Cuando el padre Elijah y el Coronel Schreider nos dejaron en la enfermería -el lugar donde yo había despertado-, tan sólo quedaban 10 minutos para que se apagaran las luces.
El padre Elijah vendó meticulosamente las heridas, con una experiencia patente en la rapidez y exactitud de la acción. Aquel hombre era tan enigmático que parecía sacado de una película. El Coronel Schreider se limitaba a observarnos a los tres desde la pared, con los brazos cruzados. El padre Elijah parecía totalmente ajeno a su hostilidad, pero yo notaba con total perfección cómo la tensión iba subiendo gradualmente en el ambiente.
El Coronel Schreider ya era un hombre imponente de por sí. Debía medir algo más de 1'90, pero estaba claro que rondaba los 95 kilos de puro músculo. Tenía una espalda enorme, unos hombros enormes, unas manos enormes. Al cruzarse de brazos lo único que hacía era aumentar su pectoral. Tenía una cara algo redonda, con las mejillas recubiertas por una barba que apostaba que en el pasado se había afeitado meticulosamente. Nariz ancha, labios finos y arrugas en la frente y en las comisuras de sus ojos, me imagino que por la continua preocupación. El pelo de castaño oscuro lo llevaba con un corte básico, e iba vestido con uniforme militar. Sus botas estaban tan limpias que reflejaban la luz.
Miraba fijamente la espalda del padre Elijah, y por su expresión, parecía estar repasando en su cabeza la lista de métodos de tortura enseñadas en el ejército. Estaba segura de que en cuanto se fueran de allí, iban a tener una larga charla. Era obvio que tenía muchas cuestiones que aclarar con él, pero si le preguntaba delante mía, dejaría a conocer cuál era el nivel de su ignorancia y cuál el nivel de conocimiento del padre Elijah. Y ésa era una baza demasiado peligrosa para proporcionarme.
Carraspeé. Temía acabar con la poca paciencia del Coronel, pero necesitaba saberlo.
-Debe saber que el amigo de Alex... tal vez no sea como él. Tal vez él siga conservando sus alas. Lo sabe, ¿no?
Lo preguntaba porque no tenía ni idea de cómo iba a llevarlo dentro del Fuerte Winston sin que todos lo descubrieran. Y porque no quería que lo convirtiera en un colador a base de tiros cuando lo viera por primera vez.
El Coronel Schreider miró a Alex, que descansaba en su camilla. Le vi apretar con fuerza su mandíbula, y durante mucho tiempo. Pero ningún músculo se movió en su cara. Asintió secamente.
Recordaba cómo me había sentido en los primeros momentos al tener que convivir con Marcus y con Alex, después de saber que él también había sido un ángel. Mi rencor y furia. No podía mirarles a la cara. Tan sólo veía incendios y masacre y humo y sangre en sus ojos. Así era como se sentía el Coronel Schreider ahora.
Con el tiempo, también descubriría que a pesar de lo que nos habían hecho los ángeles, no todos eran iguales. De la misma forma en la que un sólo ser humano no era el causante del calentamiento global, las guerras mundiales y las especies en peligro de extinción.
Dos minutos después de que se salieran de la habitación, las luces se apagaron de golpe, hundiéndome en las más completa oscuridad. Me sentí estúpida, porque creía que el Coronel Schreider nos daría más instrucciones sobre cómo trabajaríamos mañana antes de irse.
Inspiré hondo, tranquilizándome; recordándome que allí no había ningún tipo de ventana. Tanteé un poco delante de mí, hasta tropezar en la cama donde estaba Alex. Me senté en el borde, y después de dudarlo un momento, le aparté suavemente y me acosté junto a él. Habían otros siete camastros, y todos eran bastante estrechos, pero no me importó. Ahora mismo era lo que más necesitaba.
Estábamos totalmente juntos, pues no había otra manera de que cupiésemos los dos. Me apretujé contra él, y Alex pasó un brazo por mi cintura y me acercó aún más con sorprendente fuerza y arrojo. Me tensé durante un segundo, y después me relajé. Tal vez la cama de matrimonio donde había dormido la última vez, cuando aún estábamos con Marcus, era mucho más mullida y amplia, pero jamás me había sentido tan cómoda como ahora.
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Ángeles en el infierno
ParanormalCuando cayeron del cielo, parecían bolas de fuego. Meteoritos; tal vez estrellas fugaces. Hasta que alguien se percató de que tenían forma humana. Y alas. En la víspera de noche buena, los ángeles han recibido un mensaje de Dios, si es que a...