53
Enero, 1983
Había un helado viento colándose por los espacios pequeños de la ventanilla del hospital. Sus manos se restregaban de forma repetida entre ellas. Lily podía estar atenta a todos los sonidos que se escuchaban a su alrededor, algo que no la ayudaba a entrar en calma.
Sus nervios estaban corriendo descontroladamente por todo su cuerpo. Le pegaban puñetazos a su corazón, haciéndolo doler. Sus dientes agarraron las pieles muertas que estaban en sus labios y sus uñas se hundieron en la blanquecina piel de sus palmas. Se lastimó más cuando sus ojos se pusieron borrosos a causa de la capa de cristal que se había formado, cuando las lágrimas le amenazaron con salir por sus mejillas.
«Tu padre no debe verte mal, Lilian, él no está para eso» recordó las palabras de su madre. Por esta vez, por primera vez, su madre tenía razón.
—Estaré bien, tiburoncito — escuchó.
Su mirada dejó de estar en el piso manchado del hospital. Vio a su padre ver al techo, luego vio la bolsa que estaba a un lado de la camilla de él que decía el nombre de la medicina que estaba entrando al organismo.
—¿Tú estás bien? — preguntó —. Dime la verdad, papá.
—Lo estoy, tiburoncito — mintió.
Y Lily sabía que él mentía. Lo sabía porque veía como el rostro de su padre se contraía cada vez más y más. Se contraía con fuerza cuando la quimioterapia entraba por sus venas para atacar el cáncer de corazón que se había detectado en etapa cuatro.
El padre de Lily había sido diagnosticado el mismo día que Martín se iba. Ella tardó tanto en llegar no porque no quisiera ir, sino porque cuando iba de salida su madre llamó a la casa para avisar que después de tanto el diagnóstico había sido entregado. Los exámenes indican cáncer de corazón.
Aún siente como si ese momento hubiera sido hacía unos minutos.
Recuerda de forma tan vívida como se sintió su corazón al saberlo. Como en su garganta se formó una bola grande que la ahorcó. ¿Por qué me tiene que suceder a mí?, se había preguntado en la mente mientras escuchaba a su madre llorar al otro lado de la línea. Su mano tapó su boca para que ella no le escuchara llorar.
Para que no pudiera saber lo mucho que lamentaba saber lo que estaba sucediendo. Luego de colgar, ella se dirigió a la estación, debía dejarlo ir porque si no llegaba, algo le decía que él podría regresar a ella y no quería que Martín supiera todo lo que estaba pasando en su vida.
Lily quería dejar ir a Martín de la mejor forma. Por eso, fue ese día a despedirse cuando casi no había tiempo para hacerlo. Pudo sentir una última vez los labios de él contra los suyos. Pudo sentir la forma en que los brazos de él siempre le hacían sentir distinta, le hacían respirar y olvidarse por segundos lo dura que algunas veces podía ser la vida.
Había ido para poder dejarlo ir. No sabía ese día si él llamaría, no sabía realmente cómo las cosas habían quedado entre ellos, pero sí sabía que en ese momento necesitaba mucho de él. Necesitaba sus palabras de consuelo y la forma tan positiva que él conseguía ver la vida.
«No sabes cuanto te necesito» pensó.
—¿Qué tanto pasa por tu cabeza, tiburoncito?
La voz de su padre nuevamente la trajo a la realidad. Esa realidad de la que deseaba huir, pero que no podía. «¿Existe alguna forma de detener el tiempo?», se preguntó en esos momentos. Si existiera, si en algún momento algo como eso sucediera, ella pagaría para poder detener el tiempo y respirar.
![](https://img.wattpad.com/cover/309340796-288-k379394.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Calcomanie (Décalcomanie 1)
Romance¿Me creerías si te dijera que el hilo rojo no es lo único que destina a dos personas? En una localidad al sur de Francia. En la década de los ochenta, vive Lily Diallo una joven con el sueño frustrado de ser escritora. Todos los meses compra un nuev...