La puerta se cerró tras la última mirada rencorosa de Kaitlyn y nos dejaron a solas: Jonathan, Graham y yo. Quise atravesar los barrotes y correr hacia Jonathan, pero la mirada que éste me dirigió me dio a entender que él no pensaba igual.
El rictus de su boca mostraba una gran amargura, y su ceño fruncido, dolor y decepción. Sus ojos, como siempre miraban al suelo. Quería verlos. Quería memorizarlos para poder llevármelos a donde fuera que fueran los ángeles cuando morían. Quería que al menos me concediese eso.
Sus ojos de obsidiana y los míos de plata. Tan sólo hubiésemos podido doblegar nuestra mirada ante otra igual de fría y dura. Resquebrajé la piedra, y él consiguió derretir el metal. Nos hemos reducido el uno al otro a cenizas y polvo.
Por el rabillo del ojo podía sentir a Graham estudiándonos. Estaba tenso y su mano se aferraba al cinto, donde colgaba, medio desenvainada -siempre lista-, su ya anticuada por la época en la que estábamos, espada de Akasha. Le ignoré, y me centré en Jonathan que abría y cerraba la boca intentando decidir cómo empezar.
-Lo tenía desde el principio planeado- comencé yo con la voz algo rota. No quería ponérselo más difícil-. Mis... superiores me enviaron al baile con el propósito de matar a tu familia. Pero luego conocí al primer Etherdeath, y me di cuenta de que era tan sólo un inocente humano que se encontraba en fuego cruzado de una guerra que no era la suya. Y yo...- apreté los labios, deseando con todas mis fuerzas que me mirara y a la vez que no lo hiciera-. Y yo... ya no pude hacer nada. No te lo merecías. No podía hacerte eso. Y luego te conocí más y más, y esta mañana nosotros... Tú...
Dejo de hablar porque las lágrimas me caen a borbotones, y me mojan los labios. Siento el agua salada en mi lengua, que para mí se convierte en ácido.
- Y yo te regalé mi futuro- acabó Jonathan, apretando los puños. Hace un esfuerzo en abrir una mano y pasárselo por su pelo, despeinándoselo, y estira unos mechones con verdadera rabia y frustración-. ¡Maldita sea, Kayla! ¿Cómo has podido?
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CAIN. En aquel mismo momento.
Los sentimientos de Kayla me partían en dos como hachazos. Yo mismo los intensificaba gracias a mis remordimientos y preocupación. Era culpa mía. ¿Cómo no había podido ver que aún no estaba preparada?
Apreté los puños al recordar el rostro de todos nuestros problemas: Alejandro.
Siempre era él. Estaba seguro de que era por él: Kayla ya no podía pensar con claridad, ya no era tan eficiente.
Los suavicé cuando recordé su sonrisa de gata, su cabello de hebras de plata y sus silencios cómplices, que hablaban de secretos y promesas que algún día me revelaría. Cuando estuviera preparada.
Pero ya no quería a Alejandro. Y estaba seguro que cada vez me quería a mí un poquito más.
Algún día me hubiese burlado de cualquier otro hombre que se conformara con las sobras de cualquier mujer, pero hoy no. No habían sobras de Kayla, y ella no era cualquier mujer. Ella entregaba todo, o no se entregaba.
-Cain- Caleb chasqueó sus dedos en mis narices-. Despierta. Estamos todos listos para irnos.
Parpadeé. Vi quiénes éramos todos: cinco ángeles en total, contándome a mí y a Caleb; tres hombres y dos mujeres. Nos encontrábamos reunidos en la Sala de Armas, y estábamos listos para pelear.
Estudié sus expresiones fruncidas y sus músculos tensos. Decididos. Aquella era mi familia, y Kayla era parte de ella.
Caleb puso una mano en mi hombro. Se había convertido en mi mejor amigo después de que Alejandro nos abandonara a mí y a Kayla. Su hermano mayor, Ezra, también había decidido convertirse en Iluminado, y se había puesto al servicio del Arcángel Uriel. Cuando éste fue Desterrado, Ezra le fue fiel y le acompañó a la Tierra.
