Capítulo 26.

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CAIN.

Mi corazón pareció tropezar antes de seguir trabajando con normalidad.

-Eso es imposible.

Kayla tragó saliva.

-Nosotros también lo creíamos. Simplemente... pasó.

Apreté los dientes. Conté: uno, dos, tres, cuatro, cinco. Respiré hondo. No.

Es que no podía ser. No.

Me pasé una mano por el pelo rapado. Antes lo tenía más largo, en suaves ondas que caían sobre mi frente y se rizaban en la nuca. Decidí cortármelo cuando Lilith me reclamó. Ahora mi expresión siempre era más severa y dura.

Pero yo no conseguía serlo.

Mis dedos se cerraron en el vacío, intentando tirar del fantasma de mi antiguo pelo.

Quería lanzar a Kayla contra la pared, y luego golpearme a mí mismo una y otra vez por mi propia estupidez. Respiraba entrecortadamente. Creía que ya era más fuerte. Que la conocía mejor. Que dolería menos.

Y sin embargo... una traición más que se añadía a la colección. Una creada específicamente para ella. Una, y otra, y otra. Me pregunté cómo podía haberme cegado tanto. Me pregunté cómo había conseguido cegarnos tanto, a mí, a Alejandro, a Jonathan, a las decenas de hombres de los que no debía ni acordarse.

Era. Una. Simple. Desterrada.

Y la odiaba. Por los Infiernos, en aquel momento la odiaba tanto.

-Cain- susurró-. Di algo.

La miré, la furia, la decepción y la incredulidad quemando en mis ojos. Quise decirle algo. Mi lengua empujó contra mis dientes. Mi saliva se había convertido en veneno, pero Dios, estaba tan enfurecido que ni siquiera podía pensar. Tenía la mente en blanco.

No podía ser, me repetí.

La Conexión Coniunx era lo único que había mantenido con ella que los demás no habían sido capaces de conseguir. Mi consuelo, mi recompensa. El poco orgullo que había logrado resguardar.

Kayla apartó la mirada. De alguna manera sabía que con lo que había dicho no había vuelta atrás.

Alana carraspeó.

-¿Cuándo...-pareció que le costaba romper el silencio-. ¿Cuándo os convertisteis en Coniux?

-Antes de la Conversión, unos meses antes de cumplir los 18.

Solté un jadeo incrédulo, pero no dije nada. Alana me dedicó una mirada de advertencia que se suavizó al dirigirse a Kayla. Tuve ganas de sacudirla. ¿No veía que era mucho más fuerte que todos nosotros? ¿Que cuando traicionaba era justamente en el momento en el que se veía más débil?

-Pero tú ya casi eras una Oscura, y él un Iluminado. Es imposible. Solo se ha dado una conexión Coniux antes de la Conversión que nosotros sepamos, y era entre dos Querubines ya casi Iluminados.

Cuando Kayla levantó de nuevo su cabeza, su expresión había cambiado totalmente. Se había endurecido, nada más percatarse que aquel no era el momento para hacerse la víctima. Su semblante decidido no era debilitado por su piel pálida y las ojeras bajo sus ojos.

-Ya lo sé, Alana. Supongo que fue porque mi Conversión no estaba clara hasta pocos días antes. Dudé mucho hacia qué lado convertirme, a diferencia de Cain y...-calló, mirándome de reojo.

Alejandro. Siempre era Alejandro.

-No sé si funcionará. Nuestra Conexión debía ser muy fuerte para establecerse antes de la Conversión. Tal vez pueda conectarme con él mediante nuestra Corriente... O al menos percibirlo. Pero tendrá que ser en el exterior. Aquí hay demasiado Akasha.

-¿La Corriente?- dijo Alana-. Pero si no tienes tus alas.

Yo negué con la cabeza, con los brazos cruzados y sin dejar de mirar a Kayla, que esquivaba mi mirada. Había recobrado la compostura. No debía ni haberme sorprendido, al fin y al cabo. Aquello era demasiado propio de Kayla.

-La Corriente entre dos Coniux no se conecta mediante el poder de las alas, si no directamente con el éter del otro ángel- dije, por experiencia y con el rostro neutro-. Por eso la Conexión es mucho más intensa y los Desterrados pueden seguir siendo Coniux, después de que les arranquen las alas. Supongo que por eso un ángel Iluminado y otro Oscuro pueden serlo, porque el diferente poder de las alas de cada uno no afecta la conexión. Creí que lo sabrías- le dije a Alana, refiriéndome a su Conexión con Damian.

-Ya- respondió, seca-. Pues ya está todo aclarado, chicos. Es hora de irnos.

Kayla se levantó tambaleante, y yo removí mis alas, preparándolas para pelear.

Alana nos miró por encima del hombro cuando abrió la puerta. Me miró con el ceño fruncido.

-Deduzco que pronto me lamentaré de esto- dijo, observando mi expresión macabra.

Hice crujir mis nudillos y sonreí, haciendo un esfuerzo para ignorar a Kayla.

-Lo siento, blancucha, pero me encanta cabrear a tu novio.

Y salimos juntos, dos Desterradas y un soldado de Lilith, dos Oscuros y una Iluminada.

Y es que pocos conocían el poder de la unión de la Luz y la Oscuridad.

Excepto, tal vez, Kayla.

Ángeles en el infierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora