Capítulo 60. KAYLA.

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La cabeza iba a explotarme. Me apreté las sienes y me mecí hacia delante y hacia atrás, hasta que descubrí el alivio que me producía apoyar la coronilla en la pared fría. La espalda me ardía. Los tatuajes de mi Conexión Coniunx, que ya se habían cerrado, se habían vuelto a abrir. Parecía que alguien hubiera cogido unas tijeras de hierro y me hubiera recortado la piel siguiendo la tinta dorada. 

Tenía toda la espalda pegajosa por la sangre, y en algunos puntos, donde la línea del trazo era especialmente gruesa, se me veía parte del músculo. La luz que producía establecer una Conexión Coniunx parecía proceder directamente de dentro de mí, de mi alma, al no quedar filtrado por los poros de mi piel. Parecía una luciérnaga que hubiera sido aplastada e intentara remontar el vuelo. Tambaleante y perdida.  

Entreví por el rabillo del ojo que Cain que le estaba susurrando algo a Alana, impaciente. La rabia mezclada con el dolor me hizo apretar los dientes.

-Acabo de... establecer conexión con Alejandro. 

Ambos dieron un respingo, y se acercaron a mí deprisa. Llevaba varias horas intentando conseguirlo. En algún punto intermedio Alana me había ayudado a quitarme la camisa para que no se me pegara a las heridas abiertas, y me había quedado en sujetador. El helado viento que precedía al invierno hacía tiempo que se había calado en mis huesos a tal grado que tan sólo sentía un entumecimiento en los dedos de los pies. 

Teníamos la esperanza de que las heridas se me cerraran cuando cortara la Conexión, como ocurría con casi cualquier herida, pero no estábamos seguros. No era algo que hubiéramos intentado antes. Jamás habíamos oído de alguien que intentara encender de nuevo una Conexión Coniunx: sólo se apagaba cuando uno de los dos Coniunx moría. 

La tinta que nos conectaba con la Corriente de nuestra raza la hacíamos con Akasha fundida y nuestra propia sangre.

Pero los tatuajes de la Conexión Coniunx eran totalmente diferentes. No los trazábamos nosotros, no los podíamos controlar: aparecían solos. Nuestra alma sabía cuándo los sentimientos hacia nuestro Coniunx eran tan intensos que plasmaba parte de ella en el exterior, en nuestra piel. Era... como una muestra física de nuestro amor. Nuestras almas quedaban oficialmente unidas. Un día te ibas a dormir... y a la mañana siguiente despertabas con las marcas. 

En realidad Cain no tenía derecho a reprocharme nada.  No era algo que yo hubiera podido controlar. 

-¿Qué ocurre? ¿Ya sabes dónde se encuentra? ¿Está con la Serafina?- explotó Alana. 

Cerré los ojos, intentando alejarme de todo lo que me rodeaba para entrar en la mente de Alejandro. Todo era negrura absoluta. 

-No... no lo sé- murmuré-.  Creo que no me deja entrar. Le... creo que le estoy haciendo daño, Alana- dije, apretando los puños. El remordimiento, mi antiguo y fiel amigo, se resistía a abandonarme-. Está asustado. 

Alana se sentó junto a mí, cruzando las piernas, y comenzó a acariciarme el pelo, despacio y repetitivamente. Me escondió algunos mechones detrás de la oreja para que no se me pegaran en la frente pegajosa por la sudor de mi antigua fiebre, como si yo fuera una especie de humana adolescente y borracha que sufriera de resaca. 

No entendía por qué Alana había dado tanto por mí. No me había dado cuenta porque había estado inconsciente hasta hacía unas horas, pero Alana había abandonado la Guarida por mí.  Bueno, supongo que por la Serafina, en realidad. Pero daba igual. El puesto que había abandonado era realmente prestigioso, y no sabía en qué condiciones lo había hecho.  Seguro que el resto de Desterrados estaban furiosos. La mayoría la adoraba: era la recta Iluminada de piel marfil y cabellos de fuego, que había decidido Desterrarse por un amor prohibido.  Era tan amable, correcta y honorable que la había detestado desde el momento en el que tan sólo era una Desterrada recién llegada a la Guarida. Me repelía. Yo era -y soy- alguien destrozado, que creía que  no había nadie con buenas intenciones reales.  Parecía que mis ojos se había acostumbrado a la Oscuridad, y dolían en cuanto un rayo de luz atravesaba las tinieblas. Cerraba los párpados con fuerza, y yo mismo me cerré, hasta que Alana acabó también por odiarme.

Era más fácil así. 

-Despacio, Kayla- me aconsejó-. Intenta no forzar la Conexión.

Su comentario me irritó, y me recordó a aquellos tiempos en que odiaba el simple hecho de escuchar su voz.  En realidad, de aquello hacía unos días. 

Cain, en cambio, se encontraba de pie frente a nosotras con los brazos cruzados. Aquello me irritó aún más.  Quería gritarle y chillarle y aporrearle el pecho con los puños cerrados, pero estaba agotada.

Estaba agotada y cansada y quería acostarme en algún lugar blando y fresco donde alguien me cuidara hasta que todo esto pasara.

Pero no tenía a nadie que hiciera eso por mí. Estaba sola. 

Así que cerré los puños y me concentré. Entré en la mente de Alejandro a empujones, rasgando su mente y haciéndola sangrar. Me daba igual. Quería acabar con esto. Me odiaba, de todas formas. Lo haría aún cuando todo esto acabara.

Si es que algún día lo hacía. 

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Siento haber tardado en subir capítulo, y esto es un poquito corto, pero bien. ¡Hemos pasado de 6'2 k a 7'3k desde la última vez que he actualizado! (De eso hace como 20 días, lo reconozco). 

[Océano.]




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