Caleb, al igual que yo, entendía de traiciones.
-Todo irá bien, hermano.
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-¡No te conocía, Jonathan! ¡Lo siento! Lo siento mucho, por favor- balbuceé.
-Dios mío- dice de pronto-. ¿Qué hubiera llegado a pasar si nos hubiéramos casado?- suelta una carcajada histérica-. ¿Hubieras matado también a nuestro hijo?
Abro la boca para decirle que un humano y un ángel son incapaces de engendrar un niño, pero no digo nada. Me acerco todo lo posible a los barrotes, que reaccionan a mi cercanía emitiendo un leve zumbido, como de advertencia. Quiero pasar una mano por entre ellos y agarrar a Jonathan para que no se separe de mí.
-Iba a convertirme en humana, Jonathan- susurro-. Quería vivir contigo.
Él se gira hacia mí con la rapidez de un latigazo, con los ojos bien abiertos.
-¿Qué?- él se acerca en dos zancadas a mi celda, y agarra los barrotes.
Inspiro rápido, hondo y temblorosamente cuando por fin puedo acariciar sus manos, y agarrárselas con todo lo que tenía. Nuestras narices a penas están separadas por dos centímetros. Respiro su aliento, intentando desesperada llevarme todo lo que podía de él.
-Atrás- interviene Graham desde la pared-. Alejaos de ella, señor Etherdeath.
Jonathan me aprieta las manos con tanta energía que casi me duele y me mira fijamente a los ojos, como si buscara algo dentro de ellos, antes de separarse de mí bruscamente. Abro los míos, anonadada. ¿Qué había sido aquello?
-Ahora es demasiado tarde, y tú te vas a podrir en tu infierno por todo lo que has hecho. Te lo mereces, Kayla. Y lo sabes- dice, con rapidez y tropezándose-. Porque nunca va a sanar aquello que me has infligido. Y voy a tener que vivir con ello. Tú en cambio, podrás refugiarte en el olvido de detrás de la muerte. Da gracias por ello- añade, abrupto.
Aparta la mirada antes de que yo pueda buscar alguna señal como la de antes -alguna efímera, alguna esperanza-, pero Jonathan se precipita a la puerta, como si quisiera huir de mí lo antes posible.
-¡Jonathan! -grito antes de que alcance el pomo. El corazón golpea contra mi pecho, rápido, rápido, bombeando frustración, amargura, ansiedad, y todas las palabras que no he podido decir. Me envenena con más remordimientos-. ¡Jonathan!- él frena lentamente, pero no se gira.
-Te quiero- susurro.
Tan sólo son dos palabras dichas con un hilo de voz que parece desvanecerse, pero se instalan en la habitación con la fuerza y la contundencia de una losa de mármol. En el instante en el que lo digo, lo lamento.
No debería haberlo dicho.
No debería haberlo dicho, maldita sea.
Todo se ralentiza. Puedo ver cada mota de polvo que flota en la habitación. El sudor que gotea de la frente de Graham. Puedo escuchar sus respiraciones descompasadas. Y puedo ver cómo los hombros de Jonathan tiemblan, y cómo sus dedos se crispan sobre el metal oxidado de la puerta.
La expectación me obstruye la garganta y me hace rezar por que se vuelva hacia mí.
Gírate, gírate, gírate, gírate, susurro.
-Pues lo siento, Kayla.
Pero no lo hace.
Cierra la puerta, seguido de Graham. Instantes después, sumida en el silencio y ahogada en sollozos, es cuando oigo los gritos.
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Caleb y Ezra son Liam y Chris Hemsworth. Aquí Caleb no se pronuncia Cáleb, sino Caléb:)
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Ángeles en el infierno
ParanormalCuando cayeron del cielo, parecían bolas de fuego. Meteoritos; tal vez estrellas fugaces. Hasta que alguien se percató de que tenían forma humana. Y alas. En la víspera de noche buena, los ángeles han recibido un mensaje de Dios, si es que a...