Parecía que mis ojos estuvieran cubiertos por un velo oscuro, probé de mirar a mi alrededor, seguía en la cámara, seguía tendida en el suelo de Carbinium de esa maldita estancia. Mientras intentaba recuperar el ritmo respiratorio normal.
Eathan me acarició el rostro con ternura, y suspiró aliviado. Perdí mi mirada en el cielo y cerré los ojos momentáneamente. Rebufé un par de veces, intentando aislar el dolor que sentía en el pecho cada vez que respiraba.
Había perdido a mi mentora, había perdido la guerra. Axel había escapado. Había sacrificado muchos hombres inocentes... Cada vez mi intento de llanto era más fuerte y cada vez me faltaba más el aire, por ahogarme en mis lágrimas.
Damon me apretó con más fuerza contra el pecho, intentando calmarme. Me acunó ligeramente y suspiró rendido. Sentí su energía, y eso me tranquilizo, él estaba mejor... Eso era mi pequeña victoria dentro del desastre. Me levantó la barbilla hacia él y sonrió al ver que empezaba a sujetarle la mirada.
—Cuanta belleza en un solo cadáver... —susurró sobre mi boca.
Sonreí ligeramente con las pocas fuerzas que tenía. Creo que lo hice, pero no podía dominar mi cuerpo. Por dentro sí, por dentro ese susurro me calentó el alma. Él sonrió meciéndome entre sus brazos y siguió con su tono bajito, solo para mí...
—Eres la tozuda más grande de todo este mundo, y de todos los que vendrán, Eirel Kashegarey... Ya ha pasado, pronto te pondrás bien y podrás dar guerra otra vez... No hagas estupideces sin mí, hacemos mejor el imbécil juntos...
Me besó en la frente durante un instante, acariciando mi piel con sus labios y luego, me cogió en brazos y nos levantamos del suelo.
—Protégela con tu vida, o tendrás muchos más problemas que la muerte. —Damon amenazó a Eathan con eso.
—Es mi vida... —afirmó mi él como respuesta—. No me des órdenes.
Mi amigo me cogió en brazos, con esa dulzura tan característica, con ese amor que solo él podía atesorar. Me acarició la piel y me arropó ligeramente, me dio un beso en la frente y me abrazó con suavidad, evitando dejarme sin espacio suficiente para respirar correctamente.
Su olor... El olor, a bosque de primavera, de mi amigo me inundó por completo, cuanto había deseado eso, poder sentirle de nuevo cerca de mí... Edward se acercó a nosotros y con alegría en su voz dijo:
—Señores, volvemos a casa. Volvemos a Eralgia —Me acarició el rostro—. Descansa mi amor, todo terminó...
Me besó en la frente y en ese momento, perdí el conocimiento por completo.
Salí de ese maldito lugar, de ese país, de ese castillo, de esa celda, pero el pago por ello sería mucho más elevado de lo que parecía. Volver a mi país, a mi lugar, no iba a traerme esa paz que tanto anhelaba en ese momento.
En Eralgia me esperaban mis peores pesadillas, esas que se viven despierto, deseando que solo sea un sueño cuando es la jodida realidad azotándote el alma.
Todos alguna vez hemos tenido esa sensación de estar cayendo cuando nos estamos durmiendo. Es el momento en el que tu corazón y tu cuerpo empiezan a relajarse de tal forma que tu propio cerebro cree que estas muriendo, y provoca ese efecto intentando reanimarte.
En ese momento, mi propio cerebro lo había hecho, había tirado mi cuerpo al vacío esperando despertarme, pero a diferencia de otros, yo sí que había estado muriéndome.
Había estado sumergida en un mar de pesadillas que podría haber definido con una sola palabra: Muerte.
Perdía a mi gente amada. Revivía en bucle la muerte de Arbenet, veía como mis hombres morían aplastados por ese túnel que abrí y en el que les sepulté.
ESTÁS LEYENDO
ERALGIA III, La Alianza
FantasyTERCERA PARTE Estar muerta no es agradable, lo he comprobado. El Balakän era el escondite de Axel, nuestro tablero de juego, y yo, como Reina iba a tumbar ese falso Rey. No esperaba que ese viaje que emprendía fuera a rebelarme la belleza que escon...