Dia 95

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Era una tarde de otoño, y la luz dorada del sol se filtraba a través de las ventanas de nuestra habitación. Anya estaba sentada en su cama, rodeada de libros y apuntes, mientras yo trataba de organizar mis pensamientos. La tensión en el aire era palpable, y sentí que había algo que quería discutir.

—Oye, Tarah, ¿puedo preguntarte algo?— dijo Mike, quien había estado sentado en la silla junto a mi escritorio, mirando sus notas de clase. Había estado trabajando en un proyecto, pero su atención ahora estaba completamente en mí.

—Claro, ¿qué pasa?— respondí, sintiendo que su mirada intensa despertaba mi curiosidad.

—He estado pensando en ti, en cómo te has sentido desde que llegamos a la universidad. ¿Por qué no hablas mucho de tu papá?— preguntó, su voz era suave, pero la pregunta me tomó por sorpresa.

Me quedé en silencio un momento, sintiendo que las palabras se acumulaban en mi garganta. Hablar de mi padre siempre había sido un tema delicado, lleno de recuerdos dolorosos y confusos. Finalmente, decidí que era hora de abrirme, al menos un poco.

—Mis padres... tuvieron problemas durante años. Cuando era más joven, no lo entendía del todo, pero a medida que crecí, vi cómo las peleas se volvieron más frecuentes— comencé, recordando momentos de mi infancia que ahora se sentían tan lejanos. Las discusiones a menudo comenzaban con un tono suave, pero rápidamente se convertían en gritos, en frases cortantes que perforaban el aire. En esos días, me sentía como una espectadora en su propia vida.

—¿Y por qué tu papá se fue tan de repente?— insistió Mike, observando cada matiz de mi expresión.

Suspiré, intentando organizar mis pensamientos. —Un día, simplemente tomó sus cosas y se fue. No lo vi venir. Recuerdo que estaba en la escuela y mi mamá me llamó para decirme que él ya no volvería. Era como si todo se desmoronara de repente. No entendía por qué no pudimos resolverlo, por qué no habló conmigo. No tenía idea de que estaba tan mal.

—Eso debe haber sido muy difícil de aceptar— comentó Mike, inclinándose un poco hacia adelante, mostrando interés genuino.

—Lo fue. Pasé días esperando que regresara, como si fuera una especie de malentendido que se resolvería solo. Pero no pasó. Mis amigos no sabían qué decirme. ¿Cómo se le explica a un niño que su padre se ha ido?— respondí, sintiendo que la emoción comenzaba a brotar. Las imágenes de mi niñez, de las noches en que me quedaba despierta esperando que él volviera a casa, volvieron a mi mente.

—¿Y cómo te sentiste cuando tu mamá comenzó a salir con otra persona?— preguntó, su curiosidad genuina contrastaba con el dolor que me evocaba la pregunta.

Me detuve un momento para pensar en la pregunta. La transición había sido confusa y dolorosa. —Al principio, me sentí traicionada. Era como si ella estuviera reemplazando a mi papá y, de alguna manera, a mí también. Pero después, a medida que pasó el tiempo, traté de entender que cada uno estaba buscando su propio camino. Aún así, esa sensación de pérdida nunca se fue del todo. Siempre quedará esa pregunta sin respuesta sobre por qué no lucharon por su matrimonio— le confesé, sintiendo que abrirme a Mike era un pequeño alivio, aunque el peso de mis recuerdos seguía ahí.

Mike asintió, comprendiendo la profundidad de mi dolor. —¿Alguna vez te sentiste capaz de hablar con tu papá sobre lo que pasó?— preguntó, curioso.

—No, nunca. A veces quería hacerlo, pero el miedo y el rencor me detenían. Temía que si lo veía, todo el dolor y la traición volverían— confesé, sintiendo que mi corazón se apretaba al pensar en esa posibilidad. Era como abrir una herida que nunca había sanado por completo.

—A veces, hablar sobre las cosas puede ayudar. No tienes que enfrentarlo sola— dijo Mike, su voz llena de comprensión y empatía.

—Lo sé, pero a veces es difícil de aceptar— respondí, sintiendo que el dolor seguía presente. Cada vez que pensaba en mi familia, la confusión se apoderaba de mí.

—¿Te gustaría que te acompañara algún día a ver a tu mamá?— sugirió, su tono era serio pero cálido. —Podríamos hacer de eso un pequeño viaje, algo que te ayude a cerrar ese capítulo.

Su propuesta me tomó por sorpresa. Nunca había considerado la idea de volver a hablar con mi madre sobre lo que sucedió con mi papá, pero la idea de no estar sola en ese proceso me hacía sentir un poco más segura. —Quizás... tal vez— murmuré, sin saber si realmente estaba lista para dar ese paso.

Mike sonrió, y en su expresión había una chispa de comprensión y apoyo. —No te presionaré. Pero cuando estés lista, aquí estaré— dijo, y su amabilidad me llenó de gratitud.

—Gracias, Mike. Eso significa mucho para mí— respondí sinceramente, sintiendo que su amistad era un pilar en medio de la tormenta.

—A veces, los amigos son la familia que elegimos— dijo, y esas palabras resonaron en mí. Mientras el sol se ponía y la habitación se sumía en la penumbra, supe que no estaba sola en este viaje. Aunque el pasado me seguía, tenía a Mike a mi lado, y eso me daba la fuerza que necesitaba para seguir adelante.

Con el tiempo, tal vez podría enfrentar la verdad de lo que había sucedido con mi padre y sanar esas viejas heridas. Al final de la conversación, la sensación de alivio y liberación era palpable, y supe que, poco a poco, estaba comenzando a abrirme a la posibilidad de sanar.

La apuesta de los 100 días (Sin Editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora