Capítulo 2

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Harry se quedó parado en la puerta de su habitación, congelado, mientras la puerta crujía silenciosamente sobre sus goznes, golpeando contra la pared opuesta.

-¡Mierda!-.

Eso es todo lo que necesito, pensó, el departamento de magia de menores en mi espalda. Volvió a sus cabales cuando su vejiga gritó pidiendo atención y corrió al baño. Pensando que podía aprovechar al máximo su libertad temporal, bajó las escaleras para prepararse un desayuno decente. Estaba disfrutando de una buena taza de té, fuerte como a él le gustaba en lugar de cualquier cosa que pudiera sacar de las bolsas de té sobrantes de los Dursley, cuando notó una lechuza en el jardín. Suponiendo que le informaba de su inevitable expulsión -(seguramente había un número limitado de veces en que se le podía perdonar)-, dejó entrar a la lechuza y le dio de comer algunas de sus sobras de tocino antes de que se fuera. La carta no tenía sello oficial, lo cual era extraño, pero lo más peculiar era que iba dirigida a su tío Vernon. Quién en el mundo de los magos le escribiría a Vernon y por qué, sonó demasiada alarma como para que Harry la ignorara y la abrió con cuidado, con una sensación de presentimiento recorriéndole la columna vertebral.

Querido Vernon,

Me han informado de que está muy disgustado con su situación actual y ese pequeño estallido de magia lo ha confirmado. He adjuntado una pequeña bonificación que espero que cubra los daños causados por su arrebato, no se preocupe, las tasas escolares de su hijo seguirán siendo pagadas en septiembre. Su sobrino sigue siendo tan generoso como siempre.
Si se vuelve más emocional o inestable avísame y haré que el departamento de magia para menores vuelva a vigilar tu casa.
Sigue con el buen trabajo, sólo recuerda alimentarlo cada dos días, lo queremos débil, no muerto. Afortunadamente la bulimia es una tapadera increíblemente creíble para su estado.

Con suerte no necesitaré estar en contacto de nuevo este año,
Nunca, tu amigo.

Quedó sin firmar, pero Harry se tambaleó. Nunca se había sentido tan traicionado en su vida, y eso era una competencia. La idea de que sus familiares estuvieran cobrando por abusar de él le hizo lanzarse al baño, subiendo su desayuno.
Finalmente se calmó, sorbiendo lentamente un vaso de agua para asentar el estómago y trató de procesar lo que había aprendido. Evidentemente, alguien estaba trabajando con sus familiares en su contra, alguien con suficiente poder para dirigir los departamentos del ministerio, y aparentemente tenía acceso a sus cuentas. Puede que no fuera tan brillante como Hermione pero, al contrario de lo que decía Snape, no era un completo idiota y no hacía falta ser un teórico de la conspiración para descubrir que le estaban impidiendo ir a la lectura del testamento de Sirius. Miró el reloj y vio que sólo eran las siete de la mañana, así que aún tenía mucho tiempo si quería llegar a Gringotts y un fajo de dinero muggle que le permitiera llegar. El único problema iba a ser cruzar el callejón Diagon.

Sabía que su aspecto era bastante característico, malditos sean los ojos de su madre y las gafas de su padre, y no sabía quién podía estar al acecho o trabajando como informante. Ni siquiera tenía idea de quién era el autor intelectual. Harry no quería dar un chivatazo antes de tiempo, necesitaba reunir más información y averiguar qué estaba pasando. Mirando su guardarropa se dio cuenta de que salir con su ropa habitual sólo sería un faro el pelo oscuro desordenado, las gafas redondas y las prendas de vestir de gran tamaño sólo gritarían "Harry Potter". Se dirigió a la habitación de su primo para ver si encontraba algo allí.

Las marcas de diseño salían a borbotones de los cajones y Harry se preguntó brevemente qué pasaba con ellas cuando a Dudley se le quedaban pequeñas, lo que ocurría con frecuencia, ya que Harry sólo parecía tener las cosas baratas. Cogió uno de los polos Ralph Laurent, un bonito verde manzana, y se lo puso por encima de la cabeza. Harry se rió de su reflejo y se echó a reír. El top lo inundaba, en longitud y anchura, y parecía un vestido. Ese pensamiento le asaltó. No debería ser tan fácil, pero tal vez podría serlo, ciertamente a nadie se le ocurriría buscarlo si se vistiera de chica.

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