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Julio, 1982

La emoción de Lily se notaba mientras esperaba con ansias a Martín. El pelirrojo le había pedido que le esperara ahí en la parada del autobús, eran apenas las diez de la mañana del catorce de julio. Ese día era el cumpleaños de Martín y la independencia.

      Pero sobre todo, había ya transcurrido un año completo desde que ella dio su primer beso y él seguía a su lado. Había pasado tanto tiempo como si nada. Eran 365 días al lado de una persona con la que comenzó queriendo golpear y terminó queriendo quedarse a su lado por siempre, o mientras la vida se lo permitiera.

     Se estiró un poco sacando la cabeza hacia la calle para buscar a Martín. Su vista estaba moviéndose por todos lados buscando la bicicleta de él. Sin embargo, no había señales de que llegará.

      —¿Dónde estás? — se preguntó.

      Regresó a su posición inicial cuando no lo vio. Al paso del rato vio un coche venir y detenerse frente a la parada. Se hizo dos pasos más hacia atrás para poder tener siquiera la oportunidad de correr. Sus manos sujetaron con fuerza el agarradero de su bolso, pero luego su boca se abrió y se cerró de golpe cuando un cabello rojo salió del Coche.

     Ella conocía demasiado bien esa cabellera.

      —¿La llevo?

       La voz de Martín se escuchó. Lily quedó enmudecida, solo viendo como él, aun con la puerta abierta, reposaba su brazo sobre el techo del coche rojo.

       —¿Qué es esto, Nicolás? — preguntó.

       —Un coche.

       —Pues sí que lo es, pero sabes que no pregunte eso.

      Martín cerró la puerta del coche y caminó hasta el lado del copiloto. La abrió y ladeó la cabeza diciéndole que entrara. Sus cejas se levantaban con picardía y luego, paso su lengua sobre sus labios buscando ocultar una sonrisa.

      —A dónde iremos no podemos ir en bicicleta, al menos que me quieras ver morir.

      —¿Qué tan lejos? — preguntó.

      —Un poco al norte — susurró —. Anda, Lilian, sube. No me hagas ir a cargarte. Que no me molestaría, pero apresúrate, el tiempo avanza.

      Lily frunció el ceño. De verdad que se estaba preguntando a donde sería llevada. Se acercó a él con pasos sigilosos y pasó frente al coche para poder subirse. Cuando hizo el intento de meterse, una mano la detuvo por el brazo.

       —¿Y por quién me tomas para no darme mi beso? — se quejó.

      Se estiró para darle un casto beso en los labios, luego de ladear su cabeza el verle con una mirada un tanto seria e incrédula.

      —Te quejas por todo, Nicolás — susurró.

      —Y tú que parece que no soy tu novio. Tengo que mendigar tus besos, que perra es la vida de enamorado — dramatizó.

      Eso sí hizo reír a Lily. Se metió al final y Martín le cerró la puerta. Lo vio darle la vuelta al coche y luego entró. Le tomó la mano y le dejó un casto beso sobre el dorso cuando ambos se vieron. Era como si hubiera, de nuevo, una burbuja.

      —¿Lista? — le preguntó.

      —Lo estoy — chilló.

      Le parecía tan emocionante ese momento que sentía como unas enormes mariposas aleteaban dentro de su estómago.

Calcomanie (Décalcomanie 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora