30
Diciembre, 1981
Durante muchos años la casa de Lily siempre tuvo algo de ruido. Nunca dejo de escuchar sonidos provenientes de la planta baja. Escuchaba la sartén con aceite o a su hermana hablar por teléfono. Otras veces la televisión o el cuchillo golpear la tabla de madera.
A diferencia de otros días, aquel estaba silencioso. No se escuchaba siquiera un grillo a la distancia. Era mediado de noviembre y sus padres seguían yendo a esas reuniones de la iglesia mientras su hermana salía con Dean. El que ahora era su novio.
Ella hubiera hecho lo mismo que su hermana. Después de todo, ya tenía un novio. Uno que estaba ahí a su lado cuando supo que no tenía fecha de examen o cuando vio la peor parte de su familia, más nunca escapó.
La parte lamentable de ese día era que Martín había tenido que viajar por algo de la biblioteca y no habían podido verse. Fleur estaba enferma y Joyce —como de costumbre— no estaba en el pueblo. Por eso, solo estaba tirada en el sofá sin hacer nada, viendo el techo y pensando.
Un suspiro de aburrimiento escapó de Lily, se levantó y fue directo al estéreo para buscar a Camilo Sesto. Pasaban las emisoras hasta que se detuvo cuando el teléfono de la casa comenzó a sonar. Lo dejó encendido y se estiró para tomar el teléfono que colgaba de la pared, lo descolgó y antes de hablar carraspeó.
—Familia Diallo, ¿Quién habla?
Una risita ronca que conocía demasiado bien se escuchó al otro lado.
—No vivo con mi familia, pero habla Nicolás Galle — le escuchó.
Lily no pudo evitar sonreír y morder su uña con nerviosismo cuando lo escuchó. La voz de él era diferente, se escuchaba más ronca y varonil. Más familiar.
—Nunca me habías dicho tu apellido — comentó.
—¿A no?
—No, solo sabía tus nombres — admitió.
Otra risita de Martín. Lily confesaba que a ese paso fácil podría fallecer, escucharlo reír estaba comenzado a ser el sonido favorito de ella. Parecía que cuando él reía todo en ella vibraba de formas únicas.
—Deja de reír que haces que me ponga nerviosa — susurró.
—Venga, Lilian, entre más me digas que te pone nerviosa, más lo haré. Por cierto, ¿puedes hablar?
Martín conocía un poco el carácter de los padres de Lily y lo que menos quería causarle a su novia eran más problemas. Sabía que ella ya cargaba suficiente con el hecho de no haber recibido respuesta de la universidad como para agregarle más.
—Sí, mis padres han pasado estos meses entre reuniones de la iglesia y mi hermana no está.
—¿Estás sola en casa?
—Sí, estoy sola. Cosa que también comienza a hacerse común — confesó.
Lily escuchó un golpe seco de repente al otro lado de la línea. Dio un respingo de susto y se pegó más el teléfono a la oreja.
—Mierda...
Las palabras de Martín fueron una especie de queja o alegato. Se escuchó algo lejos como para que fuese entendible.
—¿Nicolás? — lo llamó.
Silencio.
—¿Estás ahí, Nicolás?
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Calcomanie (Décalcomanie 1)
Romance¿Me creerías si te dijera que el hilo rojo no es lo único que destina a dos personas? En una localidad al sur de Francia. En la década de los ochenta, vive Lily Diallo una joven con el sueño frustrado de ser escritora. Todos los meses compra un nuev...