47
Octubre, 1982
¿En qué momento fue que todo cambio?
Lily se lo preguntaba. Se hacía esa pregunta todas las mañanas que se levantaba mientras se quedaba viendo a la ventana y de vez en cuando sentía las caricias de Martín por su espalda encorvada por el cansancio.
Se lo preguntaba porque realmente le urgía, exigía una explicación a la vida de ¿En qué momento todo cambió? ¿Por qué ella?
Le desanimaba sobremanera darse cuenta de que había transcurrido un largo mes y nada había vuelto a ser lo mismo. Darse cuenta de que una madrugada su padre sufrió un paro cardíaco y que luego de eso agitaron su mundo. La pusieron de cabeza y solo parecía que no había salida. Sentía que aquella situación era una caja y no un túnel. No había avance. Todo era cuatro paredes altas que a donde se corriera ahí estaba el tope.
Así se sentía Lily. Como estar dentro de una caja, que con el tiempo se hace cada vez más y más pequeña. Que con el tiempo asfixia hasta que no se es nada dentro.
—¿Amor, estás bien?
Lily escuchó la voz de Martín, seguido el brazo de él, rodearla por la cintura y pegarla a su cuerpo. Abrió sus ojos cuando lo sintió, pero solo se quedó viendo a la ligera luz de la luna que se colaba por su ventana.
«No» pensó.
—Sí, lo estoy — susurró.
Martín escondió su cabeza en la nunca de Lily. Respiró el dulce aroma que ella siempre daba, luego tomó distancia y sin preguntarle le obligó a darse la vuelta.
La mirada de ambos estaba sobre el opuesto. Había cierto destello en ambos. Un brillo mezclado con tristeza y amor. Algo tan hermoso floreciendo entre las desgracias de la vida. Así se veía el amor de ellos.
Era como si una flor naciera entre la tierra infértil. Como si un fruto estuviera vivo entre la sequía. Así se sentía su amor. Tan fuerte pero tan ligero.
—Háblame, Lilian — pidió.
Lily cerró sus ojos bajo el suave toque que Martín le dio en sus mejillas. Uno que le susurraba que podía abrirse. Que podía mostrarse débil, imperfecta y miedosa. Le decía que era de humanos sentirse inseguro.
—Todos los días me despierto con miedo — confesó —. Este último mes mi vida ha sido un golpe tras otro. Mi padre aún no sale del hospital y la universidad ya se ha atrasado en mandar mi sobre.
Y es que la vida nunca sería de color de rosa. Ni para la persona más santa podía mantenerse con una vida en la que no hubiera altibajos. Toda la vida significaba un largo camino. Por lo mismo, a lo largo de ese tramo extraño de vivencia debían existir momentos de fracaso y crisis.
Lily estaba en esos momentos.
—Debes respirar, Lilian — susurró —. No dejarte vencer, ni mucho menos desanimarte.
Lily estaba luchando para poder seguir haciendo eso. Lo intentaba, pero parecía que el nudo en su garganta aún no estaba dispuesto a irse. Se estaba aferrando a su garganta, robándole cada día un poco más de oxígeno.
La preocupación tenía ocupada la mayor parte de su mente.
—Es solo que algunas veces cansa respirar, Nicolás. Me estoy cansando de respirar. De luchar para no caerme cuando todo me está pesando.
ESTÁS LEYENDO
Calcomanie (Décalcomanie 1)
Roman d'amour¿Me creerías si te dijera que el hilo rojo no es lo único que destina a dos personas? En una localidad al sur de Francia. En la década de los ochenta, vive Lily Diallo una joven con el sueño frustrado de ser escritora. Todos los meses compra un nuev...