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Septiembre, 1982

Los brazos de Lily colgaban de la cama. Su mejilla estaba pegada contra su almohada y parte de las sábanas estaban regadas por todo su cuerpo. Su reloj marcaba en esos instantes las tres de la mañana. Había dejado algunas hojas tiradas en el suelo luego de ponerse a trabajar en un nuevo libro.

      Ese día se catalogaba como un buen día para ella, a pesar de que la fecha de entrega de respuestas de parte de las universidades se estaba acercando, aún tenía los ánimos para no dejarse dominar por los nervios y el miedo de que algo malo sucediera. Estaba meditando de no dejarse llevar por la ansiedad que le causaba lo incierto que todo se miraba.

       Por el contrario, había conversado más con Martín y salido casi a diario. Estar a su lado le distraía un poco de todo lo que en su mente pasaba con respecto al futuro que le esperaba. Lo mismo le dejaba agotada al finalizar el día. Por eso, dormir esas últimas semanas había sido la cosa más sencilla.

       Ese día no se veía distinto. Estaba dentro de un sueño profundo. El silencio de la habitación se rompía gracias a los pesados suspiros que soltaba cuando dormía cada vez más y más profundo. Incluso se podría decir que podía acabarse el mundo en esos momentos y ella no se percataría de ello.

       Toda esa noche tenía de tanta tranquilidad en ese pueblo. Nada malo estaba por suceder. Realmente no parecía que algo pudiera cambiar la tranquilidad que se sentía en toda esa casa, a todos estar dormidos.

        Y de repente, un grito grave se coló por los pesados sueños de Lily, luego fueron agudos los que se comenzaron a escuchar. Había una mezcla de gritos que se colaban dentro de su sueño. Todo lo que estaba en calma dentro de ella, se comenzó a desordenar.

        Comenzó a intentar despertar. Se removió en toda su cama hasta buscar despertar de forma correcta tan pronto como abrió sus ojos, lo comprendió. Los gritos no eran parte del sueño.

        Se levantó a toda prisa de un salto. Su mente aún no coordinaba con coherencia, eran como si no pudiera hacer que su cuerpo obedeciera a lo que quería hacer. Sus pies se enredaron con las sábanas haciéndola caer. Una queja escapó de su boca, pero que ignoró por completo cuando su corazón se sintió desvanecer dentro de su pecho. Como si se hubiera desaparecido.

        Abrió la puerta con un nudo en la garganta y la confusión en toda su mirada. Su hermana Josephine pasó antes que ella a pasos rápidos, ignorándola a ella. Corrió detrás en dirección a la habitación de sus padres. Josephine abrió primero la puerta y se quedó detrás de su hermana cuando se detuvo.

        —¡Antonie!

        Su mamá gritaba. Con el miedo bloqueando toda su razón, se movió a un lado. Su padre se sujetaba el pecho y soltaba quejidos de dolor. Entonces, las lágrimas corrieron por su rostro. Le pasó a un lado a su hermana y fue directo a su padre.

         —Papá — le llamaba —. ¿Qué sucede? ¿Qué te duele?

         Su voz se amortiguaba en su boca. El llanto que corría por sus mejillas hacía que sus gritos se escucharan como simples palabras. El nudo que se le formaba en su garganta era tan grande que sentía que el aire comenzaba a hacerle falta.

        —¿Qué te duele, papá?

       Las manos de Lily estaban en los brazos de su padre. Este tenía la mirada cerrada sin dejar de agarrarse el pecho. Su madre no dejaba de gritar y Josephine seguía pasmada en la puerta.

Calcomanie (Décalcomanie 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora