4
Junio, 1980
La brisa del mediodía acariciaba los brazos desnudos de Lily. Sentía como el sol la obligaba a entrecerrar sus ojos mientras intentaba de alguna forma prestarle atención a una de sus mejores amigas. A Fleur.
Fleur era quien estudiaba con ella, aunque una de sus tantas lamentaciones era que ese año no compartían clase. Por lo que solo les quedaba los recesos y los fines de semana para encontrarse y comer algún helado luego del devocional en la iglesia.
Y es que en realidad ahí hacía falta Joyce, pero ese día, no había podido llegar.
Joyce era la mayor de ellas. Lily la había conocido hace siete años por ser la hija de uno de los amigos de sus padres. Todo ella lo dejaba ver. Siempre se vestía más formal que ellas, usaba pantalones y camisas. Su cabello rizado iba arriba de los hombros, haciéndolo ver más voluminoso. Sus expresiones eran marcadas y su piel morena oscura resaltaba entre ese cabello. Le daba la sensación que en definitiva estaba frente a una mujer adulta.
Ese domingo únicamente estaba al lado de Fleur. A las afuera de Nonaa comiendo un helado casero en esa tienda italiana que ambas amaban.
—¿Me has escuchado, Lilypo?
La melodiosa voz de su amiga, Fleur, le cortó los pensamientos. Rápidamente, dejó de ver al grupo de chicos que estaban jugando al otro lado de la calle en la cancha del instituto. Sobre todo a ese chico que tenía la camisa desarreglada y sus pantalones de vestir enrollados hasta la rodilla y siendo sujetados por unos tirantes.
Ahí estaba él jugando entre todos esos chicos que ninguno parecía resaltar, solo él con ese cabello. Lily veía a Martín jugar con un grupo de chicos que no conocía.
Se giró para poder centrarse en esa chica cuyo cabello morocho estaba peinado en un moño, resaltando sus labios gruesos y su piel bronceada en contraste con sus ojos verdes.
—He de decirte que no te he escuchado. Quizá, en realidad dejé de escuchar desde mucho atrás. Lo siento.
—¿Ha sucedido algo? — le susurró.
La pregunta fue casi en un hilo de voz, pero lo suficiente para que Lily escuchara y asintiera con la cabeza de forma perezosa.
—Sucedió lo peor que le puede pasar a una lectora con su saga favorita— respondió.
Lily masculló jugando con el paletón de su vestido floreado color verde mientras dejaba pequeños pellizcos en sus muslos en forma de juego. No quería levantar la vista y encontrarse con Martín.
—Existen tantas cosas que te pueden pasar, pero tengo claro que no cualquier cosa te hace enojar. ¿Qué te ha hecho enojar, mi bonita Lilypo?
La voz de Fleur siempre se mantuvo tranquila.
—Martín— espetó.
Su amiga guardó silencio algunos segundos. No entendía a qué se refería, espero a que ella dijera algo más, pero nunca llegaron sus palabras. Lily levantó la mirada y la dejó firme en él. Lo veía tirado en la cancha con una capa de sudor mientras dejaba escapar risas a lo que le decía el otro chico.
Se le miraba tan relajado, con un aura poco común, porque entre tantos chicos en el pueblito del Sur de Francia, él se miraba relajado, suelto y libre. Sobre todo libre y eso a ella le picaba en la piel porque parecía que nada de lo que sucediera le importara lo suficiente.
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Calcomanie (Décalcomanie 1)
Romance¿Me creerías si te dijera que el hilo rojo no es lo único que destina a dos personas? En una localidad al sur de Francia. En la década de los ochenta, vive Lily Diallo una joven con el sueño frustrado de ser escritora. Todos los meses compra un nuev...