La mujer charlaba, y yo intentaba asentir con un aspecto más o menos poco hostil. Porque sabía por experiencia que era el que me solía adoptar por instinto, vaya.
Respondía a monosílabos, básicamente porque me sentía algo mareada ante tanta información, y porque temía estropearlo todo. Parecía... tan ajena a todo. Como si la hubiera absorbido del pasado antes de la Bajada, y hubiera aterrizado aquí de golpe. Hablando de las buenas notas de su hijo mayor. Del trabajo de su marido, y de lo antipática que había sido siempre la vecina de abajo.
Obviaba hechos evidentes, como el pequeño detalle de que ahora la vecina probablemente era tan sólo un cadáver putrefacto en su salón.
No estaba acostumbrada a gente que había intentado llevar una vida normal después de todo esto. Que habían apartado la Bajada de lado, habían decidido olvidar sus familiares muertos y sus casas destrozadas, y seguir adelante como borregos ciegos por sus anteojeras.
Pero no era sólo la mujer. Eran todos. Tan inocentes, riendo, comiendo. Protegidos bajo tierra mientras los demás morían bajo el poder del cielo. Y no sabía si me cabreaba su ingenuidad y egoísmo, o si envidiaba su capacidad para hacer borrón y cuenta nueva.
Y sabía que no era cierto, porque probablemente la mujer era muy consciente de la situación y tan sólo pretendía tranquilizarme a mí -una adolescente perdida-, y a sus hijos. Así que me limité a sonreír algo forzada, intentando no romper el ambiente.
Una chica se sentó con nosotros, al lado del padre Elijah, quien, tal y como sospechaba, era un hombre más bien de pocas palabras.
-¿Cómo vais?- dijo, directa al grano. Parecía impaciente.
-Sarah, Alex, esta es Neysa- la presentó Travis-. Era la piloto que nos sacó del embrollo el otro día con su helicóptero.
Era... Wow. Destacaba. Era una negra -o puede que mulata- de unos veintipico años, tal vez no tan atlética como yo, pero con muchas, muchas más curvas. Llevaba el pelo algo tintado rojo oscuro, convertido en un millón de trencitas que había recogido en una coleta alta, larguísima. Su piel era de un tostado bastante envidiable, y sus labios carnosos y ojos negros también. Llevaba un piercing en la nariz que la hacía parecer aún más exótica. Iba vestida con una camisa blanca de tirantes -muy ajustada-, y unos pantalones militares con estampado de camuflaje. Me quedé mirando su camiseta, preguntándome qué enorme talla de sujetador debía utilizar.
Maldita sea. No estaba acostumbrada a sentirme amenazada como mujer. Y vaya que lo estaba, teniendo en cuenta el desastre con patas que estaba hecha ahora mismo.
Nos miró, y suspiró cuando se dio cuenta de que aún nos quedaba tiempo cenando. Se acomodó mejor en el asiento. Me di cuenta de que miraba varias veces a Alex. Uhm.
Uuuuuhhhmmm.
-Buenas, chicos. Me alegra que hayáis salido ya de la enfermería.
-¿Qué pasa?- preguntó el padre Elijah.
-Lo de siempre. Mi tío quiere conocer a los nuevos- no para de sacudir la rodilla de bajo de la mesa y me estaba poniendo nerviosa.
-¿Has visto a Owen?- dijo Travis.
Neysa detuvo por un instante el movimiento y le miró, casi con un aire de disculpa. Después continuó.
-Sigue en su habitación.
-Oh, vaya.
Podía imaginarme perfectamente quién era Owen. El nuevo romance de Travis.
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Ángeles en el infierno
ParanormalCuando cayeron del cielo, parecían bolas de fuego. Meteoritos; tal vez estrellas fugaces. Hasta que alguien se percató de que tenían forma humana. Y alas. En la víspera de noche buena, los ángeles han recibido un mensaje de Dios, si es que a...