Eathan buscó con su mirada a su prima, que aún acariciaba la espalda de su chico, que se armaba de valor para levantarse del suelo y andar. Se despidió de nosotros con un ladeo de cabeza, metió las manos en sus bolsillos y se fue hacia arriba, buscando a Leiko, supuse.
El sudor frío recorrió mi espalda debajo de mi camisa, repasando el tacto de su dedo, resiguiendo ese camino que él había abierto con sus manos... Miré a los demás. Centrando mi cabeza.
—No vais a estar de una pieza para mañana —sentencié. Belfegör se estaba durmiendo de pie apoyado junto a Robert en la pared. Sacudió su cabeza y murmuró frotándose el rostro:
—Yo me voy. Necesito un par de tragos de aguardiente de Druda. —Robert hizo una mueca de asco.
—Prefiero el cianuro —dijo el joven. Desaparecieron ambos.
Arys acariciaba la espalda de Líomar cuando le susurró sobre el cabello:
—Cariño, deberías ir a darte un baño en el mar, vas a sentirte mejor. —El chico asintió. Se incorporó y centró su cabeza con un par de sacudidas. Miró a Damon que le sonreía abrazado a mí todavía.
—No comprendo como Eathan y tú estáis así de frescos... No sois normales. —Resolló y se frotó los ojos—. Recordadme que la próxima boda, me niegue a hacer esto con vosotros. —Líomar desapareció en dirección al exterior. Damon se puso a reír cuando dijo:
—Al único que dejaré en casa será a Yarel, a ese casi lo matamos...
Sus ojos me encontraron concentrada en su pecho, en esos pectorales húmedos por el sudor, tostados por el sol de Save. Ese pecho ancho sobre el que yo me regodeaba a lametones y besos, y mordiscos desesperados, y arañazos... Él me levantó el rostro por el mentón y murmuró sobre mi boca:
—Voy a irme a palacio, a asegurarme de que Belfegör no sigue la fiesta sin mí ¿Vienes conmigo, mi amor? —Miré a Arys, formulándole la pregunta con los ojos. Esta asintió con una sonrisa amplia.
—Mañana a primera hora aquí, que te quiero para que me ayudes a entrar en esa funda de vestido, con esta panza apenas puedo moverme.
Mi amiga acarició su barriguita con ternura y Damon sonrió levemente, mirándome luego a mí de forma discreta, pero yo capté ese gesto, el deseo que había en sus ojos tras ese vistazo. Ser padres no era algo factible para nosotros, al menos, no de esa forma. Yo tenía a Anna, pero Damon... deseaba algo más. Arys se levantó de la silla tras un suspiro largo.
—Iré a ver que mi futuro marido no se haya ahogado, con tanto alcohol en las venas es posible que, en vez de dominar el agua, domine barriles de ron.
—Si solo fuera ron... —masculló Damon. Mi amiga lo fulminó con una mirada y espetó:
—Sé que esto no ha tenido intención maléfica alguna, y que, en verdad, merecíais divertiros. Hacía mucho que Líomar no estaba tan rebosante de felicidad estando con amigos, así que, te lo agradezco. Aun así, sigo vigilándote de cerca y si Eirel derrama una sola lágrima por tu culpa, despídete de tus inmortales partes de macho.
Una sonrisa malvada apareció en el rostro de mi amiga, mientras la sonrisa de Damon desaparecía lentamente. Mi amiga se fue en busca de su chico.
La sombra nos envolvió, llevándonos a esa majestuosa cama de la Alcoba del Rey de Save. Caímos sobre esas sábanas negras, sedosas y que olían a jazmín, a hogar... Rodamos hasta que él terminó sobre mi cuerpo. Nos devoramos en una tanda de besos húmedos, lenguas cruzadas y apretones sobre la ropa.
Quería estar con él. Deseaba que nos fundiéramos en un mismo ser, e hiciéramos el amor cómo solo nosotros éramos capaces de hacerlo. Deslicé mis manos sobre su pecho, bajando la camisa de sus hombros y me perdí en bocados tentadores por sus tendones. Enarqué mi espalda en un jadeo cuando su mano pasó por debajo de la tela de mi camisa para encontrar la cumbre de mi seno. El apretón contra mi piel, el pellizco rodando sus dedos, tirando hasta que el leve dolor era placentero.
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ERALGIA III, La Alianza
FantasyTERCERA PARTE Estar muerta no es agradable, lo he comprobado. El Balakän era el escondite de Axel, nuestro tablero de juego, y yo, como Reina iba a tumbar ese falso Rey. No esperaba que ese viaje que emprendía fuera a rebelarme la belleza que escon...