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Diciembre, 1981

La mamá de Lily siempre le dijo a ella que la habitación era el lugar que refleja cómo era la persona. Siempre le dijo que las cosas en casa debían estar ordenadas para que su vida se sintiera de la misma forma. Todos los días le decía que ordenara su cuarto para que su vida fuera ordenada. Le decía que limpiara, arreglará su cama y su ropa en el armario para que así fuese su vida.

      En los inicios, Lily hacía todo para creerse que su vida estaba ordenada. Tenía una pulcra rutina hasta que se dio cuenta de que no importaba que tan ordenado tuviera su espacio, si la mente estaba en desorden el resto también lo estaría. Aun con eso no había dejado de ser ordenada, solo que había aceptado que su mente no estaba en orden.

      Y quizá llevaría un buen tiempo en que pudiera conseguir aquello.

      Ahora, su vista recorría de forma lenta cada rincón de la casa/estudio de Martín. Le había pedido si podía ir a un lugar más tranquilo. No quería ir al parque y encontrarse con sus amigas o inclusive con su madre o Nathan. Lamentablemente, las cafeterías ya estaban cerradas para entonces. Por eso, Martín terminó por ofrecer ir a su casa y pasar un tiempo ahí.

       Fue de esa forma como Lily se encontró pasando la vista por cada esquina del lugar donde vivía Martín. En efecto, había cierta verdad en las palabras dichas por su madre. Sí, el lugar refleja parte de la personalidad de una persona y donde ella estaba gritaban por todos lados que ahí vivía Martín.

      Era un departamento. No muy grande. La cocina, comedor y sala eran compartidas. Había un pequeño pasillo con tres puertas, lo que debía suponerse que pertenecían a la habitación de él, su estudio y el baño. Se detuvo a ver algunas plantas frescas en la ventana, luego algunas manchas de pintura en una tela que colgaba de un perchero y luego en el tocadiscos que había en la sala.

      —¿Lilian? — la llamó.

      Lily dejó de pasar la vista por ese lugar y se giró para buscar a Martín. Estaba en la cocina con dos tazas y una tetera en el fuego para hervir un poco de agua.

      —Tu casa se parece a ti — confesó.

      A decir verdad, la casa tenía el estilo de Martín. Parecía una casa que pertenecía a un artista y a un bibliotecario. Era extraño. En la sala había una pared llena de libros y un sofá de tres plazas con plantas en las ventanas. El comedor era una mesa redonda de cuatro y la cocina tenía una isleta pequeña que hacía que se formará un cuadrado.

      —¿Quieres ver mi estudio? Siento que este lugar no dice mucho de mí.

      Lily asintió como respuesta. Martín salió de la cocina y le indico que lo siguiera. Entraron en la segunda puerta.

      —Lamento un poco el desorden, pero... — no dijo más.

      Abrió la puerta para que ella pasará antes.

      —No importa, uno sabe cómo mantener su lugar de trabajo.

      Lily entró de forma tímida. Estaba imaginando miles de opciones de cómo sería el estudio de Martín, pero se quedó a dos pasos cuando vio el lugar. Era... grandioso. Las paredes tenían dibujos y cuadros colgados. Tres caballetes y algunas bolsas tiradas en el suelo. El olor a pintura era fuerte. Algunos trapos estaban sobre el banquillo y en una de las paredes había ventanales que dejaban ver una vista al campo.

       En la pared opuesta al ventanal estaba un pequeño escritorio con las libretas que él siempre cargaba. Era en realidad un desorden total, pero gritaba que ese sí era su lugar. Era hermoso por donde se mirara. El talento que Martín tenía era magnífico.

Calcomanie (Décalcomanie 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora