Capítulo 18.

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CAIN.

Tragué saliva.

Mierda.

¡Joder! Todo se me había ido de las manos. Inspiré hondo. Una, dos, tres veces. Piensa.

Piensa, Cain. ¡Piensa!

Iba a matarla. Iba a matar a Kayla. Y yo no podía hacer nada. Porque después de todo, seguía trabajando para Lilith.

Parpadeé, lentamente. Un movimiento practicado hasta alcanzar la perfección, únicamente ideado para mantener la ilusión de mi impasibilidad. Alcé la mirada, y miré a Damian.

Enarqué las cejas.

-¿Quieres que te lo repita, Damian? ¿Qué quieres que haga con ella?

Escuché el jadeo que dejó escapar Kayla a mi lado, dolida. Vi por el rabillo del ojo cómo me miraba con ira.

"No te gires, Cain. No lo hagas", me rogué.

Sin embargo, no hacía falta hacerlo para saber que aún así... no se había sorprendido. No había rastro de incredulidad en su expresión.

Me conocía demasiado bien.

Damian me imitó, y enarcó una ceja mientras se sentaba en su sillón. Apoyó un codo en su rodilla, y el mentón en su mano, para que nuestras cabezas estuvieran a la misma altura.

-Interesante. Creía que habíais sido Coniunx hasta su Destierro- su voz no revelaba ningún tono burlón. Tan solo curiosidad.

Eso me hacía odiarlo aún más. A pesar de ser un Arcángel Desterrado, no solía ser cruel. Tan sólo práctico; objetivo. Lo cual era peor, porque revelaba un perfecto autocontrol.

Lo hacía indiferente. Daba igual que muriésemos o viviéramos; ni siquiera quería vengarse de Kayla por haberle traicionado: había cometido un delito y merecía castigo.

Después de todo, la crueldad siempre es predecible. Aquella fachada de intensas emociones -burla, ira, imponencia-, tan sólo era para ocultar que debajo estaba vacío: tan sólo había pensamientos, ideas y engranajes girando sin parar.

Él y yo éramos las dos caras de una misma moneda.

-Lo fuimos. Hasta su Destierro- repetí.

Mientras él fingía sentir emociones, yo siempre intentaba ocultarlas. Por eso él se rió, y yo no me abalancé sobre él.

-Sí, lo cierto es que lo que hizo no fue sólo una traición para los Oscuros, sino para todo lo que representa la raza angélica. Por eso acabaste aquí, ¿no es así, Kayla?- su mirada se dirigió hacia ella-. Con los Desterrados: el lugar donde acaban aquellos que traicionan a los ángeles, pero que sin embargo, no dejan de serlo- me miró acusador-. Recuérdalo: aunque nos miréis con desprecio los que aún vivís en el Hogar, los Desterrados seguimos siendo ángeles; por mucho que intentéis negarlo cortándonos las alas y la conexión a la Corriente. Porque creamos nuestra propia Corriente, y creamos nuestro propio Hogar: la Guarida -. Soltó una ligera carcajada, girándose hacia Kayla-. Supongo que eso también es parte de tu castigo, al fin y al cabo. Seguir siendo un ángel para toooda la eternidad- alargó la O en un ademán infantil-. Recordarlo todo... Para siempre. Porque nadie llega a ser consciente del infinito que esconde ese "para siempre" cuando se percata de que el suyo no va después de un "vivieron felices", ¿no crees, Kayla?- no esperó a que respondiera-. Seguro que sí. Seguro que frunces el ceño y miras con rencor a cada humano que pronuncia esas palabras.

Kayla no contestó, y yo no me atrevía a girarme para averiguar por qué.

-Estás divagando- señalé.

Damian despegó su mirada brillante de Kayla, y me miró. Parpadeó varias veces, como si se hubiera olvidado por un instante que estaba allí.

Aunque lo dudaba.

Sonrió, haciendo un gesto despectivo con la mano.

-Cierto. Así que Cain, explícame cuáles eran tus intenciones cuando creíste que era una buena idea infiltrarte aquí.

-Quería averiguar dónde estaba Alejandro- Damian se limitó a mirarme, esperando a que continuara. La mentira surgió de mi boca con la facilidad que confiere la práctica-. Ya sabes lo que hizo para ser un Desterrado. A Lilith le interesa tenerlo de su parte.

Damian frunció los labios, pensativo.

-No me lo creo.

-Es la verdad.

-Ha sido demasiado fácil.

Mierda. Tenía razón. Hubiera tenido que resistido más.

-Mi lealtad hacia Lilith solo llega a la distancia a la que llegan sus ojos, Damian.

-No-, me rebatió él, entrecerrando los ojos-. Hay algo más. Eres demasiado importante para Lilith- aquello no era cierto, pero no me molesté en desmentirle-, como para encargarte de una simple misión de busca y captura de un Desterrado que ni siquiera puede volar ni tiene conexión a nuestra Corriente- mis oídos se agudizaron con aquellas últimas palabras. ¿Alejandro no estaba conectado a la Corriente de los Desterrados? ¿Entonces para quién demonios trabajaba?-. No me gusta que me mientan, Cain. Deberías saberlo.

Agaché la cabeza, mostrándome sumiso.

-Lo sé, y por eso no lo hago.

Damian negó en silencio, casi lamentándose. Era el rostro de alguien que tiene que hacer algo que no le gusta, pero sabe que debe hacerlo.

Me tensé.

Me temía lo peor.

En cambio, sus ojos verdes se giraron lentamente hacia mi derecha.

Oh, no.

-Lo siento, Kayla- dijo, su voz sonando serena-. Cain es demasiado fiel a Lilith- extendió su brazo, abriendo la palma de su mano a pocos centímetros de la piel de ella, quien comenzó a temblar de terror. Kayla sabía qué iba a pasar, maldita sea, pero yo no-. Necesito hacer que hable, y tú eres el único modo.

-No. No, por favor, no...- su voz se fragmentó en sollozos-. No, Señor, no le dije nada, se lo juro. Por favor.

De pronto, Damian cerró la mano hasta convertirla en un puño prieto; hasta que la piel oscura de sus nudillos se tornó blanca. Hasta que sentí la electricidad flotando en el aire, y su poder filtrándose por cada uno de mis poros. Y sentí el miedo entrando en mí y entrando en mi torrente sanguíneo.

Fue entonces cuando Kayla cerró los ojos y comenzó a gritar.

Ángeles en el infierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora