Capítulo 67

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Cuando los gobernantes lograron llegar a las gradas, el marcador ya era Gryffindor》80 Hufflepuff》70 y Haddy buscaba frenéticamente la snitch. Lucius había conseguido colarse al lado de su mujer, ganándose una pequeña sonrisa. Se colocó cerca de ella para poder sostener su mano entre los pliegues de sus túnicas todavía le gustaba mantener su imagen fría y distante. Se alegró de ver que la chica Weasley se había tomado al pie de la letra las palabras del equipo y que realmente jugaba con sus compañeros, aunque la habilidad de los guardianes aún dejaba mucho que desear. Sin embargo, al menos parecía estar intentándolo y, con suerte, Haddy encontraría la snitch antes de que los perseguidores de Hufflepuff consiguieran adelantarse. Parecía que se estaban recuperando un poco y Lucius podía sentir que se ponía tenso después de que un buen disparo de un golpeador de Gryffindor detuviera una carrera de Hufflepuff. El público había estado rugiendo mientras los perseguidores atacaban, pero ahora estaba tranquilo, por lo que pudo escuchar una conversación detrás de él.

-¿Quieres decir que no ha habido ninguna evidencia de ningún otro abuso entre los estudiantes?- Letitia Parkinson, la madre de Pansy y miembro del subcomité del gobernador que investigaba los abusos. -¿Fue el señor Malfoy el único?-.

-Digo que, para empezar, hay quienes cuestionamos la veracidad de las declaraciones del señor Malfoy-, respondió Héctor Fawley, otro miembro del subcomité y ferviente partidario de Dumbledore. -Le pregunté a Madam Pomfrey si había visto alguna herida sospechosa o signos de desnutrición en algún alumno que pasara por su sala y dijo que no había ninguno, incluido el señor Malfoy-.

-¿Sólo lo dijo o realmente viste los registros tú mismo?- preguntó Lucius, sin intentar girar la cabeza para que no pareciera que se unía a su conversación. No quería alertar a ningún observador casual.

-Bueno, ella dijo-, respondió Fawley, -me mostró brevemente algunos informes, pero no pude entenderlos-.

Lucius se rió, -por supuesto que no lo hiciste. Te sugiero que la próxima vez lleves a alguien con formación médica para que te descifre la jerga. Mi hijo fue examinado por curanderos goblins y once y ambos documentaron un extenso historial de abusos. Puedo conseguirle copias y explicarle los resultados si lo desea-.

-¿Pero por qué Madam Pomfrey diría que no lo hubo?- preguntó Fawley.

-Sólo ella puede responder a eso, me temo-, respondió Lucius.

-Creo que el señor Malfoy ha recibido formación en curación-, dijo Letitia, -quizá pueda ayudarle a mirar los archivos-.

Fawley comenzó a balbucear ante la sola idea de trabajar con él y Lucius se sintió lo suficientemente amable como para apiadarse del hombre. -No te preocupes Fawley, me temo que estoy demasiado ocupado en este momento para ofrecerte ayuda, pero tengo conexiones con el reino de los elfos y no creo que nadie pueda dudar de su capacidad-.

-De acuerdo-, aceptó Fawley, -incluso yo sé lo buenos que son los elfos curadores. Si puedes organizarlo, entonces lo haré. Sería bueno poder decirlo con seguridad. Pase lo que pase, a ninguno de nosotros nos gusta la idea de que se abuse de los niños-.

Lucius tarareó en señal de acuerdo y volvió a concentrarse en el juego justo a tiempo para ver a Haddy lanzarse en una zambullida que desafiaba a la muerte y el corazón le saltó a la garganta. Narcissa tuvo que arrancarle la mano de su agarre con suavidad; más tarde comprobaría que no había causado ningún daño real al aferrarse a ella con miedo.

Podría haber jurado que el chico estuvo a un centímetro de la muerte cuando se levantó y Lucius no pudo mantener su máscara estoica mientras se agarraba a los rieles. No podía respirar de lo tenso que estaba mientras Haddy se dirigía al campo principal de juego y tenía que esquivar varias bludgers en su persecución de la pequeña pelota dorada. El buscador de Hufflepuff le pisaba los talones, pero parecía más cauteloso a la hora de lanzarse a la lucha y Lucius no podía evitar desear que Haddy tuviera algo del sentido de la autopreservación del otro chico. Por suerte, los dedos de su hijo no tardaron en agarrar la pelota dorada que revoloteaba, poniendo fin al juego, y Lucius se sintió inmensamente agradecido; no creía que su corazón pudiera soportar mucho más.

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