La mañana después de la confrontación con Cameron, un nudo en mi estómago no me deja en paz. Las palabras de Cameron retumban en mi mente, y cada vez que intento despejarlas, solo crecen más. Decido que tengo que hablar con Anya; necesito su apoyo y consejo.Cuando llego a su casa, el sol brilla intensamente, pero mi corazón está cubierto por nubes oscuras. Al abrir la puerta, Anya me recibe con una sonrisa que se apaga al ver mi expresión.
—¿Qué sucede? —pregunta, su preocupación evidente.
—Cameron me dijo que no iba a perdonarme. Que necesitaba tiempo —respondo, la tristeza en mi voz contrasta con la vibrante luz del día.
Anya frunce el ceño, como si intentara comprender lo que está pasando. En ese momento, Fred, el amigo de Cameron, entra en la sala. Su expresión se torna seria al verme.
—Tarah, ¿estás bien? —pregunta, acercándose un poco.
—No realmente —admito, sintiendo el peso de la decepción.
—Cameron apostó con algunos amigos que podría hacer que te enamoraras de él en 100 días, que caerías como una más del montón —dice Fred, su tono grave resuena en la habitación.
Mis ojos se abren como platos, la incredulidad y el dolor se apoderan de mí.
—¿Qué? ¿Eso fue su apuesta? —exijo, sintiendo que el aire se me escapa.
—Sí. Era un juego para él, algo que no pensó que se volvería serio —confiesa Fred, su expresión es una mezcla de pesar y comprensión.
Un torrente de emociones me inunda. La traición se siente como un puñal en mi pecho.
—¿Tú también eras parte de esa apuesta? —pregunto, mi voz temblando de rabia.
—No, no. Solo supe de esto porque lo escuché hablar. Nadie pensó que esto podría doler, al menos no al principio —responde Fred, su tono defensivo.
—¿Cómo pueden jugar con los sentimientos de alguien así? —mi voz se alza, desbordando frustración—. Cameron me hizo creer que lo nuestro era especial, y ahora entiendo que era solo un juego para él.
Anya se acerca, tratando de calmarme.
—Tarah, no te dejes llevar por la ira. Cameron es un idiota, pero eso no significa que no sienta nada por ti. Tal vez las cosas cambiaron para él.
—¡¿Cambiar?! —grito, la ira burbujeando en mi interior—. Me usó y ahora está aquí haciéndose la víctima.
Con una mezcla de determinación y dolor, decido confrontarlo.
—Voy a hablar con él. Necesito que sepa que no voy a dejar que me manipule más.
Al salir de la casa de Anya, siento que cada paso me acerca más a lo inevitable. Camino hacia la casa de Cameron con una mezcla de ansiedad y resolución.
Al llegar, toco el timbre. La señora Buchanan me abre la puerta.
—Tarah, ¿qué te trae por aquí? —pregunta, su voz suena preocupada.
—Necesito hablar con Cameron —respondo, el nudo en mi estómago se intensifica.
Ella asiente y me lleva hacia su habitación. Al tocar la puerta, siento que el tiempo se detiene.
—Cameron, soy yo, Tarah —digo, mi voz firme.
—No quiero hablar contigo —responde su voz desde adentro, dura y fría.
—¿Por qué? ¿Para seguir haciéndote la víctima? —pregunto, sintiendo que la frustración explota dentro de mí.
—No tengo nada que decirte —replica.
—¿En serio, Cameron? ¿Te parece justo seguir con esta farsa? —digo, la ira pulsando en mis venas—. Eres tú quien ha estado jugando conmigo.
Un silencio tenso se establece antes de que la puerta se abra lentamente. Cameron aparece, con una mezcla de sorpresa y desdén en su rostro.
—¿De qué estás hablando? —pregunta, pero no estoy dispuesta a dejarlo escapar.
—De la apuesta que hiciste. Me usaste como un peón en tu juego —mi voz tiembla con el dolor acumulado—. Creí que éramos especiales, y resulta que todo fue parte de una apuesta.
Sus ojos se abren en incredulidad, como si no pudiera entender lo que estoy diciendo.
—¿Cómo te enteraste? —pregunta, su voz un eco de confusión.
—Fred me lo dijo. Me hiciste creer que lo nuestro significaba algo, y ahora entiendo que solo eras un chico más, jugando con mis sentimientos —mi voz se quiebra, pero sigo firme.
—No era solo una apuesta para mí. Al principio, sí, pero después... me importaste —intenta explicarse, pero no puedo dejar que eso me detenga.
—¿Y eso lo justifica? No puedes hacer esto y luego intentar actuar como si fueras la víctima. Tú me traicionaste de la misma manera —replico, sintiendo que la rabia se convierte en un torrente de dolor—. Estás tratando de girar la situación a tu favor, y no voy a permitirlo.
La mirada de Cameron se torna seria, pero en sus ojos hay algo más: una lucha interna.
—No lo quise hacer así. Cuando empecé, no pensé que llegaría a sentir algo por ti —dice, su voz ahora más baja, casi vulnerable.
—¿Eso lo hace mejor? —interrumpo—. No, Cameron. Lo que hiciste fue cruel, y no puedo dejar que me uses nuevamente.
Él se queda en silencio, el peso de sus acciones en el aire entre nosotros.
—No espero que me perdones. Solo quería que supieras que me importabas —murmura, su voz temblando ligeramente.
—¿Importarme? —replico, mi ira aún presente—. Si realmente te importara, no habrías hecho esto. No quiero oír más excusas. La confianza está rota, y no hay vuelta atrás.
Su expresión se oscurece, como si la realidad finalmente lo estuviera golpeando.
—Está bien, si eso es lo que sientes. No puedo cambiar lo que hice. Solo espero que encuentres a alguien que te valore de verdad —dice, su tono ahora frío.
—Eso espero —respondo, sintiendo que cada palabra es una despedida.
Salgo de su casa con el corazón pesado, la decepción y el dolor entrelazados, pero decidida a no volver a caer en sus juegos. He aprendido la lección: ya no seré una pieza en su tablero.
La lucha por encontrar mi propio camino ha comenzado, y estoy lista para enfrentar lo que venga, con la certeza de que no necesito a alguien que me trate como un juego.
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La apuesta de los 100 días (Sin Editar)
Romantik¿Qué pasaría si tus amigas y tú hicieran una apuesta para humillar a uno de los playboys de la preparatoria? Pues eso hice yo junto a mis amigas. Debo enamorarlo en cien días, pero yo no debo enamorarme. se rumorea que él es peligroso y a mi me gust...