¿Me creerías si te dijera que el hilo rojo no es lo único que destina a dos personas?
En una localidad al sur de Francia. En la década de los ochenta, vive Lily Diallo una joven con el sueño frustrado de ser escritora. Todos los meses compra un nuev...
El aroma a hojas secas se colaba por la ventanilla abierta. Lily podía sentir ese fresco aroma mientras sentía el sol, calentando ligeramente su piel arrugada con manchas de sus manos que sostenían un libro.
"Para mi calcomanía que amó infinita e incondicionalmente a su decalcomanie. Para ti, mi ángel, que me amaste con cada una de mis copias".
Lily pasó la vista en esas líneas escritas en cursiva. No pudo evitar sonreír y dejar escapar un suspiro. Sin dudarlo más lo cerró y nuevamente llevó el libro a su lugar inicial, con el lomo a la vista. Leer la dedicatoria le recordaba a ese momento. A donde todo comenzó.
Sonrió de medio lado y caminó con los pies descalzos por los enormes pasillos de esa casa, hasta que llegó a esa puerta de madera vieja. Tomó el pomo de la puerta al tiempo que llevaba su mano libre al centro de su pecho, sintiendo ese bulto que aún dolía de vez en cuando.
Empujó la puerta y entró a esa habitación sintiendo el olor a pintura, ese olor tan característico del óleo y la acuarela. Sintiendo el olor del sellador y el tíner mezclarse.
«Te he amado por más de diez años y lo seguiré haciendo, Lilian Marce».
Ella podía escucharlo decir. De una forma tan segura y relajada. Llegó hasta los cuadros que mostraba su propio retrato y pasó la punta de sus dedos en el lienzo. En ese cuadro que ya nunca fue terminado. Cerró sus ojos mientras sus dedos acariciaban el lienzo. Podía sentir en sus dedos la textura de la pintura. Lo podía escuchar hablar.
«Lilian» le llamaba.
Y ella regresaba a Francia, a esos años donde todo comenzó.
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Bienvenidos a esta nueva historia. Aquí un nuevo mundo nos espera y estoy ansiosa de que algún día sean tan valientes que venzan sus miedos.
