Entré en la habitación que Damon había preparado para Gregör, era amplia, tenía una mesa de café con un par de sillones. Una mesa con cuatro sillas, un escritorio y una enorme cama con un gran dosel. Además, tenía baño propio y una pequeña biblioteca privada repartida por varios estantes.
Robert me cogió por el brazo con sumo cuidado y me ayudó a sentarme en un sillón, cerca de la mesita de café. Le sonreí, agradeciéndole los cuidados. Gregör se sentó justo frente a mí, recto y sereno. Sus manos estaban sobre sus rodillas, estaba relajado, en cambio, yo me sentía intranquila, supongo que por recuperar las visiones.
—Excelencia, permitidme que os de mis más sentidas condolencias por vuestras perdidas. Su Majestad me ha informado de que ha perecido vuestra institutriz y vuestro general en esta guerra —Asentí ligeramente y perdí mi mirada en el suelo, pensando en Arbenet y Caín—. Siento que estáis tremendamente afligida, por un dolor físico muy fuerte, pero, también por el sufrimiento de vuestro órgano amatorio.
Miré algo desfasada a los tres Demonios que me acompañaban. Belfegör hizo una mueca divertida y se señaló el pecho, indicándome el corazón. Gregör carraspeó y siguió:
—A la indecorosa juventud le suenan mis palabras a música ancestral, más, olvidan que frente a mí hay el ente más similar a un Dios que existe. —Me clavó su mirada sobre mis ojos. Sonreí ligeramente intentando apaciguar a Gregör.
—Gregör, no se preocupe por mis amigos, nos faltará un poco de tiempo para acostumbrarnos a su forma de expresarse, pero, le ruego que no me trate con tanto decoro, por favor. No soy más que una chica a la que le va grande cualquier título de los que me quiera poner, podemos tutearnos, no hay problema. —Gregör negó repetidamente.
—Os ruego encarecidamente que me permitáis dirigirme a vos con todos mis respetos, encarnáis el poder de un Dios sobre la tierra y pocos son conscientes de ello. —Suspiré rendida y asentí—. Eminencia, sé que vos todavía padecéis un dolor inmenso por vuestras heridas, por eso, me ennoblece que hayáis venido a verme personalmente. Su majestad no me permite salir del palacio. —Miré a Damon que estaba con sus ojos clavados sobre Gregör.
—Damon es muy precavido y hace bien, yo hubiese hecho lo mismo. No se preocupe, no le estoy acusando de nada ni le digo que no confíe en usted, pero, las traiciones son recurrentes en este mundo, así que, preferimos poner el ungüento antes de que aparezca el tumor. –Gregör asintió repetidamente.
—Sois cauta y esa virtud es escasa entre los jóvenes guerreros. Me enorgullece saber que fuisteis educada con tanto cuidado, vuestra institutriz fue, sin duda, una influencia positiva sobre vos —Gregör se inclinó ligeramente hacia mí—. Puedo ver en vuestros ojos que tenéis dudas, sobre mi persona, sobre mis orígenes y mis intenciones. No pretendo ser un amigo, pero lo sería de desearlo usted —Afirmé algo cansada. Me dolía la espalda y las piernas—. Dejadme ser breve en mi petición y explicación, estáis afligida por un fuerte dolor. —Levanté una ceja.
—¿Cómo sabe que me está ocurriendo? ¿Qué clase de poder posee usted, Gregör?
El hombre levantó ligeramente la manga izquierda de su camisa y apareció un símbolo en su antebrazo, tres arañazos negros enormes.
—Soy Hijo de Caos, Smïthër. Nuestro poder es inmenso, casi tanto como el suyo, Eminencia. Nosotros somos capaces de interferir en las entidades y psicologías de los seres, dominamos magias antiguas y ancestrales que nos dan capacidades amplias en el arte de la hechicería. Nos crearon como emisarios entre Dioses y mortales. —Enarqué una ceja.
—Vais a tener que explicarme muchas cosas, porque no comprendo buena parte de lo que está pasando. Creí que los Smïthërs estaban extintos ¿Qué pasó con Axel y porque os tenía encerrado? —Gregör suspiró y se arremangó el otro brazo.
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ERALGIA III, La Alianza
FantasyTERCERA PARTE Estar muerta no es agradable, lo he comprobado. El Balakän era el escondite de Axel, nuestro tablero de juego, y yo, como Reina iba a tumbar ese falso Rey. No esperaba que ese viaje que emprendía fuera a rebelarme la belleza que escon...