39. Rey Guardián

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Un trapo húmedo que olía a hongos y a agua sucia me cubrió parte del rostro. Manü estaba intentando reanimarme, y lo que hice fue sacar todo cuando había comido horas antes. Vomité ese suelo piedra antigua y mugrienta.

—¿Estás mejor? —quiso saber Eathan. Afirmé algo desubicada.

—El regente os recibirá en palacio. Os acompañaré hasta la entrada al bosque, luego os apañáis —dijo Döty de mala gana.

Yo ladeé mi cabeza. Había algo en ese tono que yo conocía de antes y de sobras. Ella buscaba disimularlo, pero yo sabía que nos había cogido cierto aprecio, fuera por lo extraños que éramos ambos, o por la falta de compañía. Me incorporé lentamente algo taciturna por el desmayo repentino y por la falta de sangre.

—Döty... Manü... Gracias por vuestra hospitalidad, o por el intento de ella. —El fauno mató una risita.

En pocos minutos emprendimos una larga caminata que nos llevó a cruzar toda la ciudad de Rocola. Podría haberme roto la nuca de tanto mirar al techo. Incluso Eahtan tuvo que cogerme de la mano para evitar que chocase con alguno de los transeúntes. Seguíamos a ambos anfitriones, al final se habían estado peleando por ver quien se venia con nosotros, y venían los dos.

Las calles estaban pavimentadas con la propia roca de la cueva, algunos riachuelos de calcio daban aspecto de mármol al suelo. El techo era tan hermoso, tan blanco, tan impresionante que hubiese podido tenderme en medio de esa calzada sin importarme nada.

—Como sigas mirando al techo voy a ponerme celoso —murmuró Eathan sobre mi oído.

Soslaye la mirada hacia él, tan cerca de mi mejilla. Nos quedamos mirando a los ojos, se me aceleró el pecho por un instante, por un segundo yo estuve tentada de desviar mis iris hacia sus labios, a esa cortísima distancia de los míos. Hice una mueca y disimulé el nerviosismo del mejor modo que supe:

—No siempre eres lo más bello de un lugar —espeté con guasa.

—Pero con esto deduzco que me consideras lo más bello del lugar alguna vez...

—Menos mal que la cueva es grande, tu ego no cabría en ella. —Se puso a reír como un niño y yo me pude relajar.

—Hasta aquí podemos seguir —anunció Döty—. A partir de ahora, os apañáis.

Levanté la mirada hacia una puerta hecha con raíces enredadas en mil formas y nudos. Era un portal digno de la más bella de las catedrales, sonreí entusiasmada y miré a nuestros acompañantes. Manü estaba mirando a Eathan receloso. Había algo que no nos habían contado, por qué les interesaba tanto la sangre de mi amigo, la mía lo entendía, por la suya no. No me parecía el momento adecuado para ponerme a hablar de eso, pero en algún momento lo averiguaría de algún modo.

—Tú, muchacho —dijo Manü refiriéndose a Eathan—. Si alguna vez necesitas ayuda con lo tuyo, puedes acudir a nosotros. No te va a ser fácil adaptarte. —Mi amigo hizo una mueca.

—¿Qué ocurre conmigo? —quiso saber Eathan.

Maravillosamente podía ser que llegase la respuesta sin preguntarla yo misma. Me giré hacia los dos tipos que nos guiaban. Esperaba una respuesta y cuando Manü iba a hablar Döty lo detuvo con una colleja.

—Dejadlo. Es un viejo loco. No tiene nada de importancia. Son leyendas de desquiciados, no te preocupes chaval. Intenta no meterte en líos, solo eso. Iros, os esperan.

Se dio la vuelta tirando del fauno con sus enormes manos y se lo llevó entre reniegos de este y maldiciones. Miré a Eathan, lo observé, buscando algo que lo hiciera distinto, pero, no había nada. Ni siquiera entendía por qué tenían tanto interés en él, aunque, Edward también lo tuvo en su momento cuando lo conoció ¿Solo eran leyendas?

ERALGIA III, La AlianzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora