Salí detrás de Alex y el padre Elijah, sin saber qué le pasaba a Alex. El Coronel Schreider me siguió.
Vi a Alex echar a correr en mitad del pasillo, y caer gruñendo de dolor. Se colocó en posición fetal, dando puñetazos contra el suelo con el mismo ademán de un juez exigiendo orden. En el momento en el que tenues haces de luz traspasaron la camiseta, el padre Elijah colocó el bastón sobre su cuello, en un movimiento tan rápido que no pude reaccionar. Una cuchilla sobresalía del extremo de éste. ¿Cómo?
El Coronel Schreider llegó caminando, apuntándole con una Glock que llevaba enfundada.
-¡No, no, no!- grité, dejándome caer de rodillas al lado de Alex-. Hey, Alex, Dios mío- susurré, colocando su cabeza encima de mi regazo.
Aparté el bastón de un manotazo, y les miré con hostilidad. Alex ya había cerrado los ojos, y se encontraba lejos de aquí. Le acaricié el pelo, creo que intentando tranquilizarme más a mí misma que a él. Por lo menos no había sido tan malo como la primera vez que se habían Conectado Kayla y él. No había convulsiones, aunque sí sangre, observé al ver cómo una mancha roja se extendía por la tela.
Estábamos perdidos.
-¿Qué le pasa a tu amigo?- exigió el Coronel Schreider.
-Él...- empecé.
¿Qué podía decir? Alex jadeó, y murmuró unas palabras que no logré entender.
-No es humano- completó el padre Elijah.
Había alejado su bastón, pero seguía sujetándolo de forma que nos podía empalar a ambos en menos de dos segundos.
Le miré, frunciendo el ceño.
-No ha hecho nada malo.
____________
ALEX.
¡Alex! ¡Alex!
Estoy aquí.
¡Tienes que venir a por nosotros!
La voz de Kayla retumbaba en mi conciencia, haciendo que mi cráneo estallara en pedacitos. Estaba desesperada. Podía percibirlo. Remordimiento, culpa y desesperación.
A mil quilómetros de allí, en otro universo lejos de mi realidad, podía sentir la mano de Sarah acariciándome.
¿Qué pasa? ¿Dónde estáis?
¡Cain se está muriendo! ¿Por qué no me contestaste cuando intenté Conectarme contigo? Tienes que ayudarnos.
No lo sabía, en realidad. A penas había sentido su llamada, y estaba tan cansado que la había olvidado en seguida. Me había pasado los dos últimos días pensando en todo. Sobretodo Marcus.
¿Qué le pasa?, pregunté. Y no sé por qué lo hice, porque las probabilidades de que nos dejaran salir del Fuerte Winston eran casi nulas.
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SARAH.
-Alex no ha hecho nada malo- repetí, sujetándolo entre mis brazos, alejándolo de ellos.
-Sarah. Quítale la camiseta.
La Glock del Coronel Schreider dejó de apuntar a Alex para virar poco a poco hasta mi cara. Palidecí.
-No- susurré.
Dio dos zancadas hasta llegar hasta mí. Sentí el frío metal del cañón sobre mi cabeza.
-Quítale la camiseta o te juro que ninguno de los dos sale vivo de aquí.
Mis manos temblaban cuando mis dedos se enterraron en la tela. Nuestro final. Iban a ver las cicatrices en la espalda de Alex. Ni siquiera hacía falta. Tan sólo había que ver el brillo que surgía de su piel.
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Ángeles en el infierno
ParanormalCuando cayeron del cielo, parecían bolas de fuego. Meteoritos; tal vez estrellas fugaces. Hasta que alguien se percató de que tenían forma humana. Y alas. En la víspera de noche buena, los ángeles han recibido un mensaje de Dios, si es que a...