15. Celda

103 17 1
                                    

En ese momento, pese a saber que lo que había tras esa puerta no era nada más que uno de mis hombres, mi cuerpo empezó a secretar adrenalina para que echara a correr durante tres vidas. Mis piernas se bloquearon por un instante, haciendo que las mismas contradicciones que tenía en el alma se reflejaran en mi ser. Respiré hondo, mientras sonaban los engranajes de la puerta.

Me adentré en la celda. Justo en el umbral de la puerta, la humedad y el frio que reinaba en todo el edificio, se disiparon. Había pequeños fuegos repartidos en antorchas por toda la estancia.

No había luz natural, no había absolutamente nada que dejase adivinar qué hora era. Había una cama grande en un rincón de la estancia y una estantería con diversos libros. Me sorprendí al ver la calidad con la que estaba viviendo en esa celda, la más segura de toda la prisión. Ladeé mi cabeza y lo vi: Kayen. Sentado de espaldas a mí, leyendo un libro, en una silla, junto a una mesa con otra silla enfrente. Rebufé, siquiera se había movido.

Me armé de valor, seguía siendo ese chico inocente, despistado y estrafalario que conocí cuando el mundo y el miedo se me venían encima. No lo temía a él, en realidad mis miedos venían por mi propia persona, porque tenía pánico de no saber afrontar su reacción, o, mejor dicho, su no reacción.

Me acerqué a él, lentamente. Recorrí la distancia que nos separaba, hasta tenerlo enfrente. Ni levantó la mirada del libro. Respiré hondo y me senté en la silla. El hombre que nos acompañaba intentó hablar, al parecer no podía hacer algo así, pero Eathan le pidió espacio. Nos dejaron a solas.

Me quedé mirándolo, como si fuera la primera vez que le viera. Tras tanto tiempo rogando a los Dioses el hecho de poder volver a verlo, lo tenía delante, y no servía de nada...

La niña que todavía vivía en mi interior, cansada de leer cuentos de hadas, creía que entre nosotros habría algo especial, algo que rompería ese hechizo. La esperanza de volver a ver ese brillo en sus ojos negros era solo un sueño propio, la realidad era muy distinta.

No había conexión entre nosotros, no existía para él. Kayen estaba absorto en un mundo lejano. Aun así, algo dentro de mí me pedía que lo intentase, que luchase por ambos, que sacase fuerzas y que no me diera por vencida.

Busqué su mano, cogida al libro. Dudé un segundo y le acaricié el dorso. Suspiré, su piel ardía, como de costumbre. Eso me recordó lo bonitos y cómodos que eran sus abrazos, lo segura que me sentía cuando él me rodeaba y me besaba en la cabeza, lo mucho que llegué a amarlo. Un par de lágrimas se asomaron por mis ojos y cogí de aire, debía intentarlo a toda costa.

—Kayen... ¿Me escuchas?

No movió ni una pestaña. Mojé mis labios y aclaré mi voz, temblorosa. Volví a intentarlo de nuevo, forzándome a hablar aún con el nudo instalado en mi garganta:

—Estoy aquí, contigo, soy yo, Eirel ¿Me recuerdas? ¿Kayen? —Sus ojos seguían pegados en el libro que llevaba en sus manos— Kayen... por favor, mírame, soy yo... Déjame ayudarte, vuelve en sí, te lo suplico, lucha conmigo...

Le acaricié el antebrazo y el libro que tenía en las manos tembló ligeramente, me emocioné demasiado, e intenté bajarle el tomo.

Me cogió con fuerza, sin levantar la vista, mi corazón se aceleró rápidamente y empecé a ponerme nerviosa, estaba apretándome mucho. No cruzamos una sola mirada, sus ojos seguían perdidos en la nada. Me soltó de forma brusca y volvió a coger el libro. Ni siquiera pasaba páginas. Estaba absorto ahí dentro. Me froté el brazo y me retiré un par de lágrimas del rostro.

—Sé que estás ahí dentro, sé que puedes oírme, estoy contigo. Vamos a salir de esta juntos, como salíamos de los líos en los que nos metimos. Ya no eres preso de tu padre, Kayen, ahora eres libre de verdad, lucha por escapar de esto, hazlo por los dos, por favor... —Bajé mi cabeza hasta poder ver su rostro—. No voy a rendirme, te lo prometo, no voy a dejarte aquí, ni voy a dejar que te pase nada malo. —La puerta volvió a abrirse y se me paró el corazón. Damon y Edward aparecieron, y tras ellos, Yarel y Eathan.

ERALGIA III, La AlianzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora