Capítulo 65. KAYLA.

2.8K 198 20
                                    

¿Kayla? La voz de Alejandro se escuchó lejana y dudosa. Kayla, repitió, con más seguridad.

Me estremecí. Un mar de emoción y sentimientos inefables me embargó, ahogándome en ellos. Lo había conseguido.

Lo habíamos conseguido.

Habíamos sido los únicos en establecer una Conexión Coniunx a pesar de pertenecer a distintas razas, y los únicos que la habíamos apagado antes de que uno de los dos muriera. Y habíamos conseguido restablecerla.

¿Kayla? Volvió a llamarme, indeciso.

Me apresuré a responderle.

¡Alejandro! ¡Alejandro, por los Príncipes!

Su respuesta tardó en llegar, pero sabía que no era por problemas de la Conexión. Su presencia se había afianzado por fin en mí, y a pesar de sentirla, el hecho de que dudase tanto en contestar hacía que me sintiese aún más sola en la oscuridad.

¿Qué quieres? Respondió, seco.

Continuaba con los ojos firmemente apretados. Temía que si veía la cara esperanzada de Alana, me desmoronaría por completo.

Ambos habíamos perdido la práctica con los trucos de la Conexión, por lo que Alejandro no pudo ocultarme sus sentimientos de incertidumbre y rencor.

Procuré enviarle mi esperanza, para que supiera de mis buenas intenciones.

______

CAIN.

Me enfundé mis guantes negros. Eran muy resistentes, pero flexibles, por lo que permitían una cómoda movilidad. Me sentían como... Como un guante, vamos, porque me lo habían hecho a medida. Tenían un tacto ligeramente escamoso y eran impermeables, por lo que la sangre de mis contrincantes era muy fácil de lavar.

Eran unos guantes hechos de leviatán, una raza de bestia demoníaca, que muchos creían que ya se había existinguido. Cada leviatán vivía millones de años, y era casi invencible, por lo que su valiosa piel se conseguía de su cadáver de varios días. A parte de los míos, tan sólo debían haber un par de dueños fijos de unos guantes así, y otro par circulando por el mercado negro.

Además, me había encargado de añadirle unas plaquitas curvadas de Akasha sobre los nudillos, y otras que sobresalían de la punta de cada dedo, afiladas, a forma de garras, y las había repintado de negro por encima para que no destacaran. También tenía una plaquita en el forro del interior de la muñeca. Con un movimiento estudiado, la plaquita se estiraba, formando una cuchilla larga y afilada, a forma de daga.

La mayoría de ángeles preferían pelear con espadas o arcos. Consideraban que cuanta más distancia pudieras tener entre tu enemigo y tú, tenías más posibilidades de salir vivo de la pelea.

Y en cierto modo era así.

Pero también se debían a que no querían sentir la muerte tan de cerca. No querían sentir el músculo colisionando contra tus nudillos, ni la sangre aún caliente chorreando de entre tus dedos. Era demasiado íntimo. Era demasiado violento.

Y por eso yo lo amaba.

_______
KAYLA.

Hemos venido a por la chica.

Mierda. No sé en qué estaba pensando. Había procurado transmitirle suavidad a mi tono, pero la connotación de mis palabras me contradecía totalmente. Alejandro tardó en responder, cauteloso.

Te envía Damian, afirmó.

Sabía que temía por el contrato que había firmado antes de marcharse. La chica por las alas. Todos sabíamos que cuando aceptó el trato no sabía quién era en realidad. Yo tampoco lo hacía.

Ángeles en el infierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora