Capítulo 4.

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SARAH. Hace 6 años.

Me desperté con el ruido continuo de la máquina que había al lado de la camilla, pero no abrí los ojos y me esforcé en recordar qué había pasado.

Ah, sí.

El idiota de Travis había pasado.

Había sido una semana dura para mí. Me habían cambiado hacía un par de días de orfanato, al ver el antiguo que ya había cumplido los doce y no había perspectivas de una futura adopción. Demasiado mayor y demasiado problemática.

El nuevo orfanato era mucho peor. Aquí yo era la más pequeña, y todo el mundo se burlaba de mí. La Loca, me llamaban. La que creía en los ángeles.

A mí realmente no me importaba demasiado. La gente no solía llevarse muy bien conmigo, ni yo con ellos. Así que prácticamente me daba igual lo que hicieran, siempre y cuando nadie se cruzara en mi camino. Y eso es lo que había hecho Travis, lamentablemente.

Lamentablemente para él.

El chico no había dejado de burlarse del collar de mi madre, que siempre llevaba puesto. Una pluma plateada enganchada a una cadena de plata.

-¿De dónde has sacado ese collar tan caro, Loca? Seguro que lo has robado- sonrió con suficiencia, aprovechando la diferencia de altura entre él y yo. No era un secreto que robar había sido un hábito en mi anterior orfanato.

-Me lo he encontrado- mentí.

Él se inclinó hasta que pude percibir su aliento sobre mi piel.

-Oh, espera, ¿te refieres que has encontrado una pluma caída del cielo? ¿De qué crees que será?- varias personas se habían acercado, formando un corrillo a nuestro alrededor-. ¿De una gaviota? ¿De un búho? ¡Oh, ya sé!- chasqueó los dedos-. De un án...

Mi puño se estampó contra su cara antes de que acabara la frase. Aproveché el impulso de mis caderas para proporcionar toda la fuerza posible.

Travis se tambaleó hacia atrás, le sangraba la nariz.

-¿Pero qué te ha dado, Loca?

Apreté los dientes, estaba totalmente furiosa. Le golpeé en la entrepierna antes de que desapareciera la sorpresa del puñetazo anterior, e hice que se doblara por la mitad. Cayó al suelo, gimiendo de dolor, y sollozando. Por aquel entonces no tenía ni idea de que saber pelear de aquella manera por puro instinto, no era ni por asomo usual .

-¿Qué pasa, Travis? ¿Estás llorando porque una chica de dos años menos te ha pegado? Aaay, pobrecillo...- canturreé, antes de acercarme y golpearle las costillas, una y otra y otra vez, hasta que sentí que algo se quebraba bajo mi bota.

Unos chicos se acercaron por detrás y me agarraron de los brazos, arrastrándome mientras pataleaba furiosa.

-¡Dejadme! ¡Dejadme, maldita sea! Quiero que vea lo loca que estoy de una vez. ¿Me oyes, Travis? ¡Dejadme de una vez en el suelo!

Apareció un profesor para comprobar qué ocurría. Palideció al ver a Travis en el suelo, gimiendo, casi desmayado, y me miró antes de coger el móvil para llamar a Urgencias.

Por la mirada que me dirigió, supe que no me quedaría en aquel orfanato por mucho más tiempo.

No era algo que lamentase, pero volverían a mandarme al loquero. Y no quería volver al loquero. Tenía que salir de allí.

Me escurrí de entre los brazos de uno de los chicos, que se había distraído al ver al profesor bramando contra el teléfono.

Me alejé corriendo, antes de que alguien reaccionara.

Ángeles en el infierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora