14. Fuego

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Su voz sonaba dura y tajante. Se desvaneció en ese vórtice oscuro del portal. Crucé una mirada con Edward, relajó sus hombros.

—¿Qué narices le pasa? ¿Por qué ahora de golpe se va? Ha sido nombrar a Kayen y parece que le da todo el mundo igual. —Edward rebufó.

—Damon es... Es Damon, no tiene explicación alguna. No sé si son celos o que no le gusta que nombremos a Kayen porque aún le duele demasiado haberlo perdido. Déjalo, dale su espacio, está enamorado de ti perdidamente, volverá. Tú céntrate en lo tuyo, vamos a trazar un plan adecuado. Te llevo a casa.

El brujo me tomó de la mano y al abrir los ojos estaba en mi habitación, todavía en ropa interior.

Me vestí con cuidado y por primera vez en muchos días, me enfundé en una de mis corazas. No me apreté mucho las correas, pues todavía me dolía el cuerpo para ir tan apretujada. Me peiné lo mejor que pude y me colgué mi espada en la cintura. Llamaron a mi puerta y apareció Líomar. Al verme vestida y de pie sonrió con sinceridad.

—¡Volvemos a tener Guardián! —exclamó aliviado. Se acercó a mí— ¿Cómo te encuentras? ¿Te sientes bien? ¿Te falta algo? ¿Te traigo algo? —Negué repetidamente.

—¿Crees que puedo cabalgar en mis condiciones? —Líomar negó con una mueca burlona— ¿Tan mal me ves? ¿En serio? ¿No impongo respeto? —Mi amigo se extrañó y frunció el ceño. Se cruzó de brazos a la defensiva.

—No, no estás en condiciones de ir a caballo, Eirel y menos con Dun. Es muy fuerte y requiere que el jinete esté preparado ¿Para qué quieres imponer respeto? ¿Qué está pasando? —Maldije para mis entrañas, no podía esconderle nada, Líomar era mucho más listo que yo.

Eathan abrió la puerta de mi habitación de golpe y nos encontró a ambos de pie. Nos quedamos los tres mirando y justo tras Eathan apareció Yarel. Al parecer ellos dos sí que sabían lo que estaba ocurriendo. Así que, lo único que hizo falta, fue de dejarle leer el documento a Líomar.

Los cuatro nos fuimos a la biblioteca, en la mesa de reuniones y nos sentamos. Nos quedamos por unos minutos en silencio, esperando que alguno tomase la iniciativa de hablar. Ejecutar a Kayen no era una opción, no para mí. Era uno de mis Protectores, no iba a permitir que le hicieran algo así. Eathan rebufó y cruzamos una mirada. Me armé de valor para empezar a hablar:

—Kayen es uno de los nuestros. Sabemos que se fue, pero lo hizo por un bien, porque quería arreglar las cosas de forma rápida, evitar una guerra. Su plan se torció, pero, no por eso es un traidor. Debemos convencer al Concejo de que esta es la verdad, de que él actuaba bajo un hechizo de su padre, del que todavía es víctima. —Eahtan se tiró atrás, frotando sus ojos, mirando a la nada.

—¿Y cómo lo demostramos? —Líomar asintió— ¿Cómo le demuestras al Consejo que todo lo que vamos a decirlos es verdad, Eirel? Pueden decirte que eso es lo que él te dijo, pero ¿Y si nos engañaba desde un principio? —Miré a Yarel.

—Eathan tiene razón, nuestra palabra no vale para nada en este caso. Pudo habernos engañado, no sería el primer traidor que tenemos...

Miró a Eathan y bajó la mirada rápidamente, se refería a Alarich... Líomar carraspeó para liberar la tensión.

—Debemos presentar pruebas fehacientes de que lo que los vamos a contar es verdad y, solo se me ocurre un informe de un brujo. Edward, que lo examine y haga un informe de lo que ve, conforme Kayen tiene un hechizo encima. Algo de este tipo podría ayudarnos un poco. No podemos presentarnos frente al Concejo con las manos vacías, no nos aceptaran ninguna reclamación. —Yarel asintió.

ERALGIA III, La AlianzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora