La música resonaba en la casa, llenando el aire con risas y conversaciones animadas. Anya, con su energía contagiosa, me había convencido de venir a esta fiesta. Mientras caminábamos hacia la entrada, un torbellino de emociones me envolvía. La idea de socializar me emocionaba y aterraba al mismo tiempo. Sabía que era una oportunidad para salir de mi caparazón, pero el peso de mis pensamientos sobre Cameron me seguía persiguiendo.
Anya se dirigió a la mesa de bebidas, sirviéndose un poco de ponche. —Vamos, esto te ayudará a relajarte—, dijo, sonriendo. Yo le seguí el juego, sirviéndome también un vaso. Mientras dábamos sorbos, la música me envolvía, y la atmósfera festiva parecía prometer un momento de alegría.
Nos acercamos a un grupo de chicos, y fue entonces cuando me presentó a Mike. Era un chico alto, con cabello rizado y desordenado que caía sobre su frente. Sus ojos azules brillaban con un destello de curiosidad, y una sonrisa amplia y sincera iluminaba su rostro. Llevaba una camiseta ajustada que resaltaba sus hombros anchos y un par de jeans que se ajustaban bien a su figura atlética. Había algo en su postura relajada y segura que me hacía sentir a gusto.
—¿Cómo se llaman las nuevas en la ciudad?— preguntó, su voz resonando a través de la música.
—Soy Anya y ella es Tarah—, respondió mi amiga, mientras Mike extendía su mano en un saludo. Su calidez era un alivio. A medida que hablábamos, me di cuenta de que tenía un sentido del humor contagioso. Sus historias sobre la escuela secundaria hacían que me riera genuinamente, un cambio refrescante en mi habitual tristeza.
A medida que la conversación se desarrollaba, sentí una chispa de conexión con él. Era un alivio estar con alguien que no me recordara a Cameron, al menos por un momento. Mike me hacía sentir vista, como si realmente le importara conocerme. Hablamos sobre nuestras clases y sueños, y cada risa compartida me hacía olvidar, aunque sea por un instante, el dolor que llevaba en mi pecho.
Sin embargo, mientras disfrutaba de su compañía, la realidad no tardó en golpearme. En un instante, la puerta se abrió y entró Cameron. Mi corazón se detuvo, un frío recorrió mi cuerpo al verlo. Aún no estaba lista para enfrentar la historia que compartíamos. Sus ojos se encontraron con los míos, y sentí cómo la felicidad que había construido con Mike se desmoronaba. La sonrisa de Cameron se desvaneció, reemplazada por una fría indiferencia que me desgarró por dentro.
—¿Estás bien?— preguntó Mike, notando mi cambio de ánimo. Intenté sonreír, pero no pude evitar mirar hacia Cameron de nuevo.
—Sí, solo... necesito un momento—, le dije, sintiendo que la ansiedad empezaba a apoderarse de mí.
—Voy a buscar algo de beber. ¿Te traigo algo?— preguntó Mike con una amabilidad genuina en su voz.
—Sí, gracias—, respondí, aliviada de tener un momento para respirar. Mientras Mike se alejaba, la presión en mi pecho se intensificaba. Tomé aire, tratando de calmarme, pero mis pensamientos seguían regresando a Cameron.
Decidí salir al patio trasero para tomar aire fresco. La noche era tranquila, y el murmullo de la fiesta se sentía a lo lejos. Mientras respiraba hondo, intentaba calmarme. La mezcla de emociones era abrumadora: la culpa, la tristeza y ahora, el nuevo interés que había sentido por Mike.
El sonido de mi teléfono me sacó de mis pensamientos. Era un mensaje de Anya. —¿Estás bien? Salí a buscarte—.
Me sentí un poco más tranquila, sabiendo que mi amiga estaba atenta a mí. Sin embargo, la sensación de vacío regresó al pensar en Cameron. En ese momento, me di cuenta de que necesitaba enfrentar lo que sentía, no solo por él, sino también por mí misma. La fiesta continuaba, las risas y las luces seguían brillando, y aquí estaba yo, en un rincón del mundo, tratando de encontrar mi lugar.
Cuando volví al interior, las risas llenaban la sala. Anya estaba de pie cerca de la mesa, hablando animadamente con un grupo. Mike me sonrió al verme entrar y mi corazón dio un vuelco. Era un nuevo comienzo, o al menos eso quería creer. Mientras caminaba hacia ellos, me pregunté si podría realmente dejar atrás lo que había pasado, o si siempre cargaría con ese peso, atrapada entre el dolor del pasado y la promesa de un futuro incierto.
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La apuesta de los 100 días (Sin Editar)
Romance¿Qué pasaría si tus amigas y tú hicieran una apuesta para humillar a uno de los playboys de la preparatoria? Pues eso hice yo junto a mis amigas. Debo enamorarlo en cien días, pero yo no debo enamorarme. se rumorea que él es peligroso y a mi me gust...