Capítulo 89. SARAH.

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-¿Estáis de broma? Sí, estáis de broma.  Está claro. 

Mi cabeza, algo atontada por el despertar tan brusco, intentó pensar. La levanté. Travis había abierto la puerta de par en par y nos estaba mirando. ¿Qué? 

Alex también se reincorporó a mi lado, pasándose una mano por el rostro y el pelo. 

Oh, vaya. No llevaba camiseta. La noche anterior el padre Elijah había desechado la idea para dejarlo descansar. Así que no llevaba camiseta. De nuevo. 

-No hemos hecho nada, Travis- mascullé indignada, rascándome la nuca. 

Éste se cruzó de brazos, dándome a entender que era ridículo que utilizara ese tono cuando me había visto hacer cosas bastante más indecentes.

-Eso espero, porque no pienso lavar las sábanas. 

-¡Travis!- exclamé riéndome, y le lancé la almohada contra la cabeza. 

Él se protegió con la puerta, lanzando una carcajada, mientras yo me deslizaba fuera de la cama con un gruñido. Realmente madrugar nunca había sido lo mío. 

-¿Qué te ha pasado?- dijo, mirando a Alex.  Siempre me parecía que le costaba esfuerzo dirigirse a él, y que reprimía el impulso de preguntarme a mí en tercera persona. 

También me daba la sensación de que a Alex le costaba responderle.

-Anoche el Coronel Schreider y yo... discutimos un poco. 

Solté un ruidito, intentando contener la risa. Bueno, si colaba, mejor que mejor. 

-No me extraña. No sé si quiero saber qué pasó cuando me fui, porque el Coronel parece bastante cabreado con todo el mundo. Sobretodo con vosotros dos. Sarah, date prisa que tú apestas y aún te tienes que duchar. Falta media hora para que el timbre suene y la gente se despierte.  Entonces, las duchas y el comedor se llenarán a reventar. 

-¿Nos habéis despertado antes?- sentía la lengua acartonada y sucia.  Qué horror. ¿Y Alex me había aguantado así toda la noche? 

Travis me miró extrañado.

-Nos vamos a recoger a vuestros amigos, o eso me ha dicho Schreider.  Ahora mismo está reuniendo a los hombres y en una hora nos vamos. 

-¿Qué?- exclamó Alex-. ¿Más hombres?

Salimos de la habitación.  Travis llevaba lo que parecía ser mi muda de recambio en la mano. 

-Bueno, no lo sé, es todo muy extraño. No sé de qué va esto, porque incluso él se viene con nosotros, y no recuerdo que lo haya hecho nunca. Ha reunido a los de confianza: Neysa, el padre Elijah y yo.  Y dos Nefilims más: los hermanos Troy y Robinson.  Dos hombrotes bien fuertotes- Por lo visto el Coronel había reunido fuerza bruta por si el asunto se descontrolaba-.  No suele salir gente que no conocía a los ángeles ya desde antes de la Bajada, aunque hay algunos entrenándose ya para ello-. Nos detuvimos frente a una puerta que rezaba "Servicios", bajo el icono de una mujer-. Aquí es. Alex y yo iremos desayunando mientras tanto. Sabes cómo ir al comedor, ¿no?

Asentí con más confianza de la que tenía. Todo parecía diferente a la luz del día.  Aunque fuera luz artificial. 

Resistí el impulso de darme una ducha larga y relajante, y avancé a toda prisa. Me vestí con la ropa que Travis me había dado: unos vaqueros negros, botas militares y una camisa de manga  de tres cuartos color -¡oh, sorpresa!- verde militar. Me desenredé el pelo con los dedos, y me enjuagué la boca. Cuando levanté la cabeza y me miré en el espejo, me eché hacia atrás. 

Ángeles en el infierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora