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Septiembre, 1983

El corazón le latía con fuerza contra el pecho. Lily sentía como el viento se le colaba debajo de sus ropas, aun cuando llevaba pantalón y un cárdigan encima. Podía sentir como dentro de poco su nariz y orejas se enfriarían y comenzarían a picar por lo mismo.

Era lo que causaba ir en bicicleta por la tarde, cuando el sol ya se ha escondido y el verano ya no formaba parte de ellos. Ahora, el olor a hojas secas era lo que le hacía cosquillas de ella. El otoño estaba de su lado.

Habían transcurrido dos meses desde que Oliver llegó y cuando le dijo que saldrían cada vez que hubiera oportunidad, ella no le creyó. No obstante, había sucedido lo que consideró que no sucedería nunca desde que él se acercó más a ella. Las primeras dos semanas fueron tranquilas, pero las siguientes dos ya salían por cafés o helados.

Lily pasaba más tiempo fuera de casa, el tiempo que le ayudaba a olvidar un poco la muerte de su padre y la ausencia de Martín. Y es que con aquel seguían llamándose y hablaban por largas horas. Ella seguía sintiendo como su corazón se aceleraba cuando el teléfono sonaba o lo mucho que necesitaba un abrazo de su persona.

Martín seguía siendo su amor. Su más grande primer amor.

Pero había días, esos que eran inevitables, en los que Martín no llamaba en lo absoluto. Aunque a los días marcaba y supiera que era por razones de proyectos o exámenes que tenía. Ella entendía que él estaba tomando prioridades y muy al fondo no le molestaba en absoluto no recibir llamada de él por esa causa. Se decía que confiaba ciegamente en que ellos estaban destinados.

Él era su decalcomania.

El tiempo de Lily ahora era de esa forma. Salía más seguido gracias a Oliver y ese día no figuraba diferente.

—¿Todo bien, Lily?

Oliver se detuvo algunos metros más adelante. Ella había pausado el camino luego de sentir que su pantorrilla izquierda quiso sentir un calambre.

—Sí, es solo la poca costumbre de usar bicicleta. Se me quiere acalambrar la pierna — se quejó.

Oliver se bajó de la bicicleta y fue con Lily.

—Bájate y pasa la mano sobre la zona de forma lenta. No lo hagas muy brusco — recomendó.

Ella se bajó de la bicicleta y comenzó a masajear la zona del calambre mientras Oliver le miraba buscando alguna señal que le dijera que iba bajando. Esa tarde iban de camino a un antro que había encontrado él a las afueras del pueblo. Iban ahí con el propósito de no ser reconocidos, sobre todo hablando de Lily, quien a pesar de todo buscaba ir los domingos a los servicios.

—Creo que la próxima nos favorece más un coche — murmuró.

—Lo tendré en cuenta, Lily.

Se enderezó minutos más tarde luego de que el calambre parecía haberse ido, sujetó la bicicleta y caminó sin subirse. Oliver tomó la propia de la misma forma y continuaron avanzando por el camino.

—Cuéntame algo de ti, Lily.

Oliver pidió rompiendo el silencio que llevaban entre ellos. Lily no alejó su vista del frente del camino, no era como si supiera a dónde iba, pero le sentaba mejor ver al frente que tener que realizar contacto visual con él. Se quedó algunos segundos guardando silencio viendo el sol esconderse por completo en el horizonte.

—¿Qué quieres saber de mí? — habló por fin.

—Algo que nadie más sepa.

«Hay tanto que no saben de mí, Oliver» pensó.

Calcomanie (Décalcomanie 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora