NATHAN, LA SENSACIÓN DE QUE NUNCA SERÁS MÍA. PRIMAVERA, 1982

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NATHAN, LA SENSACIÓN DE QUE NUNCA SERÁS MÍA.
PRIMAVERA, 1982

Nathan miraba de forma detenida a Lily. Estaba registrando cada movimiento de ella como si estos le pudieran decir algo de lo mucho que pasaba en su mente. Tragó un poco de su bebida y carraspeó de forma disimulada, buscando la forma de llamar su atención.

No obtuvo nada. Lily aún seguía pinchando el pastel de vainilla con relleno de fresas que le había ordenado él. En realidad, se estaba concentrando para restarle importancia al sentimiento que tenía. Le había costado una vida casi conseguir de nuevo quedar con Lily, y aunque en ese momento escuchará su corazón bombear contra su cerebro, no pasaba desapercibido la actitud de ella.

Debía ser amable con ella, si seguía las indicaciones de su madre, a lo mejor la tensión entre ellos mejoraba y algo conseguía. Intentar no lo hacía perder.

—¿No está bueno el pastel? Puedo cambiarlo si deseas. También había de avellana y caramelo.

Hasta entonces, Lily levantó la mirada.

—No, es que hace poco almorcé.

Su voz intentó sonar amable, pero fue notorio el desagrado. Nathan se removió en su lugar, le dio otro trago a su bebida y observo el lugar, buscando algo que pudiera aligerar el ambiente.

—Escucha, Lily, sé que iniciamos con el pie...

—No debes disculparte, Nathan. No iniciamos ni con el izquierdo, ni con el derecho. Que seamos vecinos no quiere decir que seamos amigos.

Nathan apretó su mano debajo de la mesa, tragó y luego sé incómodo al ver como Lily volvía a ver por vigésima vez su reloj de muñeca. Pasó por alto las palabras que ella había dicho, para él, ellos siempre serían más que simples vecinos.

—¿Debes ir alguna parte, Lily?

La pregunta misma le incomodó hacerla.

—Sí, debo.

Nathan volvió a presionar su rodilla con su mano, dejó escapar un denso suspiro y luego le dio el último trago a su bebida y se levantó de donde estaba, atrayendo la mirada de Lily.

—Entonces será mejor que terminemos esto ya, no quiero atrasarte. Podemos buscar salir en otra ocasión.

«Debes dejar de ser molesto, más atento» repitió las palabras de su madre.

Lily se levantó, dejando intacto el pastel, y luego de despedirse de Nathan, él la vio pasar por la calle al frente a donde habían estado. Se sentó de nuevo y con la mirada sobre el pastel de fresas y vainilla intacto, Nathan tuvo una sensación.

La sensación de que Lily nunca sería de él.

         La sensación de que Lily nunca sería de él

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