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Febrero, 1981

Joyce había viajado en el 75 a París. Luego de varios intentos, fracasando algunos meses atrás, por fin había conseguido una vacante para un curso de redacción sin limitación de género, abierto a todo el público. El viaje había sido largo y costoso, pero había valido la pena. Para otoño del mismo año, que regresó de nuevo al pueblo, se llevó la novedad de que se había encontrado a un chico de nacionalidad española, que hablaba demasiado bien el francés.

      Esas cosas no sucedían muy a menudo. Era un poco normal encontrarlos de turismo en el pueblo, más no en París. Pero era aún menos normal el saber que hablaban de forma fluida su idioma.

      Aunque se sabía que muchos españoles emigraron en algún momento a Francia.

      Ese día, mientras estaban sentadas en la heladería de La Nonna, comiendo una tarta de pastel de vainilla, escucharon atentamente cada cosa que Joyce les dijo.

      Repitió una y otra vez lo mucho que le causó gracia escucharlo, aún confundirse con el francés y español. Martín muchas veces respondía en español a sus preguntas para terminar corrigiéndose y contestar en francés. Luego de varios días se hicieron más cercanos después de saber que los cursos de ambos eran impartidos en el mismo edificio.

       Martín fue la compañía de Joyce en París hasta que ella tuvo que regresar y perdieron contacto algunos años.

      Para Lily, Martín sonaba como alguien lejano. Admirable de seguir su sueño aun cuando había vivido en España y mudo hacia Francia solo para recibir ese curso. Convirtiéndose así para siempre en un franco-español. Ella supuso que aquel chico había dejado a su familia para soñar y lo admiraba por esa valentía. Pensaba que era admirable porque no sabía si ella algún día tendría ese coraje. La cosa es que no supo que ese mismo chico era el que ahora odiaba por lo mismo que admiro un día.

—Vamos. — Sintió como Martín la empujó para bajar del autobús.

      Habían llegado a la pradera, medía hora más tarde de camino. Estaba relativamente lejos como cerca del pueblo.

      Martín fue el último en bajar luego de que Lily estuviera abajo acomodando su ropa y buscando cómo abrigarse el cuello y la nariz. Lo vio colocarse a un lado de Joyce y comenzar a caminar. Fleur se quedó a su lado como de costumbre.

      —Nunca había visto a Joyce tan platicadora. — La voz de Fleur fue un susurro.

      —No se me hace para nada extraño que esté así.

      La respuesta de Lily se escuchó un poco automatizada. Y, es que, en realidad, ella iba perdida en sus pensamientos. Realmente iba atascada intentando leer a Martín, alias Nicolás.

      Nicolás parecía la persona más extraña bajo su mirada, como si cada lado de él fuese una interrogativa, un acertijo por resolver. Le miraba y era como sentir que sabía todo y nada a su vez de él. Se preguntaba si él estaba roto tal como ella, o en realidad le surgía una necesidad de preguntarle como llevaba la vida que parecía haber tenido sin haberse vuelto loco.

      Pensaba en que aquel chico que aparecía en todos lados donde ella estaba en realidad la había pasado mal también. Quería conocer la historia de él, preguntarle de dónde había sacado tanta locura para atreverse a mudarse a otro país con tal de soñar. Después de todo, a Lily le molestaba aceptar, que comenzaba a ver que a Martín también le había dolido soñar.

Calcomanie (Décalcomanie 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora