Día 1

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Leah no se había tomado tan mal lo de la apuesta, pero dijo que igual saldría con Cameron ya que ella siempre había querido salir con alguien como él, lo demás se lo tratamos de explicar delicadamente, ella era un poco sensible por lo que no queríamos hacerla llorar.

El timbre sonó y la hora de acercarme y hablarle al gran Cameron Buchanan, nótense el sarcasmo, había llegado, me dirigí a su casillero y recargué mi espalda contra la puerta.

Vaya, jamás habría imaginado que estaría a punto de establecer una conversación con uno de los chicos más odiosos de la prepa.

En verdad no soportaba a Buchanan, con su típica sonrisa de "Puedo conseguir lo que me plazca" y su estúpido tono seductor. Ugh. Además, jamás había coqueteado con un chico para cumplir una patética apuesta, pero siempre había una primera vez para todo, supongo.

Los minutos pasaban y Cameron no se había acercado a su casillero, cosa que me extrañó.

— ¿Qué haces aquí? — preguntó Anya llegando a mi lado.

Di un salto asustada por su repentina aparición.

— Vete, Anya — murmuré — estoy esperando al idiota de Buchanan.

— Tarah — me llamó, pero yo hice un ademán de callarla.

— Anya, vete, no es buen momento.

— Tarah....

— Anya — la miré con enfado — ya vete de aquí.

— Joder, James, más idiota y no naces — habló, la molestia era notable en su voz — Buchanan no está aquí, además este no es su casillero — me tomó del brazo y me haló por todo el pasillo hasta llegar a las canchas.

— ¿Cómo sabes que él está aquí? — pregunté desconfiada y ella rodó los ojos con cierta diversión.

— Primero que nada, todos en la escuela lo saben, y en segundo, se supone que debes aprenderte sus horarios para enamorarlo.

No podía creer que fuera demasiado tonta como para no preguntar donde se encontraba él.

— Bien, bien — la silencié antes de que se pusiera a parlotear — si ese no era su casillero ¿De quién era?

— De Frank Davies, el chico raro que se sienta en frente de la profesora Jones.

— Ah — articulé y me puse a examinar el lugar en busca de Cameron.

— Está detrás de las escaleras, ya ve a hablarle — la pelirroja me empujó antes de que pudiera decir algo.

Caminé rápidamente esquivando a uno que otro estudiante, mientras trataba de no perderlo de vista, cuando ya estaba más cerca de él, bajé el ritmo. Su mirada chocó con la mía y esbozó una sonrisa seductora, rodé los ojos mentalmente, esa estúpida sonrisa que funcionaba para que las chicas cayeran a sus pies.

— Hola — puse mí mejor sonrisa.

Espero que mi desinterés no se note.

— Hey — le hizo una seña con la mano a su amigo para que se marchara y él obedeció — soy Cameron — se presentó para después examinarme con la mirada mientras en su cara apareció una sonrisa ladina.

— Tarah — respondí mientras veía a su amigo alejarse.

— ¿Cómo estás?

— Bien ¿y tú? — pregunté con cortesía, en verdad no me interesaba.

— Pues bien — dijo sin quitar su sonrisa.

Estaba demasiado nerviosa, las palmas de las manos me sudaban, mis piernas estaban temblorosas y mi sonrisa "coqueta" se había vuelto una nerviosa.

¿Qué rayos te pasa, James?

— Me acerqué a ti por una buena razón — dije después de que un silencio incómodo llegara.

— ¿Ah sí? ¿Cuál?

El siguió sonriendo.

¿Qué acaso no se cansa?

Las ganas de darle un puñetazo en esa sonrisa colgate me invadieron completamente, pero lastimosamente descarté esa opción, si quería enamorarlo debía evitar esta clase de pensamientos.

—Pues yo.... emm..... — vamos, Tarah, piensa en algo — Necesito tú teléfono.

— ¿Qué? — sonrío confundido mientras se peinaba ligeramente el cabello hacia atrás.

Mis nervios aumentaron.

— Si, es que quiero ver la marca — dije rápidamente y antes de que pudiera decir algo volví a hablar — Verás, es que ese celular se lo quiero regalar a mi abuela y quiero saber qué modelo es.

Ay no ¿Pero qué clase de escusa había sido esa? En definitiva, si hubiera un premio a la excusa más estúpida del mundo, yo habría ganado el primer lugar con esta excusa.

Cameron quería reírse, lo notaba en su cara, pero no lo hizo, cosa que agradecí, no resistiría la humillación. Él estaba a punto de contestarme algo, pero Dante, su amigo, lo interrumpió.

— Cam, iremos a la casa de Payton, hará una fiesta — dijo él llamando su atención — ¿Vienes?

— Claro — le sonrió al pelinegro y dirigio su mirada hacia mi — fue un placer hablar contigo, Sarah, pero debo irme — dijo dándome una última mirada, después corrió hacia el grupo de chicos.

— ¡Es Tarah! — exclamé, pero él ya se encontraba demasiado lejos como para escucharme, solté todo el aire que llevaba reteniendo desde que me había acercado a él, cuando de repente escuché aplausos detrás de mí, giré ligeramente la cabeza encontrándome con Sophie.

— Ella era Tari, tarita, la tierna jitomatito, que no sabía hablar con chicos — canturreó posicionándose a mi lado.

— Tonta — le saqué la lengua de manera infantil.

— Graciosa — dijo con sarcasmo mientras me despeinaba.

— Fue muy patético lo sé — admití hablando sobre lo que acaba de presenciar.

— Lo fue, Tar, debes enamorarlo, no ahuyentarlo — suspiró con cansancio mientras se sobaba la sien.

— En mi defensa, yo siempre flirteo con chicos en fiestas — hice una pequeña pausa y continue — Cuando hay alcohol en mi sistema y eso.

— Claro, claro — sus ojos brillaron con diversión.

— No lo entiendo — dije y ella me miró confundida — ¿Cómo es que Leah pudo conseguir una cita con él?

— Son compañeros en clase de Química — contestó mordiendo una manzana roja.

— Con razón — me rasqué la nuca nerviosamente.

Necesitaba elaborar un buen plan para poder acercarme a él sin parecer una idiota sin cerebro.

— Ven, vamos a clase — me haló de la mano. 

 

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La apuesta de los 100 días (Sin Editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora