Capítulo 3.

7.6K 518 28
                                    


SARAH.

Así que aquí estoy yo, caminando en un tramo desolado de carretera 5 meses después de la Bajada, con Somewhere caminando a mis pies. Viajar de día es mucho más seguro. Bueno, todo lo seguro que puede ser. Podía ver si los ángeles se acercaban por el cielo, y si lo hacían demasiado, ¡zasca!, disparo de ballesta, pajaritos. Además, necesitaba estar consciente para percibir la Corriente.

Así es como la llamaba yo. Era capaz de leer los mensajes telepáticos que se enviaban los ángeles unos a otros. Lo llamaba la Corriente porque daba la sensación de ser, ejem, bueno, una corriente de mensajes y órdenes que se enviaban entre ellos. Era una habilidad que ya tenía antes de la Bajada, pero que había sido puesta en práctica tan pocas veces hasta ahora, que había dudado seriamente de su existencia.

Gracias a la Corriente, probablemente era el humano con más información sobre los ángeles. Para empezar, no eran los seres puros y perfectos que nos habían hecho creer. Por lo que había llegado a "oír", estaban en continua guerra con los Desterrados, fueran quienes fueran . No sé. Yo los veía todos iguales. Con alas y demasiado ego.

Y desgarradoramente bellos. Sus facciones parecían estar esculpidas en su piel tersa y brillante, trabajadas hasta alcanzar la perfección. Pómulos marcados, labios sugerentes. Ojos de colores imposibles, desde el amatista hasta un dorado cautivador. Altos, musculosos pero con curvas, cuerpos hechos para la lucha pero para moverse de forma elegante.

Vaya mierda, ¿no?

Ver que toda esa hermosura solo había matado y matado y matado. No dejaba de preguntármelo. ¿De dónde surgió la idea de que los ángeles eran los buenos? Maldita sea. No sé quien fue más estúpido, si quien lo dijo, o quien le creyó. ¿Qué tenía de real la Biblia? ¿Dónde demonios estaba Dios para controlar este infierno?

Hey, Dios. Mira hacia abajo, guapo. Lo tienes todo bastante descontrolado por aquí.

Lo cierto es que yo lo supe la primera vez que vi a uno, con seis años. Él...

Bueno, digamos que él es la razón por la que estoy caminando por la carretera. Por la que aferro todas las noches mi colgante y maldigo a cada uno de los seres que bajaron en picado con sus alas relucientes. Por la que me quedo despierta todas las noches, temiendo dormirme por si no logro escuchar algún mensaje de la Corriente. Por la que siempre estoy atenta a ella, conteniendo el aliento por si encuentro alguna pista sobre la ubicación de alguno de ellos... Y poder rastrearlos y matarlos.

Aunque no sin antes preguntarles.

"¿Quién de vosotros mató a Eve Schwartz, capullos?"

ALEX

Llevaba observándola desde hacía semanas. Necesitaba esas flechas.

Al principio, cuando sentí todo el Akasha que llevaba encima, pensé: "Esta chica va a acabar muerta."

Hasta que me di cuenta que muchos ángeles acababan muertos a causa de ella.

Hasta donde yo sabía, muy pocos humanos sabían que el Akasha era lo único que podía acabar con los ángeles. Habían algunos que traficaban con ese metal, pero todos eran Desterrados.

Aquel metal abundaba de dónde se habían forjado todas las armas, pero aquí solo se encontraba aquel que había sido traído de El Hogar, el lugar de dónde habían Bajado los ángeles. El de flechas, dagas, espadas, armaduras y escudos, la gran mayoría.

La chica había sido lista: sólo cogía de los cadáveres las flechas, armas ligeras y fáciles de transportar. Había conseguido una ballesta de metal humana -no estaba seguro de querer saber de dónde se la había sacado-: mucho mejor que un arco de ángel, que era más difícil de manejar. Además, permitía disparar desde mucha más distancia con más precisión. A parte de las flechas, solo tenía dos dagas gemelas de Akasha, una enfundada en su cinturón y el otro en su muslo (aunque recientemente en su bota llevaba un cuchillo de acero inoxidable).

Creía que era para traficar con el metal con los Desterrados, hasta que me di cuenta de que mataba tanto a ángeles como a Desterrados con alas. No tenía ni idea de si no notaba la diferencia o le daba igual.

La cuestión era cómo. Cómo los rastreaba. Los ángeles se pasaban la mayor parte del día en el cielo; las posibilidades de encontrar a uno de ellos en tierra -si no eran ellos los que te habían encontrado a ti-, eran ínfimas. Estaba claro que era una Quimérica, y que por eso era inmune al Espejo.

Ya había acabado con seis ángeles en el tiempo que llevaba vigilándola. Necesitaba el metal. A mí, a diferencia de ella, sí que me interesaba hacer un trato con los Desterrados. Y necesitaba una moneda de cambio, como por ejemplo, un montón de armas de Akasha.

Otra posibilidad que había considerado al verla por primera vez... era si ella misma era una Desterrada. Conocía muchas humanas hermosas, pero sabía que su rostro no podía proceder de simples genes humanos. Era demasiado... Perfecta. Angélica. Estaba acostumbrado a la belleza, pero verla en una humana era... diferente.

No sabía qué era, ni quién era, pero necesitaba esas armas si quería conseguir mis alas de nuevo. 

Ángeles en el infierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora