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Diciembre, 1980

El viento helado se colaba por debajo del cabello de Lily. Otoño había puesto un punto final y el invierno había comenzado a trazar nuevamente su helado recorrido sobre ese pequeño pueblo.

      Los huesos de ella se sentían doler. Caminar hacia el centro para poder recibir un nuevo año no era algo que le pareciera demasiado emocionante. Usualmente, hubiera votado por quedarse en casa leyendo un libro en compañía de chocolate caliente o incluso recostada en la ventana para ver los fuegos artificiales. Solo que ese año no podría hacerlo.

      Como siempre, ese día su madre la levantó del sofá con el sermón de que siempre era bueno mantener las relaciones con la vecindad. Diciendo algo como que un día podrían necesitar la ayuda de ellos. Obligándola de esa forma a subir, arreglarse y salir a ver un poco del resto del mundo.

      Estar parada en un parque esperando a que la medianoche llegará no era su plan favorito. Pero debía asistir para poder quitar de su lista de pendientes el tener que juntarse con Nathan Garrel. De lo contrario, las señoras no le dejarían de insistir para que lo hiciera.

      Su madre creía que Nathan era el chico perfecto. Dedicado y estudioso, cristiano y servicial. Por otro lado, la señora Garrel amaba la forma tímida y correcta que Lily aparentaba ser. Aunque no fuese en realidad la chica que consideraba que era.

      —¿Ya lo encontraste?

     La voz de su amiga, Fleur, la interrumpió en su búsqueda. Negó con la cabeza mientras intentaba encontrar al chico alto con quién debía pasar el año nuevo o al menos compartir algunas palabras y luego irse de ahí.

      —No — masculló —. Ya quiero quitarme esta carga de encima y el muy cabezota no aparece — se quejó.

      —De seguro no tardará en venir. No me gusta quedarme sola, prometo que Joyce debe pagarme una buena para que le perdone su ausencia.

      Fleur comentaba mientras ambas caminaban por el parque buscando encontrarse con Nathan. El parque del pueblo, ese que estaba en el centro, era el más grande. Y aunque se dijese que el pueblo era pequeño, quizá se mentía un poco. En realidad ese pueblo tenía al menos tres parques, pero el año nuevo se celebraba en el más grande.

      Reunir a todos o al menos a la mayoría no era trabajo para parques tan medianos o pequeños como los demás.

Ese día, todas las asociaciones decoraban el parque. Colgaban telas que estaban siendo sujetadas a las ramas de los árboles como si fuesen una telaraña. Los focos alumbraban el camino y se encargaban también de que hubiese luces colgantes. Se abrían stands de comidas tanto tradicionales como rápidas. Algunos juegos de feria y por último los fuegos artificiales luego de las doce campanadas a la medianoche.

      Por eso, buscar a Nathan entre esa cantidad exorbitante de habitantes era un poco ilógico. Encontrarlo llevaría más de quince minutos y para Lily, ese hombre no valía los quince minutos de su tiempo a solas.

      Vio el reloj en su muñeca. Eran las once en punto. Hacían falta cinco minutos exactos para que los quince minutos de búsqueda pasarán. Estaba dispuesta que a las once con cinco minutos ella lo dejaría de buscar y se inventaría una excusa de porque ese día no pasó con él.

      —Le doy cinco minutos para que aparezca — dijo entre el murmullo.

      Fleur mordió sus labios buscando también al chico.

Calcomanie (Décalcomanie 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora