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Diciembre, 1982

Había un rotundo silencio entre ellos, Lily creía que podía decir que escuchaba su corazón latir en el silencio que habían formado. Había transcurrido un mes desde que ella fue a la universidad para hacer su prueba. Era fin de año, estaban a unas horas de poder llegar al 83 y quién diría que habían pasado tantas cosas desde que Martín llegó a su vida.

        Sus manos estaban apretadas entre ellas. Sintiendo ganas de gritar, reír y llorar, no sabía que deseaba hacer en esos instantes en que Martín estaba firmando de haber recibido un paquete.

        Los nervios la estaban consumiendo.

        —Muchas gracias — lo escuchó.

       Martín cerró la puerta de su departamento y se giró. Lily se puso de rodillas en el sofá y con las manos frente a su pecho y ambas juntas, levantó las cejas.

       —¿Y? ¿Es de la universidad?

       Él le dejaba ver un aire tranquilo. Como si el paquete entregado no fuera de la universidad. Lily se mordió las uñas cuando los nervios fueron demasiado para ella, parecía que en cualquier momento podría desmayarse.

       —¡Nicolás! — se quejó.

       —Ya voy, Lilian.

      Martín se detuvo a unos metros de ella. Luego, le vio y le dejó ver una expresión de picardía, levantó el paquete al nivel de su hombro y lo movió de un lado a otro. Ahí entendió ella que sí, el paquete era de la universidad. Dejó escapar un grito al tiempo que saltó del sofá y se lo arrebató por el aire.

      —¡Ay por Dios Santo! — gritó —. Siento que podría besarte ahora mismo.

      Al instante, Lily sintió como unos labios húmedos chocaron contra los de ella, quitándole las siguientes palabras que estaba por decir. Su vista dejó de estar en el paquete y fueron al ladrón de sus besos.

      —Oye... — musitó.

      —Ya me has besado, abre ahora el paquete, Lilian.

      —Tú me has besado a mí.

      —Pues tú lo has pedido, quien lo pide es quien besa.

       —No, en realidad es quien da el primer paso. O sea, quien toca los labios del opuesto, tú me has besado, no yo.

       Martín se sentó frente a ella. Le dio una mirada de «estás jugando en estos momentos, Lilian».

       —Vale, ya voy, no me veas de esa forma.

       Lily lo dejó de ver y tomó el paquete. Lo rompió tan pronto como sus manos se lo permitieron, quedando solo una hoja doblada en tres. Como fue la primera vez. Alrededor de ellos, por el suelo se encontraban los restos de ese paquete, dieron unos segundos para llegar a la calma.

         —Pase lo que pase, yo lo he intentado — se animó.

        —Pase lo que pase, tú has sido valiente y se requiere coraje para perseguir tus sueños.

       «Se requiere coraje para seguir tus sueños» pensó Martín.

       —A la de tres — dijeron.

       Uno...

       Lily metió sus dedos en los espacios de la hoja.

       Dos...

Calcomanie (Décalcomanie 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora