Capítulo 34.

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SARAH.

Somewhere apoyó el hocico en el sofá y me rascó el brazo mirándome como un cachorro abandonado. Le rasqué detrás de la oreja. Supongo que la chica lista percibía el ambiente tenso de la habitación.

Inspiré hondo, apartando suavemente a Sammy. No sé por qué, pero la indignación comenzaba a hervir dentro de mí, lentamente. Ascendía por mi garganta como un volcán a punto de entrar en erupción.

-Así que- dije-, el hecho de que hayáis bajado todos aquí a la Tierra no es culpa nuestra. En teoría sólo venís a por los vuestros, ¿no? Es decir. Nosotros no tenemos nada que ver con el motivo. No es que hayamos sido demasiado malos ni nada de eso.

-El asunto de los humanos sólo es un efecto colateral- masculló Marcus.

-Un... un efecto colateral- jadeé-. ¡Un efecto colateral! Venís a la Tierra, nos extermináis, y tan sólo nos consideráis un factor secundario que ha de ser erradicado, ¿no es eso?

Abrí la boca para continuar, pero Marcus me interrumpió.

-No me entiendes. Vuestra muerte no es un efecto colateral de nuestra bajada, si no de la caída de los Oscuros. Comenzaron a ser Desterrados poco después de vuestra creación, por lo que su corrupción os influenció, debilitando la luz con la que os habían creado los Arcángeles. Íbamos ganando: cada vez Desterrábamos a más Oscuros, por lo que su oscuridad fue arraigando a niveles más profundos en la humanidad. Aprovechaban vuestra debilidad para causar el caos. Treparon por el poder: Atila, Vlad el Empalador, Iván el Terrible, Ranavalona, Stalin, Hitler. Las confrontaciones entre ellos desestabilizaban la naturaleza y causaron los peores desastres de la historia: desde el sepultamiento de Pompeya en el año 79, hasta el terremoto de Haití, pasando por la peste negra del siglo XIV.

"Finalmente hemos tenido que intervenir. Tal cantidad de Oscuros entre vosotros estaba haciendo tambalear el equilibrio de la balanza: contaminabais más, provocabais más guerra, más desigualdad, más pobreza, más corrupción. Dentro de un par de siglos no seríais muy diferentes a cualquier otro Oscuro. Teníamos que salvar el mundo de Dios.

-¡Entonces todo esto es culpa vuestra! Nuestra "raza" no tiene nada que ver con todo por lo que nos culpáis. Habéis sido vosotros, y ahora nos castigáis por algo que jamás pudimos evitar.

Marcus suspiró, agobiado. No debía estar acostumbrado a que una humana cuestionara su puro deber.

-Es lo correcto, Sarah. Ha sido ordenado por Dios.

-Fue ordenado por Gabriel- le corrigió Alex, con aire bastante significativo.

Marcus le miró irritado.

-No me vengas con esas ahora, Alejandro. Gabriel es el único que puede comunicarse con Dios. Si comenzamos a cuestionar sus mensajes, comenzaremos a cuestionárnoslo todo.

Miré a ambos.

-Hace como dos minutos que dejé de enterarme de lo que estáis hablando.

Marcus hizo un gesto despectivo con la mano.

-Alex sólo dice que Gabriel es el único capaz de comunicarse con Dios, pues es el mensajero sagrado. Él nos comunica sus mensajes, por lo que fue él quien nos indicó que debíamos empezar esta guerra. Es como... como un segundo diluvio universal, o la lluvia de fuego sobre Sodoma y Gomorra.

-Sólo que ahora llueve sangre- murmuré yo-. Hay algo que no entiendo. ¿Por qué os dijo que teníais que bajar ahora? Es decir, la situación aquí en la Tierra ha sido un asco desde hace mucho tiempo. Podríais haber bajado cuando la situación estaba más caliente, no sé, como en la Segunda Guerra Mundial. Ahora mismo sólo teníamos lo típico: el calentamiento global, y algunos problemas donde siempre, como en África o Irak.

