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Septiembre, 1977

Lily escuchaba las teclas de su máquina de escribir por toda la habitación. Su mirada dejaba ver un enorme brillo de emoción y adrenalina dentro de ella. Terminar de escribir un capítulo era avanzar un paso más para llegar al final de su historia.

      Le apasionaba llegar a ese momento. Su tercer libro estaba a quince capítulos de llegar al final. Luego de cinco meses de escribirlo, estaba a un mes aproximado de poder terminarlo. Su corazón se sentía eufórico mientras sus dedos presionaban cada tecla.

       —¡LILIAN MARCE!

       La voz de su madre le hizo levantar la mirada de donde estaba y detenerse de escribir. Se levantó dejando sus cosas en el suelo y caminó hacia las gradas.

       —¿Sí, madre? — preguntó.

       —Necesito que vayas a la tienda a comprar condimentos. Los he olvidado.

        —Está bien, yo voy — respondió.

       Lily volteó a ver su habitación antes de bajar. Dudo algunos segundos si debía dejar sus cosas de escritura tiradas en el suelo. Sin embargo, no creyó que en lo que iba a la tienda que quedaba a dos cuadras algo podría suceder. Bajó las gradas de dos en dos y tomó el dinero con la nota que estaba en la isleta indicando que debía ir a comprar.

       —¡Ya vuelvo! — avisó.

       —No te tardes — escuchó a su madre decir antes de salir. 

Lily regresaba con la bolsa de papel entre sus brazos. Todos los condimentos iban en la bolsa. Antes de salir de la tienda había revisado su reloj de muñeca. Habían transcurrido cinco minutos desde que salió de casa.

      Lo único que pensaba era en que llevaba el final de ese capítulo como fuego en su mente y las ansias en la punta de sus dedos. Estaba maravillada con la obra que había creado en su mente y que después de tantos meses había conseguido sacarla a la luz.

      ¿Acaso no era eso lo maravilloso de escribir?

       Lily veía el arte en eso. En la forma de cómo el alma del escritor quedaba plasmada en una historia tanto real como ficticia. En esas hojas de papel donde sus imperfecciones e inseguridades salían y nadie notaba que eran suyas.

       La forma de ser real sin ser juzgado. Ese era el arte de ser un escritor.

        Ella amaba eso.

        La sonrisa de Lily era digna de ser retratada. Ese día el cielo grabó la sonrisa tan brillante de Lily porque sabía que en mucho tiempo no podría verla. Cruzó en la esquina de su cuadra. Caminó con exactitud cinco casas antes de detenerse con el alma en el suelo y una soga en su cuello. La imagen quedó grabada en su mente y corazón.

        —¡NO! — chilló.

       Pero fue demasiado tarde.

       La bolsa de papel cayó de los brazos de ella. Corrió lo más rápido que pudo, pero su madre dejó caer las hojas de ellas en ese tambo de metal con fuego que tenían en la parte de afuera.

       —¡¿QUÉ HACES?!— preguntó sollozando.

       Lily llegó hasta ese tambo para cuando las llamas salían de ahí. El fuego se vio reflejado en su mirada con lágrimas. Como si fuese por instinto, volteó el tambo sintiendo como le quemó la punta de sus dedos. Cayó de medio lado y las hojas quemadas salieron. Con su pie intentó apagar las llamas.

       Para cuando el fuego desapareció, todo estaba quemado. Su tercer libro había sido quemado por su madre. Recogió los restos de hojas viendo como sus manos se mancharon de carbón y papel quemado. Se colocó de rodillas y comenzó a revisarlas.

       Todo estaba destruido.

        Giró la cabeza para ver a la mujer que lo había hecho. Una mirada oscura recibió de parte de ella y fue una sentencia lo que escucho.

       —Mientras vivas en esta casa no escribirás más. ¿Crees que no sabía lo que hacías?

       —Pero... — intentó decir.

       —Te prohíbo hacerlo y si lo intentas ya sabes lo que sucederá.

       Las lágrimas cayeron por las mejillas de Lily de forma descontrolada. Su corazón se apretó tanto que creyó que nunca más podría volver a respirar con normalidad. Su madre la había mandado a comprar eso porque sabía que ella en ese momento estaba escribiendo.

       Cuando la señora Diallo vio a Lily salir minutos antes, subió a la habitación de Lily y cogió las hojas que estaban con tinta junto con el paquete que contenía el resto del libro. Bajo con eso en mano y le aplicó inflamable luego de tirarlas en el tambo. Esperó a su hija y cuando la vio dejó soltar el fósforo y el resto de hojas.

       Ese día el sueño de Lily fue quemado por completo.

       Ese fue el día en que Lily nunca volvió a tocar la máquina de escribir. La idea de que sus borradores fueran quemados le aterraba. Le tenía miedo al fuego desde entonces porque cada que lo veía le recordaba a su sueño quemado.

       Fue ese el día en que sus borradores terminaron al fondo de su armario, donde el fuego no los alcanzará, ni tampoco a ella.

       Fue ese el día en que sus borradores terminaron al fondo de su armario, donde el fuego no los alcanzará, ni tampoco a ella

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Hola! Aquí les traigo una corta actualización. Es un poco del pasado de Lily y la razón del porque ella se resiste a continuar con lo que sabe que le hace feliz. Tal vez hoy no lo entiendan, pero en el futuro de la historia, cuando vean el panorama completo, sabrán porque dejo estos agrios pincelazos.

El color negro en un lienzo, también es parte de un paisaje.
Con amor,
Melany.

Calcomanie (Décalcomanie 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora