener las cosas lo más normales posible, pero no podía evitar el nudo en mi estómago cada vez que veía su sonrisa. La verdad era que estaba cansada de tratar de ignorar lo evidente: ella seguía en contacto con Cameron, y eso me enfurecía.

Era una tarde nublada cuando decidí que era el momento de enfrentarla. La casa parecía más pequeña de lo que recordaba, y cada rincón me recordaba el pasado que estaba tratando de dejar atrás. El aroma a comida casera apenas lograba ocultar la tensión que flotaba en el aire.

—Mamá, necesitamos hablar— dije, mi voz firme mientras entraba en la cocina donde ella estaba preparando la cena.

Ella se volvió, con una cuchara de madera en la mano. —Claro, cariño. ¿Sobre qué?— preguntó, con una expresión que intentaba ser relajada.

—Sobre Cameron— respondí, cruzando los brazos en un gesto defensivo. —No puedo creer que sigas en contacto con él.

Su expresión cambió instantáneamente, como si hubiera sido golpeada por una ráfaga de viento helado. —¿Qué quieres que haga, Tarah? Él se preocupa por ti. Después de lo de la apuesta, pensé que sería bueno que mantuviera una relación— respondió, su tono un poco defensivo.

—¿Y por qué no puedes ver lo perjudicial que es esto para mí? Cameron fue parte de esa apuesta que me lastimó— repliqué, sintiendo la frustración burbujear en mi interior. —No puedo avanzar si lo tienes aquí cada semana como si nada hubiera pasado.

—No puedes culpar a Cameron por lo que ocurrió. Fue una decisión tuya, Tarah. Ambas partes tuvieron su papel en eso— dijo mi madre, sus ojos llenos de decepción.

—¿Así que ahora me estás echando la culpa?— respondí, sintiendo que mi corazón se aceleraba. —No puedo creer que no entiendas lo que siento. Esto no se trata solo de una apuesta. Se trata de mis sentimientos, de mi salud mental. De lo que él representa en mi vida.

Ella suspiró, mirando hacia el suelo antes de encontrarme de nuevo con la mirada. —Solo estoy tratando de hacer lo mejor para ti. No quiero que te sientas sola.

—No estoy sola. Estoy con Mike. Y eso debería ser suficiente. Pero tú estás arruinando las cosas al seguir en contacto con Cameron— le dije, sin poder contenerme.

—Mike es un buen chico, pero no es lo mismo. No puedes simplemente reemplazar lo que tuviste con Cameron con alguien más— dijo, como si las palabras se le escaparan sin pensar.

—¡No estoy tratando de reemplazar a nadie!— grité, sintiendo que las lágrimas amenazaban con brotar. —Estoy tratando de dejar atrás a alguien que me hirió, y tú estás haciéndolo más difícil.

—¡Y tú no te das cuenta de cuánto daño le estás haciendo!— exclamó, su voz comenzando a elevarse también. —No puedo simplemente sacarlo de mi vida porque tú lo desees. Cameron ha sido parte de esta familia durante mucho tiempo.

—¡Eso no importa!— respondí, sintiendo que la rabia se apoderaba de mí. —Él no debería ser parte de mi vida después de lo que pasó. ¡No te das cuenta de cuánto daño me hizo!

—¡Y tú no te das cuenta de cuánto ha cambiado!— exclamó, su voz llena de frustración. —No todo en la vida es blanco y negro, Tarah. Las personas cometen errores.

—¡No!— le grité, sintiendo que la rabia me invadía. —No puedo seguir escuchando esto. No me entiendes. No has estado en mi lugar. No sabes lo que es tener que vivir con el peso de esa apuesta, de esa traición.

La cocina se llenó de un silencio pesado, ambos respirando con dificultad. Sabía que había cruzado una línea, pero en ese momento, todo lo que quería era que entendiera mi dolor.

—Me voy— dije finalmente, dándome la vuelta. La decisión salió de mis labios con una claridad sorprendente.

—¿Adónde vas?— preguntó mi madre, su voz ahora llena de preocupación.

—De regreso a la universidad. Necesito espacio para pensar— respondí, sintiendo cómo la ira se me apoderaba.

—¿No puedes quedarte un poco más?— insistió, su tono lleno de súplica.

—No. Necesito tiempo lejos de esta situación. Lejos de Cameron, de ti, de todo esto— respondí, abriendo la puerta con fuerza. —No puedo seguir así.

Salí de la casa y cerré la puerta tras de mí, sintiendo el aire fresco en mi rostro. Cada paso que daba hacia mi auto me liberaba un poco más de la frustración que había acumulado.

Cuando finalmente llegué al auto, me senté en el asiento del conductor y respiré profundamente. Estaba furiosa, dolida y completamente exhausta. Mi madre no entendía, y la verdad era que yo tampoco sabía cómo hacer que lo entendiera. La única salida que podía ver era volver a la universidad, donde al menos tenía a Mike y un nuevo comienzo.

Arranqué el motor y, mientras me alejaba de la casa, sentí que un peso se aliviaba de mis hombros. Era un primer paso hacia la independencia, hacia mi propia verdad. No sabía lo que me esperaba, pero estaba decidida a enfrentar lo que viniera.

La apuesta de los 100 días (Sin Editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora