Guie a Gregör hasta la biblioteca. Saqué el mapa de la estantería en el que le había metido de forma estrepitosamente patosa. Si pretendía esconderlo, tras una cortina hubiese destacado menos, o como florero.
Sonreí algo incomoda a Gregör esperando que no se diera cuenta de mi nefasto intento de escondite falso, el señor me devolvió la sonrisa sin ninguna mueca, bueno, por lo menos no me había tomado por desquiciada, todavía.
Apoyé el mapa sobre la mesa, mientras Gregör observaba detenidamente el mapa de Eralgia que tenía justo detrás. Ese mapa y él eran lo más antiguo de mi casa, con diferencia. Se acercó a la pared y revisó de cerca el mural. Parecía que estuviese buscando algo, justo cuando iba a preguntarle, se giró para atenderme.
Gregör desplegó el mapa, sus engranajes empezaron a sonar hasta que quedó cubriendo por completo la mesa. Giró una pequeña rueda que había en uno de los extremos del tablero y el mapa se empequeñeció, mostrando casi la totalidad del mundo. Yo siquiera conocía la existencia de esa ruedecilla y él lo manipulaba con una facilidad que daba miedo.
—¿Cómo es que sabéis utilizar el mapa? ¿Alguien os enseñó? —Me señaló la silla que estaba justo frente a él. Me senté y le observé.
—Este mapa era de los dioses. Caos, mi madre, lo utilizaba para saber dónde había problemas con la magia. En sus inicios estas líneas Löye eran muy inestables porque no en todos los lugares se utilizaba la misma magia, por eso debía calibrarse y yo fui el encargado de hacerlo. No se cruzan por casualidad en determinados puntos, ni tienen ciertas distancias en otros, cada cuerda está en equilibrio con las demás. Es gracias a este equilibrio que la magia puede fluir a través de los cuerpos para que cada ser consciente de su poder pueda utilizarla. —Me quedé pensativa, mirando el mapa.
—¿Y cómo puede saber usted donde ha utilizado alguien magia ancestral? —Cerró sus ojos y un hilo dorado apareció sobre el mapa. Un pequeño punto empezó a brillar, como si de una gota de oro de tratase y en él se unieron varios hilos más— ¿Es eso? ¿Ahí está Axel?
Gregör negó y abrió los ojos, cruzamos una mirada, los tenía amarillos, había utilizado su poder y yo ni me había dado cuenta.
—No, mi excelencia. Ese punto que ve usted soy yo mismo utilizando este mapa. Al haberlo activado ahora permanecerá de forma constante brillando, porque toma como referencia este punto para ubicar los demás. Las líneas vibran solo cuando una magia muy fuerte se produce, o cuando un poder ancestral se conjura. Si usted hace un hechizo, yo también lo veré. Este mapa nos ayudará a conocer dónde está el paradero de Axel, pero no, no confirma dónde va a estar él en su primer uso, solo donde hay un poder como el suyo. —Arqueé una ceja.
—De ser así, si alguien como usted, o como yo, incluso Damon, utiliza su poder, este mapa también lo va a señalar —Afirmó—. ¿Cuánta gente puede haber en el mundo con un poder capaz de hacer vibrar las líneas Löye? ¿Cuál es nuestro margen de error real? —El señor se encogió de hombros.
—Todo aquel que descienda de dioses, señoría, que disponga de un gran poder. Todo ser poderoso, a nivel de un semidios puede provocar alteraciones. Llevo muchos siglos encerrado, perdí la cuenta de ellos hace mucho. En todos los Reinos Ancestrales habrá alguien usando ese poder y Axel podría esconderse tras su uso para pasar inadvertido. —Me llevé la mano al mentón, sujetándome el rostro.
—¿Qué pintan en todo esto los Reinos Ancestrales? —me miró con sorpresa.
Supongo que esperaba que alguien como yo, Guardián, supiera algo más de nuestra historia y no, más bien la odiaba.
—Dichos Reinos son los que crearon los Dioses Mayores para hacer el mundo, con sus dimensiones particulares ¿no os hablaron de ello en la Academia de Generales? —Hice una mueca y me mordí los labios. No había pisado esa institución en mi vida.
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ERALGIA III, La Alianza
FantasyTERCERA PARTE Estar muerta no es agradable, lo he comprobado. El Balakän era el escondite de Axel, nuestro tablero de juego, y yo, como Reina iba a tumbar ese falso Rey. No esperaba que ese viaje que emprendía fuera a rebelarme la belleza que escon...