Marcus entrecerró los ojos, incrédulo.

-Me parece que los humanos ya no sois capaces de apreciar la gravedad de la situación. Habláis de la destrucción de vuestro planeta como del tiempo- sacudió la cabeza ante mi mirada inexpresiva y se centró-. Lo cierto es que nunca me cuestioné las decisiones de los Arcángeles. Es decir, son los Arcángeles. Los creados por Dios y los creadores de mundos. Hasta que este de aquí- dio un puñetazo de hombrón a Alex-, me dijo que... que... Ugh. Da igual. Empezaré por otro lado- se rascó la dorada barba incipiente con aspecto frustrado.

"Todo iba bien. Los Oscuros estaban perdiendo. Les íbamos superando en número en el Hogar, y cada vez habían más Desterrados en la Tierra. Nos confiamos. Al tener las alas y vivir en el Hogar, conservábamos nuestras facultades y éramos mucho más poderosos. Nos volvimos orgullosos y confiados. Empezamos a utilizar la Tierra como un método de castigo también para los nuestros: aquellos a quienes la guerra había vuelto desobedientes, rebeldes o daban muestras de ser pecadores. Les arrancábamos las alas, o no, según el castigo, les cortábamos la conexión, y les enviábamos aquí a correr suerte.

Marcus tragó saliva.

"El problema llegó cuando fue un Arcángel quien pecó. Uriel, el Cuarto Arcángel. Mantuvo una relación romántica con...- carraspeó, mirando a Alex-, Alana. Se estaba relacionando con una simple ángel, mucho más inferior a él. Sé que los humanos no lo entendéis, pero para nosotros es como... como desperdiciar el poder que te ha concedido Dios. Y para la chica fue pecar de soberbia. Ambos mintieron a Gabriel repetidas veces. Éste estaba furioso. También era un golpe para su orgullo.

"Se realizó un juicio. Uriel también era un Arcángel, por lo que tenía tanto poder como el resto, pero Gabriel era el mensajero sagrado. Nadie se atrevía a contradecirle. Por lo que todos decidieron Desterrarlo. Alana corrió el mismo destino, aunque consiguió salvar sus alas gracias a la protección de Uriel. Nadie conocía los riesgos de expulsar un Arcángel del Hogar. Parte de su esencia estaba hecha de allí, como parte del Hogar le pertenecía. Enviarle a la Tierra, un lugar donde predominaba la oscuridad y el pecado fue radical para todo su poder. No era compatible. Él era demasiado puro para la Tierra. Su alma cambió, y se convirtió en un Oscuro. Sus plumas pasaron del blanco al gris, y de allí variaron al más oscuro de los negros. Su éter se volvió tinta.

"La balanza del equilibrio volvió a oscilar de nuevo. Ahora sólo somos seis Arcángeles, y ellos ocho Príncipes, por lo que eso compensa casi con creces su inferioridad numérica en el Hogar. La buena noticia es que Uriel decidió mantenerse imparcial, al igual que muchos de los Desterrados que acababan aquí. Convirtieron la Guarida, como la llaman ellos, en un especie de... Hogar. Donde Oscuros e Iluminados convivían en paz. Por lo que los Príncipes decidieron mantenerse a la espera.

"Hasta que de nuevo entramos en una guerra mucho más sangrienta: la actual. Los Iluminados decidimos bajar aquí para acabar con todos los castigados que podía poner en peligro nuestra existencia en El Hogar. Allí sigue librándose una guerra. Temíamos que los Oscuros buscaran aliados aquí.

Inspiré hondo.

-Pero no has respondido a mi pregunta. Aún no sé por qué habéis decidido bajar ahora.

Por primera vez, Marcus acarició la cabeza de Somewhere, Sospechaba que era un excusa para no mirarme a la cara.

-Tú fuiste la razón, Sarah. Tu nacimiento. El nacimiento de la Séptima Serafina.

Ángeles en el infierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora